En el corazón histórico del Perú, el Hospital Real de San Andrés se alza como el nosocomio más antiguo del país, un testigo perepetuo de siglos de servicio médico. Sin embargo, detrás de sus históricos muros, un hallazgo arqueológico excepcional ha revelado la presencia de un cementerio colonial, desenterrando un capítulo de la historia peruana que merece ser contada.
Ubicado en la cuadra 8 del jiron Huallaga, a pocos metros de la Plaza Italia, este hospital compartía su entorno con el antiguo edificio del Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando, inaugurado por el virrey Fernando de Abascal en 1811. Asimismo, se encontraba en las cercanías del Hospital San Bartolomé y el Hospital de Santa Ana, lo que lo convierte en un lugar idóneo para albergar el Museo de la Historia de la Medicina del Perú, perpetuando así su legado en el ámbito médico y cultural del país.
Inicios del primer hospital que se construyó en el Perú
En 1552, un hombre se alzó como un faro de esperanza en el Callejón de Santo Domingo, ofreciendo asistencia a los más desfavorecidos. Francisco Molina dedicó su vida con devoción a cuidar a los enfermos más vulnerables; sin embargo, con el constante aumento de pacientes, surgió la necesidad de recurrir a la caridad pública.
Es así que se dio inicio a una construcción que con el tiempo daría forma al hospital más antiguo de Sudamérica. La edificación del nosocomio tuvo el respaldo del virrey Andrés Hurtado de Mendoza. Según el artículo “El Hospital Real de San Andrés”, escrito por Agustín Iza y Oswaldo Salaverry, en esa época, a diferencia de la actualidad, el cuidado de los enfermos se consideraba un acto de caridad cristiana, ya que para muchos, la salud era percibida como un don divino y la enfermedad como una prueba de fe.
Al fundar un hospital, el objetivo fundamental era proporcionar un entorno propicio para una muerte digna. De modo que los peruanos que padecían enfermedades leves o curables eran atendidos en sus propios hogares. La mayor parte del tiempo, los enfermos eran cuidados por botiqueros del nosocomio, y quizás, una vez a la semana, recibían la visita de un médico titular que daba las indicaciones para su tratamiento.
El hospital San Andrés como centro psiquiátrico
En el Hospital Real de San Andrés existía un sector destinado al cuidado de personas que habían perdido su juicio, denominado “loquería”. En una ocasión, Casimiro Ulloa, citado por Juan B. Lastres, expresó su preocupación acerca de la condición de la “loquería” de San Andrés, afirmando que, a pesar de estar en condiciones no deplorables, tenía margen de mejora. Ulloa señaló que aunque existía un mayor nivel de higiene y vigilancia en comparación con otras instalaciones, aún había un largo camino por recorrer en la prestación de servicios públicos de este tipo.
Por otra parte, en 1853, el médico Miguel E. De los Ríos informó a la Sociedad de Beneficencia Pública sobre el estado lamentable de la “loquería” en el Hospital Real de San Andrés; asimismo, solicitó un trato menos cruel para los pacientes con trastornos mentales.
Los enfermos mentales eran sometidos a condiciones similares a las de la época colonial: encerrados en celdas sucias o atados con cadenas a las paredes, y a menudo eran víctimas de maltrato por parte de los cuidadores, quienes creían que la agresión era la mejor forma de controlar a los pacientes agitados o indisciplinados, así como a aquellos que perturbaban la paz de la institución o de sus propios cuidadores.
El desprestigio de la “loquería” de San Andrés y Santa Ana fue el catalizador que impulsó la creación del Hospital Civil de la Misericordia, comúnmente conocido como Hospicio del Cercado. Este nosocomio operó desde 1859 hasta 1917 y se convirtió en el nuevo hogar para los pacientes con trastornos mentales que previamente habían estado en una “loquería”.
El vínculo con las tumbas de algunos incas
Diversos relatos de historiadores antiguos hacen mención de la preservación de varias momias incas, incluyendo aquellas que pertenecieron al Sapa Inca Pachacútec, resguardadas en los confines del Hospital Real de San Andrés.
En tiempos recientes, distintas investigaciones arqueológicas han sido llevadas a cabo con el objetivo de localizar los restos del emperador inca, un hallazgo que sería de gran relevancia en el ámbito arqueológico si se lograra ubicar en alguna de las áreas aún por explorar dentro del hospital.
Además, según el arqueólogo Antonio Coello, quien lideró las excavaciones en el marco del último proyecto de búsqueda de las momias incas con el respaldo de la Universidad de Chicago y la National Geographic, sostiene que la probabilidad de encontrar dichos restos en un estado de preservación es cada vez menor.
“No creo que hayan logrado sobrevivir. Siempre se ha reavivado el testimonio de Garcilaso, pero mi hipótesis es que fueron destruidas después de la rebelión de Túpac Amaru, o en todo caso, no sobrevivieron a la humedad”, dijo Coello.
No obstante, en mayo del 2022, el equipo de Arqueología de Lima del Programa Municipal para la Recuperación del Centro Histórico de Lima (Prolima) emprendió un estudio en el predio en cuestión y descubrió más de 40 entierros humanos en la zona que en el pasado albergaba el antiguo camposanto del hospital. Asimismo, detectaron una cripta subterránea con una estructura abovedada de ladrillos que aparentemente estuvo en uso durante aproximadamente tres siglos.
El hospital San Andrés y su relación con la cirugía
El Hospital Real de San Andrés desempeñó un papel fundamental en la evolución de la educación médica y la práctica en el Perú. En 1792, el nosocomio se convirtió en la ubicación del primer anfiteatro anatómico del país. Además, en 1811, albergó la creación de la Real Escuela de Medicina de San Fernando, que es la actual Facultad de Medicina “San Fernando” de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. También, sirvió como la primera Casa de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl.
A medida que pasaron los años, el hospital San Andrés experimentó cambios y expansiones notables. En 1711, se estableció la cátedra de anatomía, con el Dr. José de Fuentidueñas como su primer catedrático. Sin embargo, este último no asumió la cátedra debido a su ingreso a la vida religiosa. No obstante, se estableció una relación crucial entre esta cátedra y el hospital, ya que se requería que el catedrático visitara el hospital semanalmente durante todo el año, acompañado de cirujanos y estudiantes, para realizar disecciones en los cuerpos de aquellos que habían fallecido en el hospital.
A pesar de la creación de esta cátedra, la enseñanza de la anatomía seguía siendo muy básica en ese período. Tanto el Hospital Real de San Andrés como otros nosocomios adoptaron la práctica de realizar demostraciones anatómicas siguiendo el modelo europeo, que no se limitaba a casos naturales, sino que se centraba en malformaciones. No fue hasta 1771 que se restableció la primacía de San Andrés como el hospital principal para la enseñanza de la anatomía y la cirugía en el país.
Los cambios del hospital San Andrés
En 1868, con la amenaza de la fiebre amarilla llegando a Perú, el presidente Pedro Diez Canseco promulgó un decreto para la creación de un hospital moderno y más espacioso, al que se denominó “Dos de Mayo”. Como resultado, el hospital de San Andrés continuó operando hasta el 8 de marzo de 1875, fecha en la cual todos los pacientes fueron trasladados al recién inaugurado hospital Dos de Mayo.
A lo largo de su historia, el edificio ha experimentado diversas transformaciones y cambios de uso. Tras su cierre como hospital, el lugar se convirtió en un convento, en el cual, se dice, se creó un postre elaborado por las monjas en una plancha de mármol que anteriormente había servido como la mesa de autopsias del hospital.
Posteriormente, el edificio albergó un colegio, el cual, por razones de seguridad, tuvo que reubicarse en otro sector de Barrios Altos. A lo largo de más de 400 años de historia, el hospital San Andrés ha sido subdividido, y en la actualidad ocupa un área de 5.000 metros cuadrados. El terreno pertenece a la Beneficencia de Lima y actualmente se utiliza como taller de restauración de valiosas piezas monumentales en colaboración con Prolima.