Las carreras de caballos tienen una importancia significativa en la historia de Perú, y su práctica y popularización en el país se relacionan con la influencia británica. En el siglo XIX, llegaron al país deportes que hoy son una parte fundamental de la cultura deportiva nacional, como el fútbol y el boxeo. Sin embargo, la hípica fue ganando terreno en suelo peruano.
Este deporte no es una invención reciente, ni mucho menos una importación única de Inglaterra. Sus orígenes se remontan a la antigua Grecia, donde ya se celebraban carreras en hipódromos. Con el tiempo, esta tradición se fue perdiendo y los lugares de las carerras de caballos se reemplazaron por circos y estadios.
Sin embargo, fue en el siglo XIX cuando las carreras de caballos tomaron impulso en Sudamérica, gracias a la influencia británica. En esa época, Perú estaba inmerso en el auge económico del guano, una riqueza que atrajo a inmigrantes de diversas nacionalidades, incluyendo a los británicos. Fue así como este emocionante deporte llegó a nuestras costas, de la mano de estos nuevos habitantes.
Orígenes en el Perú
El Puerto del Callao fue testigo de un momento histórico en la difusión de las carreras de caballos en el Perú. En la década de 1860, específicamente el 29 de febrero de 1864, se celebró la primera reunión de carreras organizadas de forma pública en nuestro país.
El evento contó con el apoyo del prefecto del Callao, el coronel Miguel Medina, y se llevó a cabo en la Cancha de la Mar Brava. El escenario estaba compuesto por un sencillo tabladillo de madera que hacía las veces de tribuna, y una pista que seguía el estilo inglés, con variadas imperfecciones y demarcada con sogas.
A pesar de su configuración, un poco precaria, estas primeras reuniones de carreras de caballos fueron un éxito. Así, el deporte ecuestre comenzó a popularizarse en la sociedad peruana, marcando el inicio de una tradición que perdura hasta el día de hoy.
¿Qué hipódromos había en Lima?
En la actualidad, el epicentro de las carreras de caballos en Lima es el Hipódromo de Monterrico, una instalación gestionada por el prestigioso Jockey Club del Perú. Esta institución no solo organiza las competencias ecuestres, sino que también se encarga de mantener viva una tradición.
En 1866, se intentó construir un hipódromo rudimentario en la Pampa del Pino, que hoy forma parte del concurrido barrio de El Porvenir. Sin embargo, el terreno pedregoso presentó desafíos insuperables, lo que llevó a la búsqueda de un lugar más adecuado.
Cuatro años más tarde, las carreras se trasladaron a la hacienda limeña Chacra Colorada, en lo que hoy conocemos como el barrio del mismo nombre, en Breña. Sin embargo, la búsqueda del lugar perfecto continuó, y finalmente se encontró en La Legua, un punto intermedio entre Lima y el Callao. Fue allí donde se construyó el primer hipódromo permanente de Perú.
Una de las reuniones más memorables del hipódromo tuvo lugar el 26 de diciembre de 1876, con un propósito altruista: recaudar fondos para la iglesia de Chorrillos. El juez principal de ese evento histórico fue un personaje ilustre de la historia peruana, el valiente Miguel Grau Seminario, quien ya había alcanzado notoriedad como oficial de la Marina de Guerra.
Este hipódromo se conoce como Cancha Meiggs, en honor al ingeniero estadounidense Enrique Meiggs, famoso por su labor en la construcción del Ferrocarril Central del Perú. El empresario no solo trazó la pista en La Legua, sino que también erigió tribunas de madera. El hipódromo fue inaugurado en 1877 y perduró hasta 1902.
El interés por la cría de caballos de carrera floreció en esta época, destacando haciendas como San José de Cañete y Palo Seco de Chimbote. Sin embargo, la Guerra del Pacífico provocó una pausa en este desarrollo. La normalidad regresó en la década de 1890, tras la guerra civil y la victoria de Nicolás de Piérola.
Para atraer a un público más amplio, el Jockey Club comprendió la necesidad de construir un nuevo hipódromo. A finales del siglo XIX, obtuvieron una concesión de la Municipalidad de Lima para usar los terrenos del fundo Santa Beatriz durante 99 años.
Así, en julio de 1903, se inauguró el hipódromo de Santa Beatriz, con sus icónicas tribunas moriscas, que acogieron a los aficionados limeños durante 35 años en lo que hoy conocemos como el Campo de Marte.
En la década de 1920, el hipódromo vivió su época dorada, construyendo una pista de 2 mil 400 metros en terrenos cedidos por el presidente Augusto B. Leguía. Durante este período, se celebraron carreras internacionales en conmemoración del centenario de la Independencia y el de Ayacucho, y se presentó la tribuna de socios, la única estructura que aún perdura desde entonces.
Tras la caída del gobierno de Leguía, la pista volvió a tener una longitud de 1.600 metros, una característica que mantuvo hasta 1938.
La construcción del Hipódromo de Monterrico
El Hipódromo de Monterrico, un importante lugar en el mundo de las carreras de caballos en Lima, tiene una historia que refleja la evolución de la ciudad y la pasión por este deporte. Su origen se remonta al auge y crecimiento extraordinario de Lima, lo que determinó la desaparición del antiguo hipódromo Santa Beatriz.
Enrique Ayulo Pardo, quien en ese entonces era el presidente del Jockey Club, logró un acuerdo con el gobierno del Mariscal Oscar R. Benavides para la construcción de un nuevo lugar para la carrera de caballos. A cambio de esta iniciativa, la institución se comprometió a devolver los terrenos de Santa Beatriz, que ahora se encontraban en el centro de Lima.
El lugar seleccionado para el nuevo hipódromo fue la avenida Salaverry, en el área conocida como el fundo San Felipe. Esta locación se convertiría en el nuevo epicentro de las carreras de caballos en la ciudad. La inauguración se realizó el 4 de diciembre de 1938, marcando un momento significativo tanto en el ámbito social como deportivo de la ciudad.
A pesar de su relativa juventud, el hipódromo ya había sido testigo de notables eventos, incluyendo el prestigioso Gran Premio Internacional Presidente de la República del Perú de 1952. Sin embargo, a medida que la afición por las carreras de caballos en Lima creció sin precedentes, el espacio de San Felipe se volvió insuficiente. Esto llevó a la consideración de un nuevo centro hípico, adecuado al creciente progreso de la industria.
El nacimiento del Hipódromo de Monterrico en 1946 representó un hecho revolucionario del deporte ecuestre en el país. En un lapso de tan solo 15 años, impulsado por el entusiasmo y esfuerzo de muchas personas, este nuevo recinto se convirtió en una realidad y uno de los más modernos de Sudamérica en su época.
Varios dirigentes como Miguel J. Fort, Pedro García Miró, Ernesto Ayulo Pardo, Oscar Berckemeyer Pazos y Gustavo Prado Heudebert jugaron un papel crucial en la construcción de este escenario. Además, en la actualidad el presidente, César A. del Río Suito continúa liderando los destinos de esta institución.
El ganador de los premios importantes
En las crónicas de las entrevistas realizadas por el programa Sucedió en el Perú, surge la historia de uno de los caballos más destacados en el mundo ecuestre peruano: Santorín. Este purasangre peruano, nacido en 1970, fue uno de los más importantes en el Hipódromo de Monterrico e incluso a nivel internacional.
Santorín, hijo del británico Biomydrin y de la yegua argentina Missing Moon, se convirtió en una leyenda al ser el primer caballo en la historia del hipódromo en ganar la “Cuádruple Corona”. Este prestigioso logro incluía la victoria en los Clásicos Polla de Potrillos, Ricardo Ortiz de Zevallos, Gran Derby Nacional y Gran Premio Nacional Augusto B. Leguía, todos en 1973.
El 13 de mayo, en su tercera actuación en las pistas, obtuvo su primera victoria en los mil 400 metros del Clásico Carlos II Watson, ganando con un margen de 2¼ cuerpos y registrando un tiempo de 1 minuto y 25 segundos. Su racha de triunfos continuó el 3 de junio al vencer a Charmant por un cuerpo en los mil 500 metros del Clásico Augusto N. Wiese, con un tiempo de 1 hora, 31 minutos y 2 segundos.
El 30 de diciembre, el caballo ganó el Gran Premio Nacional Augusto B. Leguía, estableciendo un récord al ser el primer equino en ganar las “Cuatro Coronas” del hipismo peruano. Esto sucedió después de sus triunfos en tierras americanas.
Lamentablemente, la carrera de Santorín llegó a su fin el 19 de diciembre de 1993, cuando falleció. Sus restos descansan en el museo que se creó en su honor. Una placa en su antigua cuadra lleva la inscripción: “Di todo por mi dueño y juntos compartimos la gloria”.