Norka Rouskaya y el escandaloso baile en el Presbítero Maestro que tuvo como espectador a José Carlos Mariátegui

La madrugada del 5 de noviembre de 1917, entraron por la puerta del panteón la bailarina, César Falcón, Luis Cáceres y el periodista. Momentos después, los varones expectaron el baile de Norka, quien realizó osados movimientos frente al monumento del mariscal Ramón Castilla

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Norka Rouskaya con algunos jóvenes intelectuales, entre ellos Luis Alberto Sánchez, Abraham Valdelomar y José Carlos Mariátegui. (Casa de la Literatura Peruana)
Norka Rouskaya con algunos jóvenes intelectuales, entre ellos Luis Alberto Sánchez, Abraham Valdelomar y José Carlos Mariátegui. (Casa de la Literatura Peruana)

Los días de antaño en Lima no solo se caracterizaron por los convulsionados momentos que acaecieron debido al panorama político y económico tan variado que se vivió, sino también por una serie de eventos que hasta hoy despiertan sorpresa y llaman la atención de más de uno al ser mencionados. Tal es el caso de un particular suceso que ocurrió en el año 1917 y que escandalizó a la ciudad: el recordado baile de Norka Rouskaya en el cementerio Presbítero Maestro, que encendió la crítica de una sociedad bastante conservadora como lo era la limeña y quedó para el recuerdo hasta hoy.

Sin embargo, para entender mejor el contexto de tan memorable acto, es necesario mencionar que por aquellos días Lima todavía no terminaba de dejar atrás su aire virreinal y había una importante aristocracia que todavía gozaba de serlo en la capital. Junto con ella, florecía también un grupo de intelectuales que incluían a José Carlos Mariátegui y otras personalidades de la época.

Corría el año 1916, cuando la artista española Tórtola Valencia arribó al Perú para presentarse en el Teatro Municipal de Lima. Según se narra, inicialmente a ella le llegó la propuesta de interpretar una danza en el Cementerio General, de parte de un grupo de periodistas y dos de sus admiradores, José Carlos Mariátegui y César Falcón. El hecho no se dio, pero el anhelo de ambos personajes seguía latente.

Al año siguiente llegó la artista suiza Delia Franciscus, cuyo seudónimo era Norka Rouskaya.

Norka Rouskaya con solo 18 años. (pacarinadelsur.com)
Norka Rouskaya con solo 18 años. (pacarinadelsur.com)
Sus facciones delicadas la hacían lucir de aspecto ruso y su arribo a la capital tuvo importante repercusión entre los medios. Era joven, esbelta y con un gran espíritu y amor por la danza.

A su llegada las presentaciones que daría en el Teatro Municipal incluirían obras de Chopin, Beethoven, entre otros grandes exponentes. La propuesta para bailar la marcha fúnebre en el cementerio llegó a Norka pronto. Lejos de rechazarla, le generó gran entusiasmo y aceptó sin problemas, para alegría de Mariátegui quien acompañado de Falcón decidió gestionar lo necesario para llevar a cabo la presentación nocturna.

Escándalo en el cementerio

El permiso solicitado a la Beneficencia fue para una visita. El horario llamó la atención, pero aun así les fue concedido sin mayores inconvenientes.

El 5 de noviembre de 1917, casi rozando la una de la mañana, entraron por la puerta del panteón la bailarina, César Falcón, José Carlos Mariátegui y Luis Cáceres (violinista). La visita por el camposanto pronto empezó a tomar a otro tinte cuando los asistentes se detuvieron frente al monumento del mariscal Ramón Castilla.

Allí, cual ritual de medianoche, se encendieron velas que dieron al lúgubre ambiente algo de espectral luz. El violín de Cáceres empezó a entonar la Marcha Fúnebre de Chopin ante la sorpresa del administrador del cementerio, que seguramente fue mucho mayor al ver aparecer al Norka ataviada únicamente con una túnica gris.

El baile empezó pronto y del mismo modo terminó, ya que en menos de un minuto, el administrador exigió que se detuviera semejante acto de profanación que mancillaba un lugar sagrado como lo era el camposanto del Presbítero Maestro.

Fue tal el escándalo que protagonizaron la bailarina y demás involucrados que el prefecto de Lima llegó hasta el lugar, y más tarde detuvieron a Rouskaya y a su madre, llevándolas al convento de Santo Tomás, donde permanecerían resguardas por las monjas dominicas. Por su parte, Mariátegui, Falcón, Cáceres y hasta el encargado del cementerio fueron llevados a la cárcel de Guadalupe, según detalla el diario El Comercio.

Toda la ciudad se enteró de semejante hecho bochornoso y fue un asunto que repercutió incluso en la Cámara de Senadores y, por supuesto, en la Iglesia. La impresión que dejó lo ocurrido en la conservadora Lima se mantuvo por un tiempo.

El diario El Tiempo defendió a sus redactores, Mariátegui y Falcón. (tiojuan.wordpress.com)
El diario El Tiempo defendió a sus redactores, Mariátegui y Falcón. (tiojuan.wordpress.com)
El 6 de noviembre, los involucrados fueron puestos en libertad y el debate estaba en si realmente aquello se trató de una profanación o una expresión artística.

José Carlos Mariátegui mucho tuvo que decir al respecto y desde su tribuna tomó toda la responsabilidad por la visita nocturna, que tendría impacto no solo en la sociedad, sino también en él. Por su parte, Rouskaya y su madre volvieron a Europa y poco se supo de la artista luego del escándalo en el cementerio. Hoy en día, este acontecimiento queda como una particular anécdota que marcó la Lima conservadora de antaño.

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