Lima atesora innumerables relatos que se despliegan en cada rincón de la ciudad. Desde sus calles hasta antiguos edificios, cada lugar cuenta una historia que da algunas luces sobre las creencias de los peruanos y las actividades que solían realizar en un día determinado.
En el libro “Las viejas calles de Lima”, de Juan Bromley, se puede encontrar un panorama bastante completo acerca de nuestra capital de antaño, pero el tema que se destaca en las páginas del material impreso es la peculiaridad de los nombres de las calles y su significado.
Antes del siglo XIX, las personas que vivían en Lima solían nombrar a sus espacios usando criterios como la geografía, religión, apodos, nombres propios, entre otros. Los usos y costumbres de la población también fueron determinantes en la elección de un rótulo determinado.
El paso de los años trajo cambios, entre ellos, un proyecto de reforma de la nomenclatura urbana que le dio una nueva identidad a las calles que hoy conocemos. Gracias a los registros y documentos antiguos, más de una persona puede conocer los nombres originales de las calles de la capital.
Afligidos
Según “Las viejas calles de Lima”, de Juan Bromley, el nombre de esta calle podría tener más de un origen. Se decía que tras un terremoto, un numeroso grupo de vecinos se reunió en este espacio, soltando clamores y llanto, lo que podría ser la primera explicación para el nombre. No obstante, otra versión indica que se habría bautizado de este modo debido a la imagen del Señor de los Afligidos que estaba ubicada en ese sitio.
Buenamuerte
La calle en mención adopta dicha denominación debido a que, gracias a la donación de algunas casas y un callejón de propiedad de don Antonio Velarde y Bustamante, se edificó una iglesia llamada Nuestra Señora de la Buenamuerte.
Como dato curioso, cabe mencionar que más adelante los padres del Convento de la Buenamuerte impulsaron el estudio de las matemáticas en sus instalaciones.
Callejón de la Contradicción
Esta pequeña calle tuvo como primer nombre “Controversia” y se debería principalmente a que “contradecía o alteraba” el plano del barrio San Lázaro, en el centro de Lima.
Chupajeringa
Según detalla Bromley, este particular nombre figuraba en la relación de arterias urbanas, pero no se da mayor información sobre ella en la nomenclatura de jirones. No obstante, aunque su existencia está en tela de juicio, es posible que el nombre se lo deba a las libélulas que, al no ser tan comunes, eran vistas como un buen augurio.
Divorciadas
En el cruce de esta calle con Calle la Higuera, solía estar la casa del mariscal Ramón Castilla; por lo tanto, tiene gran valor histórico. Su nombre lo obtendría luego de que el arzobispo Toribio de Mogrovejo estableciera un espacio cerca de la Plaza Mayor para albergar a mujeres pobres y divorciadas. Este acto de caridad no sentó muy bien entre las monjas del convento, quienes no estaban de acuerdo en tener la “compañía” de estas féminas. Por esta razón, optaron por adquirir otro espacio y reubicarlas. La reubicación se hizo un par de veces hasta llegar a esta calle que tomó el nombre justamente en honor a la condición de estas mujeres.
Huevo
El registro que se tiene para explicar el nombre de esta calle proviene de una de las tradiciones de Ricardo Palma, quien narró que en las épocas del virrey conde de Superunda se encontró, en un corral de esa calle, un cascarón de donde brotó un “basilisco o pollo fenomenal”. Esto motivó que la ciudadanía fuese a visitar el recinto que tomó finalmente el particular nombre de calle Huevo.
Manita
Nuevamente, Ricardo Palma podría explicar el origen de esta denominación. Se dice que existió en una de las paredes de la mencionada calle la imagen de un santo alumbrada por una lámpara de aceite.
En poco tiempo, la leyenda de que una mano negra aparecía en el marco que adornaba a la imagen se hizo popular e hizo cundir el pánico entre la pintoresca sociedad limeña. Esta, a decir de los “testigos”, lucía peluda y hasta tenía garras; además, se dedicaba a llamar a quien pasara por allí.
Por supuesto, no se trataba de una aparición espectral salida de las entrañas del infierno, sino que más bien el devoto que cuidaba la imagen había reemplazado uno de los cristales rotos de la lámpara con un papel.
La calidad del remiendo debió ser tan mala que este proyectaba una sombra similar a una mano, creando temor en todo el vecindario y dándole el nombre de Manita a la calle.
Mondongueras
Es bien sabido que en la antigüedad algunas calles tomaban el nombre de los negocios que abundaban en sus inmediaciones. Este es el caso de Mondongueras, que le debe su denominación a los locales que se dedicaban a la venta de lana, menudencia y, por supuesto, mondongo.
Pelota
La explicación para este nombre es bastante simple. En las inmediaciones de esta calle solía funcionar un establecimiento para el juego vasco de la pelota, relata Bromley en su libro, por lo cual obtuvo el nombre De la Pelota.
Sin embargo, no fue la única, ya que había más de una calle con esa denominación por la cantidad de locales del mismo rubro. Con el paso del tiempo, el virrey Taboada y Lemus clausuró los establecimientos, pero el nombre quedó como un interesante recordatorio de lo mucho que disfrutaba la sociedad este deporte.
Pericotes
También llamada Callejón de Pericotes. Se cree que la gente adoptó el nombre por la cantidad de roedores que había en el lugar, producto de la insalubridad. Otra de las razones por las que se decidió relacionar a este espacio limeño con el rótulo mencionado, es porque cerca del lugar había un curso de agua.
Pilitricas
Existen dos posibles explicaciones para este nombre. La primera, tiene que ver con el apodo ‘pelitrique’, que significaba cosa sin gran valor, equivalente a decir ‘pichiruchi’ hoy en día, explica Bromley. Por otro lado, también podría hallar su origen en un personaje del siglo XVIII que lleva ese particular apellido.
Pití
Corría el siglo XVII y el médico francés Pablo Petit ejercía su profesión en la ciudad, usando por primera vez el mercurio como tratamiento contra la sífilis. Sus finanzas fueron viento en popa hasta que logró hacerse con un amplio espacio donde construyó sus casas y hasta tenía su propia huerta, la “Huerta de Petit”.
El habla popular pronto hizo lo suyo y llevó al nombre a una curiosa evolución, dejando atrás el “Petit”, para reemplazarlo por Pití.
Pobres
En 1170, don Diego Ladrón de Guevara refaccionó y dotó de todo tipo de utensilios al hospicio de mendigos y gente pobre, que funcionaría en las casas de Cercado que habían dejado los jesuitas tras ser expatriados.
En el recinto se instalaron pronto 96 pobres de la ciudad, que tenían condiciones como ceguera, cojera y otras limitaciones. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que estas personas no tenían mal alguno.
El hospicio desapareció con el tiempo y en la ciudad se estableció que los verdaderos mendigos e incapacitados físicamente se inscribieran en las parroquias, donde recibirían una cruz de madera que los hacía aptos para “demandar la caridad pública” a fin de obtener sustento de “su propio trabajo”.
Siete Jeringas
La calle le debe el nombre a un curandero apodado ‘Ño 7 Jeringas’. Una historia simple pero que delata algunos de los curiosos sobrenombres que hoy casi han desaparecido.