Hace un mes se cumplió 49 años del último gran sismo que azotó Lima. Dos minutos y 15 segundos, y una poderosa magnitud de 7.4 grados, bastaron para ocasionar la muerte de 73 personas, dejar heridas a más de dos mil y provocar que 23 mil terminen damnificadas. El epicento fue en Cerro Azul, a 60 kilómetros mar adentro. Esto no evitó que las viviendas y estructuras de adobe y quincha, así como algunas de material noble, del Centro Histórico de la capital, el Rímac, Callao, Madgalena, San Miguel, Miraflores y otros distritos, colapsaran.
El terremoto, que inició a las 9:21 de la mañana del 3 de octubre de 1974, también afectó a las localidades de Lurín, Mala, Cañete, Chincha y Pisco, que componen el llamado ‘sur chico’. Sin embargo, este se ve insignificante ante el megaterremoto, de 9 grados en la escala de Richter, del 28 de octubre de 1746, hace aproximádamente 276 años. Miles de muertos y heridos fue el resultado de este -hasta ahora- incomparable remezón.
Las proyecciones del Instituto Geofísico del Perú (IGP) apuntan a que es inminente e inevitable que Lima vuelva a tener un movimiento telúrico de gran magnitud. Razones no faltan -advierten-, pues nuestro país se encuentra en el llamado Cinturón de Fuego del Pacífico, que alberga a varias placas tectónicas que en cualquier momento pueden entrar en deslizamiento.
“La ciudad está lamentablemente mal preparada”
El prestigioso portal norteamericano Foreign Policy publicó el martes 7 de noviembre un sesudo análisis para, justamente, recordar el gran sismo de 1746 que también provocó un tsunami en el Callao, lo que agravó la situación, y advertir que la mala gobernanza y los desastres naturales pueden ser una combinación mortal para Lima y el Perú en general.
“(...) La ciudad está lamentablemente mal preparada. A pesar de la ubicación de Lima en la costa del Pacífico, la región sísmicamente más inestable de la Tierra, las autoridades peruanas no están preparando a la ciudad para una calamidad que los científicos han advertido durante años que es inevitable”, señalan en el artículo.
En febrero de este año, un estudio de la Asociación de Desarrolladores Inmobiliarios del Perú (ADI Perú) alertó que el 80 % de las vivienda son producto de la auconstrucción, sin la participación de arquitectos ni estudios técnicos de por medio. En las zonas periféricas de la capital, de acuerdo a ese mismo estudio, la situación es aún peor: la cifra sube a 90 %.
“Las consecuencias de la vivienda informal en la ciudad son potencialmente fatales. (...) Un estudio de 2017 del Instituto Nacional de Defensa Civil de Perú (Indeci) predijo hasta 110.000 muertes, lo que lo haría casi el doble de mortal que el apocalíptico terremoto de magnitud 7,8 que azotó Turquía y Siria en febrero”, remarcan en la publicación.
“La gente va a morir innecesariamente”
Para Foreign Policy, mientras la crisis política del Perú no muestra signos de disminuir, el terremoto en Lima se acerca cada vez más.
“Es un sentimiento de impotencia. He dedicado la mayor parte de mi vida a resolver este problema. Pero como sociedad no estamos haciendo lo que hay que hacer”, dijo -a ese medio- Marcial Blondet, profesor de ingeniería especializado en construcción sísmica en la Pontificia Universidad Católica del Perú, quien agrega que ‘será una catastrófe’.
“La gente va a morir innecesariamente”, acotó el experto.
En el análisis, además, se alerta de algo que ya ha sido mencionado por exautoridades y funcionarios entendidos en el tema: ante un terremoto de gran intensidad, los hospitales de Lima colapsarían y el suministro de agua y alimentos podría quedaría probablemente interrumpido durante días, los colegios paralizarían y cientos de viviendas quedarían inhabitables. Y los muertos se contarían por miles.