Cada 4 de noviembre se celebra un nuevo aniversario de la fundación de la ciudad de Puno. Esta festividad nos brinda la oportunidad de explorar las raíces de esta región ubicada en el sur de nuestro país, que alberga uno de los destinos turísticos más icónicos: el lago Titicaca.
Habiendo comentado ello, es pertinente abordar algunos pasajes de la historia de Puno. Antes de la llegada de los españoles a nuestras tierras, según la página oficial de la Municipalidad de Puno, este lugar era simplemente una aldea ubicada cerca de las orillas de la bahía del Lago Titicaca. Su superficie estaba delimitada por los territorios de los Kollas al norte, pertenecientes a la etnia quechua; y los Lupacas al sur, quienes se identificaban con la cultura aimara.
A medida que el siglo XVI llegaba a su fin, la región sur de Puno estaba bajo el gobierno de los Lupacas, cuya influencia se manifestaba en un notable progreso en campos como la agricultura, la ganadería, la organización social y la cultura. Mientras tanto, la parte norte, a partir de lo que hoy conocemos como Juliaca, estaba en manos de los Kollas, cuyo dominio se extendía desde los límites del Puno actual hasta las riberas del río Ramis, en el lado suroriental del lago Titicaca. La ciudad, originalmente llamada San Juan Bautista de Puno, cambió su nombre a San Carlos de Puno en un momento de su historia.
La ciudad fundada por los españoles
La historia de la fundación de Puno se entrelaza con el virrey Pedro Fernando de Castro y Andrade, Marqués de Sarria, Duque de Tauxicano y la condesa de Lemos Ana Francisca de Broja. Nos remontamos al 30 de mayo de 1668, cuando el gobernante español Pedro, en un esfuerzo por restaurar la paz en una región plagada de inquietudes, nombró a su esposa, la condesa de Lemos, como gobernadora.
Este curioso hecho se encuentra registrado en una certificación notarial por Sebastián de Herrera, que se conserva en los archivos de la Biblioteca Nacional del Perú. La decisión del virrey de confiar el gobierno a su esposa reflejaba la gravedad de la situación en la región.
El 7 de junio de 1668, ocho días después de este nombramiento, el conde de Lemos zarpó desde el puerto del Callao hacia el sur, llegando al puerto de Islay después de 33 días de navegación. Desde allí, se dirigió a Arequipa, donde permaneció durante diez días antes de emprender su viaje hacia el asentamiento minero de Laikakota, que se encontraba a unas 40 leguas al sur de Arequipa.
El viernes 3 de agosto de 1668, el conde de Lemos llegó a Laikakota y de inmediato emitió bandos para restablecer la paz y castigar a los sediciosos. Llevó consigo a Gaspar de Salcedo y Juan de Salazar, quienes, engañados por promesas de justicia, se entregaron voluntariamente en Lima. Las investigaciones avanzaron rápidamente, y se logró capturar a Diego Rejo y Juan de Vargas, considerados los cabecillas y seguidores principales de José de Salcedo.
Mientras tanto, en Juliaca, se había formado una fuerza de 600 hombres que fue disuelta y derrotada con la ayuda de tropas enviadas desde La Paz en apoyo al virrey. Los soldados del virrey, bajo el mando de don Gregorio Gómez, corregidor de Cochabamba, lograron capturar a José de Salcedo, quien fue sometido a un rápido ajusticiamiento. Fue condenado a morir en la horca, aunque posteriormente se cambió la pena a garrote, que se ejecutó en la prisión de Puno y no en público, como se había previsto originalmente.
El 8 de septiembre de 1668, el conde de Lemos ordenó la traslación de la capital a Puno y la destrucción completa del asentamiento minero de Laikakota. La magnitud de esta tarea sugiere que la destrucción total de una población con cerca de 3.000 casas, del tamaño de la actual ciudad de Puno, no pudo haberse realizado en cuestión de horas o días. Probablemente, esta orden llevó varias semanas, y al final, se decidió trasladar la capital, como lo indica una carta que el virrey envió a Su Majestad el 28 de diciembre de 1668, informando sobre la pacificación de Laikakota.
Siguiendo estas fechas, podemos afirmar que la fundación de Puno ocurrió el 4 de noviembre de 1668, ya que el gobernante español estuvo en Puno hasta aproximadamente el 10 de noviembre. Aunque Puno ya existía como un asentamiento indígena, su ascenso a Villa de San Carlos implicó su conversión en una ciudad española, similar a la fundación de otras ciudades en esa época.
Después de la independencia en 1821, Puno fue escenario de batallas entre Perú y Bolivia.
El puerto de Puno dispone de vapores que datan de los primeros días de la República. Estos vapores fueron traídos desde Arica, Chile, hasta el lago Titicaca con el propósito de transportar minerales y pasajeros desde Bolivia. Sorprendentemente, estas embarcaciones históricas continúan en funcionamiento en la actualidad. Adicionalmente, se estableció un ferrocarril que conecta los departamentos de Cusco y Arequipa, el cual sigue operando hasta hoy en día.
Actualmente, la ‘capital del folclor’ es una de las ciudades más visitadas del Perú, pero a la vez también fue golpeada por marchas contra el gobierno de la presidenta Dina Boluarte y la disminución del nivel del agua del lago Titicaca, que alcanzó un alarmante descenso de 56 centímetros.
¿Qué puedes visitar en Puno?
Esta ciudad cuenta con varios atractivos turísticos y tiene una fuerte tradición religiosa. Es el hogar de una población que se enorgullece de su historia y arraigada cultura. Esta identidad se manifiesta en sus vibrantes danzas y rituales, alcanzando su punto culminante en la festividad anual en honor a la Virgen de la Candelaria, que se celebra en febrero.
Isla de Los Uros
Uno de los principales atractivos de Puno son las islas artificiales flotantes de Los Uros, que se encuentran a tan solo 30 minutos de la ciudad de Puno. En total, estas suman más de 100, y en cada una de ellas cohabitan entre cinco y siete familias. La población que habita estas islas solía dedicarse a la pesca en el lago Titicaca, pero debido a la disminución de los recursos pesqueros, su principal fuente de sustento se ha vuelto el turismo.
La peculiaridad de estas islas radica en su capacidad para flotar, gracias a la raíz de la totora. Cortan grandes bloques de totora y los ensamblan de manera que forman una plataforma flotante que puede perdurar hasta 23 años. Para mantenerlas a flote, cada 20 días añaden una nueva capa de totora sobre la superficie de las islas y las aseguran mediante cuerdas, estacas y piedras que se hunden hasta aproximadamente tres metros de profundidad, como explicó el presidente de una de las comunidades locales.
Catedral de Puno
Se trata de un templo religioso ubicado en la ciudad de Puno, un edificio colonial que se erigió en el siglo XVII bajo la advocación de la Virgen de la Inmaculada Concepción. La construcción de este templo se inició en el año 1669 y no fue sino hasta finales de la década de 1760 que se terminó de construir. Aunque el edificio en sí se concluyó a mediados de 1757, ha experimentado diversas modificaciones a lo largo del tiempo, destacando entre ellas la adición de un reloj en la fachada principal.
Buque Museo Yavarí
La Asociación Yavarí, fundada en 1987, tiene como objetivo la restauración de la histórica embarcación de hierro, el primer buque museo en el país, junto con su gemelo, el Yapura. Estos buques fueron construidos en Inglaterra en 1862 por encargo del Mariscal Ramón Castilla, entonces presidente de la República del Perú. Gracias a los esfuerzos de conservación y restauración, la nave ha sido devuelta a su estado original.
El museo alberga una exposición que narra la historia de esta embarcación y de la flota del ago Titicaca durante el siglo XIX y principios del siglo XX. Destaca como la única embarcación en el mundo con casco de hierro en condiciones óptimas para navegar, equipada con un motor diésel sueco de la marca Bolinder, instalado en 1914. En su interior, conserva las piezas, muebles e instrumentos originales, además de una valiosa colección fotográfica. Los visitantes pueden solicitar con anticipación la puesta en marcha del motor para una experiencia única.
Complejo arqueológico de Sillustani
Se trata de un campo de tumbas de forma tubular que alberga los restos de individuos pertenecientes a la cultura Kolla. Su arquitectura es verdaderamente impresionante, ya que los mausoleos tienen alturas que oscilan entre cuatro, seis y doce metros.
Este sitio se encuentra ubicado en la ruta quechua y se sabe que en estas chullpas, los cuerpos enterrados eran momificados con el propósito de preservarlos en el mejor estado posible. Muchas de estas estructuras presentan tallas de animales, como lagartos, en su superficie exterior, entre otros detalles destacables.