La mañana transcurre con una calma inusual, a medida que nos acercamos al término de nuestra ruta, las señales se hacen evidentes: un camino de trocha y la inconfundible fragancia salina son señales de que hemos llegado a nuestro destino: el penal Sarita Colonia.
Las murallas del Establecimiento Penitenciario Callao, comúnmente conocido como Sarita Colonia, coronadas por alambres de púas, destacan no solo por su imponente fachada, sino por su población. Diseñado originalmente para albergar a 572 reclusos, actualmente alberga a 3.482, de los cuales se ocultan algunas historias.
Este complejo penitenciario no solo marca los límites de la reclusión, sino que también delinean a un pequeño mundo con sus propias reglas, jerarquías y dinámicas sociales. En este contexto, ha surgido la iniciativa de crear una orquesta sinfónica en las instalaciones carcelarias.
“A pesar del hacinamiento nosotros mantenemos el objetivo de la resocialización con actividades artísticas, educativas, laborales”, comenta Luis Alberto Salazar, director del establecimiento penitenciario Callao, a Infobae Perú.
En este rincón de la sociedad, donde las segundas oportunidades son escasas, se prepara una iniciativa única. El Instituto Nacional Penitenciario en conjunto con la Dirección de Tratamiento Penitenciario forma un tejido cultural que va más allá de las estructuras de concreto y las barreras de metal.
Desde 2017 se inicia con la propuesta pedagógica “Orquestando”, donde se desarrolla y garantiza el acceso a la educación musical para las personas privadas de libertad del establecimiento penitenciario. Aquí inicia la idea de impulsar actividades artísticas y culturales como una herramienta educativa complementaria en el proceso de rehabilitación, su misión: colaborar en la resocialización de quienes se encuentran tras las rejas.
Para los reos del penal Sarita Colonia, la música se convierte en un faro de esperanza, en un momento de libertad y una oportunidad para adquirir habilidades que van desde la lectura musical hasta la creación artística. La música se convierte en un catalizador, una herramienta que desencadena cambios profundos. Los reclusos, ansiosos por transformarse, encuentran en las notas y los acordes una vía de escape hacia una realidad distinta. Aprenden a tocar, a leer partituras, a componer y a crear música.
“Quiero dedicarme por completo a la música”
En un contexto donde la privación de libertad define el día a día de muchos, la experiencia de Anthony Vargas Cruz destaca de manera significativa. Vargas Cruz, un ingeniero de sistemas condenado a 10 años de encierro por el delito de robo cibernético, halla en la música un camino hacia la resocialización.
Este ingeniero de sistemas, que una vez navegó en el mundo digital, hoy se sumerge en partituras y armonías dentro de los muros que delimitan su mundo.
El programa “Orquestando” se ha convertido en un eje transformativo para Anthony y otros internos. Con instrumentos en mano, estas personas encuentran en la música una vía de escape a las circunstancias que los mantiene encerrados. Es aquí, entre las barras y la vigilancia, donde la música se define como un puente hacia la libertad emocional y la esperanza de una segunda oportunidad.
”Todo lo he aprendido aquí. Yo ni siquiera sabía que tenía la habilidad de tocar un instrumento y acá lo he venido a descubrir”, comenta el músico.
Anthony Vargas Cruz compartió con Infobae Perú un relato que refleja algo de ironía y esperanza a partes iguales. Antes de que su vida tomara un giro inesperado que lo llevó tras las rejas en 2019, la música era para él no más que un acompañamiento distante, nunca una pasión. No había en su rutina espacio para notas ni partituras; la ingeniería de sistemas ocupaba todo su horizonte.
Sin embargo, en la soledad de la celda, Anthony encontró un eco que resonaría con fuerza en su camino hacia la redención. Fue durante esos primeros días, marcados por el miedo y la incertidumbre, cuando se topó con la posibilidad de integrarse a “Orquestando”. Este proyecto, más que un programa de reinserción, representaba una ventana hacia un mundo distinto, una realidad alternativa donde la libertad se podía experimentar a través del ritmo y la armonía.
“La música significa mucho para mí, prácticamente salir de acá, es mi liberación. Cuando estoy tocando no siento que estoy preso, siento que estoy libre”, afirmó.
Relata cómo los instrumentos, antes ajenos y distantes, se convirtieron en herramientas de expresión y su mejor consuelo. “Orquestando” no solo le enseñó a tocar, sino a escuchar de una forma nueva: a sí mismo y al entorno que lo rodeaba. Con una visión clara hacia el futuro, Anthony ha tomado la decisión de abandonar su carrera en sistemas para dedicarse por completo al estudio y práctica de la música, una decisión que refleja su compromiso y pasión por este arte.
“En la música encontré mi superación personal”
Entre los oscuros días en una prisión, donde cada minuto se desvanece por la monotonía, la vida de Luis Martín Reaño Infantas, un hombre condenado por tentativa de homicidio, tomó un giro inesperado.
El programa, diseñado para fomentar el desarrollo artístico y proporcionar terapia emocional, ha introducido la práctica orquestal como una de las actividades fundamentales en la rutina diaria de los internos. Martín, uno de los beneficiarios del programa, ha encontrado en la música no solo un refugio, sino una vía para construir un futuro profesional.
“Para mí ha sido una carrera, ya tengo 12 años estudiando música. Esto ha definido mi futuro, la música ha cambiado por completo mi vida”, comentó Martín Reaño.
Con dedicación y bajo la tutela de educadores y músicos, los participantes como Martín han aprendido a tocar diversos instrumentos, lo que ha posibilitado la formación de una orquesta integrada por los reclusos. Esta orquesta no solo es un símbolo de rehabilitación y esperanza para sus miembros, sino que también se ha convertido en un ejemplo palpable del impacto positivo que pueden tener los programas educativos y culturales en entornos desafiantes.
El proyecto no solo desafía las convenciones de rehabilitación penitenciaria, sino que también aporta una nueva dimensión a la percepción pública de la vida detrás de las rejas, demostrando que la reinserción social puede venir de la mano de la cultura y el arte.
“La música ahora es parte de mí, parte de mi quehacer diario. Mi propósito a futuro es formar mi orquesta de salsa cuando obtenga mi libertad”, asiste Reaño.
Este programa, que forma parte de iniciativas orientadas al desarrollo de habilidades artísticas en entornos carcelarios, se presenta como un faro de esperanza para quienes buscan un nuevo comienzo.