En el corazón de Ica se halla Santa Rosa de Cachiche, un pueblo inmerso en misterio y leyendas. Cuenta la tradición que este lugar, durante los oscuros tiempos de la Inquisición europea, se convirtió en refugio para las brujas, quienes huyeron de su ciudad natal en busca de seguridad.
Las historias de estas mujeres se han entrelazado con la tradición y el folclore local, otorgando a Santa Rosa de Cachiche una identidad singular, impregnada de misticismo y enigma. Hoy, es conocido como el hogar de brujos, chamanes y curanderos, quienes se dedican a la sanación utilizando métodos tradicionales.
En tiempos anteriores, Cachiche se destacó por su abundancia de curanderos, una necesidad surgida de la falta de farmacias y droguerías, por lo que la medicina basada en hierbas era el principal recurso para tratar enfermedades.
Con la llegada de la Inquisición a Perú, entre el 9 de enero de 1570 y 1820, muchos de estos curanderos empezaron a ser perseguidos por la Iglesia, acusados de herejía y sacrificados. Esta historia de persecución y resistencia cultural ha sido transmitida de generación en generación, reforzando la leyenda de Santa Rosa de Cachiche.
El parque de las brujas
El parque de las ‘Brujas de Cachiche’ representa un punto focal para los interesados en leyendas y cultura popular. Este sitio rinde homenaje a la brujería, remontándose a las historias de mujeres acusadas de brujería en Europa, que buscaron refugio en Perú durante la época virreinal.
El parque cuenta con estatuas y esculturas que ilustran diversas figuras y elementos de la hechicería. Entre estas, se destacan las siguientes:
- ‘Bruja del amor’. Conocida por sus hechizos relacionados con asuntos amorosos, como fomentar el romance o la reconciliación de parejas. Las mujeres que hacen rituales en su nombre, ofrecen amuletos y asesoramiento espiritual para mejorar la vida amorosa de las personas.
- Otra figura prominente es la ‘Bruja de la virilidad’. A esta imagen se le atribuye rituales y preparados herbales para aumentar la energía y potencia sexual masculina.
- La ‘Bruja de la sabiduría’ es vista como una experta en artes mágicas, tradiciones esotéricas y naturaleza. Esta figura atrae a quienes buscan orientación y enseñanzas sobre la vida y la práctica mágica.
La historia de la bruja Julia Hernández
Las leyendas populares de Cachiche están repletas de relatos sobre mujeres con habilidades sobrenaturales. Se cree que estas féminas utilizaban sus poderes para curar enfermedades y preparar brebajes mágicos.
Julia Hernández Pecho era una de ellas y los pobladores de la zona la conocían como la “Viuda de Díaz”. Hernández, quien era la más famosa, falleció a los 106 años. Es preciso indicar que tuvo una vida marcada por la elaboración de hechizos y pociones especiales.
Un relato particularmente notable en la tradición oral de Cachiche es el de la cura del tartamudeo de un niño llamado Fernando León Vivero. Según los pobladores de Ica, Julia Hernández predijo un futuro brillante para él, profecía que se cumplió cuando Vivero se convirtió en un político destacado.
La reverencia hacia Hernández en Cachiche es evidente en la estatua de bronce erigida en su honor en el centro del pueblo. Curiosamente, numerosas aves se posan a menudo sobre esta estatua.
Leyenda de La palmera de 7 cabezas
La palmera de 7 cabezas, ubicada en la localidad de Cachiche, a pocos kilómetros de Ica, es una figura emblemática en la región. Esta leyenda, surgida en el siglo XX, gira en torno a Julia Hernández Pecho, conocida localmente como la ‘Bruja de Cachiche’.
Según la narrativa popular, Hernández plantó una palmera que profetizaba el fin de Ica al desarrollar siete ramificaciones, o “cabezas”, un fenómeno poco común para estas plantas.
En 1998, la palmera alcanzó efectivamente las siete “cabezas”, coincidiendo con una inundación en Cachiche, lo que elevó su estatus a un símbolo místico que despierta gran curiosidad tanto en residentes como en visitantes.
Hoy en día, aunque la palmera ha perdido varias de sus ramificaciones, continúa siendo un elemento central en las leyendas de Cachiche. Su historia, que trasciende su rareza botánica, se ha integrado en la identidad cultural de la localidad, representando un vívido recordatorio del folclore y las tradiciones esotéricas de la región.