En el centro poblado de Carampa, distrito de Alcamenca, provincia de Víctor Fajardo, en Ayacucho, se encuentra un majestuoso tesoro natural: el cenote de Chapalla. A primera impresión, esta área natural se asemeja a un cráter oculto en tierras áridas.
Con un diámetro de 50 metros, el cenote se ubica a 3 mil 200 metros sobre el nivel del mar. Limita al norte con el río Pampas; al este con la quebrada Parahuana Huaycco, hasta llegar a Ampo Orcco; al sur con la cordillera Toma, cerro Ccatun Pampa, cerro Taulli y la Quebrada de Patara, que desemboca en el río Caracha; y al oeste con el río Caracha, hasta su confluencia con el río Pampas en Collobamba.
Este fenómeno natural tiene la forma de un pozo, similar a los cenotes mexicanos, lo que inspiró su denominación. Según TV Perú, “es el único cenote peruano escondido en Ayacucho”. Lo que realmente fascina a los lugareños no es solo su estructura, sino la gama de colores de sus aguas cristalinas y la paz que ofrece el lugar, un remanso en medio de la naturaleza. Es un manantial que emerge imponente y sereno, adornando el paisaje con tonalidades cambiantes, desde azules hasta jades y turquesas, capturando la atención de los visitantes.
La leyenda de la formación del cenote
Los pobladores de la región tienen una leyenda sobre la formación del cenote de Chapalla. Según la tradición oral, el lugar que hoy ocupa el cenote era originalmente una iglesia. Su hundimiento habría dado paso a la formación de este escenario natural.
En diálogo con Perú 21, el docente Edwin Campos Cisneros explicó que el nombre del atractivo turístico proviene del quechua y es Huariñahuai, que significa ojo de la Pachamama.
Esta historia, sin embargo, precede a la era colonial. Antes de la llegada de los colonizadores, era un sitio sagrado para civilizaciones prehispánicas, utilizado para rituales y ofrendas. Se consideró un lugar de intensa conexión espiritual con la naturaleza y las divinidades precolombinas.
Durante la llegada de los españoles, la vida de los pueblos originarios experimentó cambios dramáticos. Los santuarios ancestrales fueron destruidos, los pobladores desposeídos de sus tierras y surgieron las primeras haciendas, como Carampa, Chaqa, Kullubamba, Qaqituna, entre otras, transformando por completo el paisaje.
El imperio Wari alcanzó la región de Chapalla. Evidencias arquitectónicas y otros vestigios revelan su presencia. Esta cultura otorgaba gran importancia a las lagunas y al sol como entidades sagradas, convirtiendo el área en un espacio de devoción a la Pachamama, la Madre Tierra.
Hoy en día, esta veneración persiste. Los habitantes locales consideran a este pozo de agua como un Apu, una deidad tutelar, y continúan ofreciendo respeto y ofrendas, como fruta. Además, colocan velas, en un acto de agradecimiento y armonía con la naturaleza.
¿Por qué el agua del cenote tiene colores jade y turquesa?
El distintivo y cautivador color del cenote de Chapalla se debe a un factor sorprendente: la presencia de roca caliza en sus alrededores. Esta roca, formada por el mineral calcáreo, es responsable de las tonalidades únicas del agua del cenote.
La interacción química entre la roca caliza y el agua es lo que proporciona este matiz especial. Este fenómeno natural no solo es una de las características más destacadas del cenote, sino que también contribuye a su atractivo.
Además, la roca caliza juega un papel crucial en el ecosistema del cenote. Es conocida por su capacidad de filtrar el agua, creando condiciones favorables para la vida acuática y enriqueciendo así la biodiversidad del área.
Tour por el cenote de Chapalla
La jornada de exploración en Ayacucho comienza temprano, a las 6:50 de la mañana, en la Plaza de Armas, frente a la Catedral de Ayacucho. Desde este punto, los aventureros parten hacia el centro poblado de Carampa, en el distrito de Alcamenca, provincia de Víctor Fajardo.
Tras una breve parada en Condorcocha para el desayuno (no incluido en el paquete), el grupo llega alrededor de las 10:30 al cenote de Chapalla. Esta área natural presenta aguas verduzcas que podrían provenir de manantiales subterráneos. La belleza del cenote cautiva tanto a visitantes como a lugareños.
La siguiente parada son las cuevas de Anjaramachay, a ocho minutos en descenso desde el cenote. En su interior, se encuentran aguas cristalinas de tonos turquesas, ideales para la fotografía. La exploración en estas cuevas tiene un límite por razones de seguridad, relacionadas con la disminución de oxígeno.
Para el almuerzo, el grupo visita a las mamitas vianderas, quienes ofrecen comidas (costo adicional). El retorno a Huamanga está programado para las 2:30 de la tarde y la jornada concluye alrededor de las 18:00.
¿Qué son los cenotes?
Los cenotes, pozos de agua profunda, son considerados joyas naturales. Se forman por la filtración de la lluvia y las corrientes de ríos subterráneos, con un origen que se remonta a los periodos glaciares del Pleistoceno. Estos pozos son, en su mayoría, parte de redes fluviales subterráneas milenarias.
Un aspecto fascinante es su conexión con el mar. Muchos de ellos son ampliaciones de sistemas de ríos subterráneos. En estos pozos, es notable la diferencia entre las densidades del agua dulce y marina, con transiciones que pueden ocurrir a varios kilómetros de la costa.
Esta transición, conocida como haloclina, provoca efectos visuales impresionantes. La distinción clara entre las capas de agua dulce y salada ofrece un espectáculo único. Los colores, la refracción de la luz y la nítida división entre ambos tipos de agua son visualmente impactantes, presentando un contraste acuático que despierta la curiosidad y el asombro.