En el ajetreo de Lima, hay un sector de la población que goza de una vida digna, marcada por la estabilidad laboral, la propiedad de vivienda, acceso a la educación universitaria y otros pilares fundamentales para el bienestar. Sin embargo, estos privilegios no estuvieron siempre al alcance de aquellos que llegaron a la capital en la década del 50 con grandes sueños, los cuales se desvanecieron con el transcurrir de los días. Muchos adultos mayores pueden dar cuenta de los momentos difíciles que atravesaron en una ciudad que se mostró hostil.
En la década del 50, miles de familias llegaron a la capital motivadas por el desarrollo de la ciudad y las oportunidades laborales. No obstante, la realidad que hallaron en Lima desmoronó sus sueños y avivó el anhelo por su tierra natal, donde el tiempo parecía transcurrir de forma más pausada. Lo que se vivió hace más de siete décadas ha sido transmitido por los ancianos, quienes hace más de 70 años presenciaron el caos de Lima con los ojos de niños que, a temprana edad, tuvieron que trabajar para apoyar a sus padres.
Gracias a los ancianos, las nuevas generaciones de una familia pueden entrever cómo era Lima en la década de los 50. Sin embargo, no todos tienen el privilegio de haber escuchado las historias de los adultos mayores, ya que quizás nacieron cuando estos ya no estaban en este mundo. Ante esta situación, varios han recurrido a la literatura para descubrir el caótico pasado de Lima. A través de los cuentos y novelas de escritores pertenecientes a la Generación del 50, han aprendido sobre cómo “la bestia con un millón de cabezas”, como la describió Enrique Congrains, aterrorizaba a los migrantes provincianos.
A través de las creaciones literarias de los literatos de la Generación del 50, se pudo conocer las dificultades que enfrentaban los migrantes, los problemas sociales, la pobreza y las injusticias perpetradas en medio de la ausencia del Estado. Los temas abordados en sus relatos siguen siendo relevantes en la actualidad; de hecho, muchos lectores se ven reflejados en algunos de sus personajes. Esto nos lleva a reflexionar sobre si, como sociedad, hemos realmente progresado y si la humanidad ha perdido su esencia, llegando a “deshumanizarse”.
Habiendo mencionado eso, es pertinente recordar a uno de los emblemáticos escritores de la generación del 50, que retrató a Lima en la década de 1950, dejó una impronta en la literatura peruana y marcó el derrotero de los temas que se abordarían en los años venideros.
Infobae Perú sostuvo una conversación con Alfredo Congrains, hijo de Enrique Congrains, quien reveló detalles inéditos sobre la vida y obra del pionero del realismo urbano en el Perú.
“Él se sentía más cómodo forjando su propio camino. Nunca tuvo interés en estudiar una carrera universitaria, porque pensaba que la educación era una estafa. Él era un librepensador”, dijo Alfredo.
La percepción que tenía el escritor acerca de la educación universitaria contrasta con uno de los anhelos de las personas que migraron del campo a la ciudad en la década del 50: acceder a la educación superior. En ese contexto, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM( se erigía como una alternativa para los jóvenes que no podían costear estudios en universidades privadas.
A pesar de no haber cursado estudios universitarios, Enrique Congrains desenvolvió su vida en el mundo cultural con un enfoque profesional. Esto se debió, en gran medida, a su autodidactismo desde temprana edad. Según Alfredo Congrains, su abuela paterna desempeñó un papel crucial en la formación de su padre.
El hijo del escritor peruano mencionó a Infobae Perú lo siguiente: “Era un autodidacta sumamente curioso. Detrás de esa curiosidad, también estaba su capacidad para asombrarse. Él jugaba con la curiosidad, manteniendo vivo y libre a ese niño interior. Tenía una atracción por su propia libertad, apartándose de dogmas que pudieran contaminarlo, invadirlo o hacerlo dependiente”.
Además de ser autodidacta, el hombre de letras era un observador perspicaz, una cualidad que le permitió detectar las dificultades afrontadas por aquellos recién llegados a Lima. No se limitó a ser solo un observador; más bien, utilizó esa realidad para defender su postura ideológica, la cual había abrazado desde su juventud.
“(Creo) en el poder de las ideas. En el potencial, lamentablemente menospreciado, de la formación autodidáctica. Y en la absoluta igualdad de todos los seres humanos”, dijo Enrique Congrains en una entrevista con Paolo de Lima.
El escritor también evidenció la imperiosa necesidad de las personas por obtener viviendas que les protegieran de los peligros de la ciudad. Frente a la imposibilidad de comprar una casa o alquilar un cuarto, los migrantes invadieron terrenos baldíos, lo que dio lugar a la formación de barriadas y asentamientos humanos. Esta realidad quedó plasmada en su cuento “Lima, hora cero”.
Al leer el cuento, uno se entera de que los inmigrantes levantaron casas con esteras, plástico, cartón y madera en un terreno descampado en La Victoria, estableciendo sus hogares. La tranquilidad que disfrutaban se vio interrumpida al descubrir que una empresa urbanizadora adquirió el terreno. Su angustia comenzó con la notificación de un inminente desalojo. A pesar de los intentos de los líderes del asentamiento por negociar con los empleados de la empresa, no recibieron una respuesta favorable. Esta situación llevó a los migrantes a manifestarse en las calles de Lima. Durante la marcha, se enteraron de que una maquinaria derribó la choza donde residía una persona enferma, resultando en su trágico fallecimiento.
A pesar de haber nacido en el seno de una familia de clase media, Congrains se identificó con los menos favorecidos, evidenciando su compromiso al plasmar en sus cuentos las injusticias que padecían.
Según su hijo, “Él poseía una sensibilidad que le permitía comprender lo que sucedía a su alrededor”. Además, agregó que “a él le afectaba ver cómo las personas marginaban a otras”.
Pertenecer a la clase media le permitió estudiar en el colegio Maristas de San Isidro. Tras finalizar su etapa escolar, publicó su primer cuento en el diario La Crónica. Con tan solo 16 años, incursionó en el mundo de la literatura. Aunque podría pensarse que este cuento fue el inicio del realismo urbano, no lo fue. La trama del relato hace un guiño a Edgar Allan Poe y los personajes no se desenvuelven en Lima.
Es probable que muy pocas personas conozcan este cuento, ya que comúnmente se asocia a Enrique Congrains con “Lima, hora cero”, libro que retrata una ciudad que “devora” a los inmigrantes de la década del 50. En ese período, la capital albergaba a un millón de habitantes, lo que motivó al escritor a describirla como “la bestia con un millón de cabezas”.
El libro “Lima, hora cero”, que contiene el relato “El niño de junto al cielo”, vio la luz en 1954, coincidiendo con la aparición de barriadas y asentamientos en la periferia de Lima, momento en el que muchos provenientes de provincias se desencantaron con la ciudad. Aquellos que se quedaron tuvieron que enfrentar dificultades, similares a las vividas por los personajes de Congrains.
Algunos de ellos emplearon su imaginación para sortear los desafíos de la vida; mientras que otros, como Pedro del cuento “El niño de junto al cielo”, usaron esa misma facultad para engañar a las personas.
Sobre este tema, el autor dijo que la imaginación “consiste en señalar posibilidades (...). Paralelamente, aporta un capital de dirección; pero el factor determinante que le permite conquistar la jefatura es su aporte de imaginación”. El escritor le adjudicó esta característica a Maruja, personaje principal de “No una, sino muchas muertes”.
Esta joven de 17 años trabaja en un lavadero de pomos junto a una veintena de personas con problemas mentales y vagabundos. Al principio, Maruja desempeña un rol pasivo en la historia, hasta que un día llega un joven con la intención de vender a un vagabundo. Al percatarse de sus intenciones, Maruja toma la iniciativa y se acerca a él. Descubre que este joven forma parte de una pandilla juvenil. Después de una serie de sucesos, Maruja tiene la oportunidad de liderar este grupo. Es ella quien dirige a la banda en dos asaltos al lavadero de una anciana para establecer uno nuevo. A través de esta historia, se evidencia la postura del escritor en contra del machismo.
Sobre esta novela, Congrains escribió lo siguiente: “Sostengo que ‘No una, sino muchas muertes’ no trata sobre la miseria de los basurales, ni sobre la explotación de locos y vagabundos, ni sobre la juventud lumpen de los intramuros limeños (…) y que su intencionalidad gira en torno a dos preocupaciones centrales: la situación de la mujer y la cuestión de la toma de poder”.
El hijo de Enrique Congrains también se refirió a esta novela, la cual reveló un problema no exclusivo de Lima: el machismo: “El propósito de la novela era destacar la heroína que se esconde detrás de muchas mujeres y mostrar cómo la mujer debía liberarse de esas cadenas. Mi padre tuvo una visión clara y la sensibilidad para percibir esta realidad”.
Tras la publicación de la novela “No una, sino muchas muertes”, el escritor se sumergió en el mundo editorial y se convirtió en un gestor cultural a tiempo completo. Esta actividad lo mantuvo alejado de la literatura durante casi 50 años, período en el que recorrió varios países de Latinoamérica.
Según Alfredo Congrains, él, sus hermanos y su madre viajaron a Argentina en 1967 para reunirse con su progenitor, quien ya había dejado Perú a la temprana edad de 25 años.
“Mi padre se alejó del Perú por cuestiones de trabajo. Otra de las razones fue por su cercanía con la ideología trotskista, lo cual pudo haberle acarreado ciertos problemas”, manifestó.
Enrique —recuerda su hijo— estuvo 10 años en Venezuela editando obras pedagógicas; además, residió en Colombia durante cerca de 20 años. Durante todo ese tiempo, se dedicó a la edición de publicaciones educativas. Editó libros que abarcaban diversas áreas de aprendizaje, tales como historia, antologías literarias, biografías, así como obras centradas en científicos, inventores y escritores, entre otros temas relacionados con la educación.
Es menester indicar que esta labor ya la había realizado en el Perú al editar sus propios libros. Por ejemplo, en 1953 fundó el Círculo de Novelistas Peruanos con el fin de difundir las creaciones literarias de noveles escritores, entre los que destacan Julio Ramón Ribeyro y Eleodoro Vargas Vicuña.
Mario Vargas Llosa describió que Congrains decía un pequeño discurso cuando se acercaba a las personas para ofrecerles un libro: “Cómpreme este libro, del que soy autor. Pase un rato divertido y ayude a la literatura peruana”. El autor de “La ciudad y los perros” también se refirió a la actitud que tenía el escritor en la década del 50. “Todo el mundo concibe empresas delirantes; Enrique Congrains Martín tenía la facultad —en el Perú, inusitada— de llevar siempre a la práctica las locuras que se proponía”, escribió el literato en “El pez en el agua”.
La labor titánica de Congrains se desarrolló en un contexto en el que las clases populares tenían dificultades para acceder a los libros debido a la escasez de recursos económicos. En este sentido, su labor se enfocó en llevar la cultura a aquellas personas que dedicaban la mayor parte de su tiempo al trabajo.
Jaime Vargas Luna, en uno de sus artículos, mencionó que “Congrains impulsó y contribuyó desde 1953 a la renovación y difusión de la literatura peruana, al impulso de la edición, creando su propio y exitoso modelo de venta de libros”.
Agregó que el escritor “abocó buena parte de sus esfuerzos a la elaboración de muchos proyectos intelectuales ‘menores’, que buscaban, más que renovar la alta cultura, acercar el conocimiento a la clase trabajadora”.
Hay un aspecto poco conocido en la vida de Congrains: su pasión por la música. Su hijo reveló a Infobae Perú que el escritor mostró interés por la pintura y la escultura hasta el punto de aprender, como siempre lo hacía, de forma autodidacta.
“Hubo un período en el que mi padre se dedicó de forma apasionada al arte. Incursionó en la pintura y la escultura durante un par de años. Fue sumamente productivo y encontró mucha satisfacción en la creación artística (...). No puedo imaginarlo estudiando durante 5 años solo para decir ‘ahora estoy autorizado para pintar’”, señaló.
Alfredo Congrains contó que su padre se sorprendió sobremanera cuando se enteró que en pleno corazón del centro de Lima había un negocio que le hubiera facilitado la vida como editor y gestor cultural. “Mi padre descubrió las galerías de Wilson, donde había toda una cantidad de servicios que él podía utilizar”, rememoró.
En otro momento de la entrevista, el hijo del autor de la novela “El narrador de historias” sostuvo que su padre abrigaba una ideología, pero que nunca se vinculó a una agrupación política: “Él tenía, a mi modo de ver, una conexión con la ideología de izquierda, pero no desde el lado pragmático. No es que mi padre haya militado en algún partido. Simplemente él abrigaba un poco las ideas románticas de izquierda”.
El cuento “El niño de junto al cielo” ha dejado su huella en varias generaciones. Desde su inclusión en el plan de lectura de las escuelas hasta la actualidad, los estudiantes han tenido la oportunidad de conocer la historia de Esteban, un niño engañado por otro menor en pleno centro de Lima.
Este relato ha generado diversas interpretaciones, algunas sugieren que la sociedad corrompe al individuo, mientras que otras destacan que el más fuerte sobrevive en esta jungla. La realidad es que la inocencia de los niños se ve afectada cuando comienzan a trabajar a una edad temprana.
En diálogo con Infobae Perú, Víctor Campos, docente y promotor cultural, compartió su encuentro con Enrique Congrains y los detalles que el escritor le reveló sobre este cuento. Tuvo el privilegio de conocer y entablar amistad con el escritor gracias a la intervención de Gregorio Martínez.
Antes de hablar sobre el cuento “El niño de junto al cielo”, Campos Ñique relató el momento en que recibió un correo de Congrains, algo que no habría sido posible sin la intervención de su amigo Martínez.
“Gregorio me contó que Enrique estaba trabajando en una novela relacionada con él, que finalmente se publicó como ‘999 palabras para el planeta Tierra’. Al conocer este dato, le expresé a Gregorio mi deseo de conocerlo”, relató Campos. “Gregorio me dijo: ‘Mira, le hablaré de ti y es mejor que él te escriba antes de que tú lo hagas, por respeto a su privacidad’. La recomendación de Gregorio fue tan entusiasta que en lugar de coincidir en Lima para conocernos en alguna reunión, Enrique decidió venir a Chincha”.
En agosto de 2006, Congrains escribió su primer correo a Campos, informándole que acababa de concluir dos novelas, una de las cuales estaba dedicada a Gregorio Martínez, y expresando su intención de visitarlo pronto en Chincha. En respuesta a este mensaje, Campos le contó a qué se dedicaba. Posteriormente, el autor de “Lima, hora cero” compartió una breve biografía. “Me dijo que es de izquierda, ateo y editor de profesión”, precisó.
En relación con el origen del cuento “El niño de junto al cielo”, Campos Ñique compartió lo que le reveló Congrains:
“Enrique se encontró en La Parada un billete. El simple hecho de hallar un billete fue el detonante para escribir ‘El niño de junto al cielo”. Ese suceso en particular, el hallazgo del billete en La Parada, sirvió de inspiración para crear este relato; el resto fue pura imaginación. Esto me lo contó a través de un correo”, comentó a Infobae Perú.
Otra de las revelaciones que el escritor hizo giraba en torno a su preferencia por algunos cuentos del libro “Lima, hora cero”. “En relación con el cuento ‘El niño de junto al cielo’, Enrique me compartió algo que me impactó. Mencionó que no podía entender por qué ese cuento había adquirido tanta fama cuando, según su percepción, en el libro existían otros cuentos de mayor calidad. Aunque no menospreciaba ‘El niño de junto al cielo’, consideraba que había otros relatos de mejor calidad”, mencionó el profesor.
Y agregó que el literato cobraba por el libro luego de que la persona haya terminado de leerlo.
Los últimos años de la vida del escritor los pasó en Bolivia, junto a su segunda esposa, quien reside en Cochabamba. La conoció en Venezuela, y vivieron más de 15 años en distintos países de Latinoamérica. También estuvo en Lima, donde presentó sus dos últimas novelas, alejadas de la temática de los cuentos que había publicado en la década del 50: “El narrador de historias” (2008) y “999 palabras para el planeta Tierra” (2009). El literato tenía en mente otros proyectos que fueron truncados por su fallecimiento en 2009.