El empate a uno contra Venezuela, en Lima, nos dejó una contundente conclusión: la labor del entrenador Juan Reynoso, por más que tenga buenas intenciones, no da para más. El reciente resultado confirma que el proyecto se está volviendo insostenible toda vez que la ‘blanquirroja’ se aleja abismalmente de la clasificación al Mundial de Norteamérica 2026 al ubicarse en el último lugar con tan sólo dos unidades de 18 posibles. Detrás de todo este fiasco está el seleccionador nacional, al que le exigen su salida inmediata desde distintos puntos del país.
Hay muchas razones para poner en tela de juicio la continuidad de Reynoso en la selección peruana: por un lado tenemos el factor de los resultados. Si bien hubo una preparación creciente con rivales de todo fuste (América, Europa y Asia), lo cierto es que no se pudo reflejar al 100% en el arranque de las Eliminatorias 2026. Aquí lo hecho por la ‘bicolor’ roza el fiasco. No nos vamos con rodeos, las presentaciones han sido preocupantes y lamentables dejando saldos negativos interpretados en dos empates y cuatro derrotas que condenan la gestión de ‘El Ajedrecista’.
Hay otro argumento que no puede pasar desapercibido: el funcionamiento del plantel que alguna vez se jactó de tener una identidad. De la noche a la mañana, sin mayores motivos, Perú se olvidó de su naturaleza de notable juego asociativo con culminaciones goleadoras que auguraban resultados favorables o dejaban la sensación de que se lucharía hasta el final. El famoso ‘chocolate’ -término acuñado por el contingente nacional que acudió al Mundial 2018 para referirse al ‘tiki taka’ con ribetes de buen fútbol- ya no surtió efecto con Reynoso a la cabeza.
Mucho más grave es que la ‘blanquirroja’ ha experimentado una suerte de laguna mental al momento de fabricar o ubicarse en situaciones de gol. El conjunto nacional padeció una larga sequía. Quisiéramos hablar de celebraciones de Paolo Guerrero, Gianluca Lapadula, André Carrillo, Bryan Reyna... y nos acabaríamos dando cuenta que ninguno ha sido capaz de facturar. Sólo lo hizo Yoshimar Yotún cuando el proceso clasificatorio ha entrado en un receso hasta finales del próximo año.
En cuanto a las estructuras de juego, el ‘Ajedrecista’ se tomó muy en serio su seudónimo al realizar una serie de movimientos sobre el tablero que no derivaron en ningún jaque mate. Sin ir muy lejos, Juan Máximo a lo largo de su gestión ha echado mano de 31 futbolistas y distintas formaciones. Ninguno de ellos inclinó la balanza a nuestro favor. Encima en las últimas seis jornadas de las Eliminatorias Sudamericanas 2026 probó más alineaciones demostrando que no cuenta con una oncena base.
También nos encontramos con que su forma de ser no termina de convencer al peruano. Se puede apreciar que es una persona necia, ensimismada, cerrada y que disocia a la afición. Es verdad que esos aspectos son totalmente subjetivos que no influyen en los puntajes, pero sí suman en la balanza de una sociedad que ha estado acostumbrada en los últimos años a un técnico reflexivo, expansivo, querendón y que aglutine a toda una nación en beneficio no sólo de la selección, sino del fútbol peruano.
Pero no todos son desaciertos dentro de la labor del técnico nacional. Nobleza obliga: echó mano de los jóvenes del campeonato local en coyunturas difíciles. No le tembló la mano para alinear a Joao Grimaldo, Franco Zanelatto y Piero Quispe. Apostó por ellos, aunque no lograron sobresalir del todo. Eso también nos demuestra que ni con eso alcanza. ¿Culpa de Reynoso? No, ahí el fallo radica en la formación y enseñanza en las categorías menores en Perú. Otro aspecto a destacar fue su interés por explotar el nicho de los jóvenes con raíces nacionales. Su mayor exponente fue Oliver Sonne, pero hay que admitir que no supo sacarle mayores beneficios, cosa que sí hizo la televisión, los patrocinadores y su propio club. Aquí sí erró Juan.
Reconducir el proceso a estas alturas, aparentemente, es la única solución para salir adelante y así respirar nuevos aires que nos permitan llenarnos de esperanza en la carrera por Norteamérica 2026. Evidentemente, Reynoso no entra más en el plan haga lo que haga y diga lo que diga. Lo mejor sería que Juan, por voluntad propia, se haga a un lado. La renuncia es lo más salomónico. Por dignidad. Por el bien de la selección.