La muerte es uno de los eventos inevitables de la vida, ese momento al que caminamos desde que llegamos al mundo y que desde siempre ha marcado la forma en la que el ser humano percibe su existencia. Por supuesto, con el pasar del tiempo el concepto de la muerte ha cambiado, pero el temor sigue latente.
Habiendo comentado ello, en muchas culturas la muerte es vista como un reinicio de la vida; en otras, implica reencarnación. Hay también quienes creen que más allá de la muerte no hay algo tangible, pero indistintamente de la creencia que uno pueda tener, se sabe que en algún momento dejaremos esta vida terrenal y que estaremos en un cementerio.
Antiguamente, las personas enterraban a sus fallecidos donde consideran apropiado. El tiempo pasó y esto se volcó también hacia las iglesias, donde pudieran estar cerca de la religión. Sin embargo, las condiciones insalubres dieron paso a espacios más amplios como son hoy en día los cementerios.
En Perú hay más de uno y están ubicados en diferentes lugares; algunos con un legado histórico impresionante; otros son un poco más modestos y unos pocos con una carga de tradición inigualable. Por ejemplo, el cementerio Virgen de Lourdes, popularmente conocido como Nueva Esperanza, es el camposanto más grande de latinoamérica. Esta es su historia.
El cementerio de todas las sangres
Lima, la ‘Ciudad de los Reyes’, sufrió un proceso importante de migración interna durante el siglo pasado como producto de las duras condiciones que afrontaban miles de peruanos lejos de la capital. Como es sabido, este lugar se había vuelto para algunos la materialización del sueño de tener un futuro mejor y la meca de las oportunidades.
Esto no fue así. Tras su llegada a la capital, los inmigrantes pudieron darse cuenta que no había muchas oportunidades laborales y que más de un paisano pasaba penurias económicas.
Empobrecidos, muchas veces marginados, pero con una mochila llena de sueños y ganas de salir adelante, estos ciudadanos se establecieron en algunos espacios, como la zona sur, para empezar su nueva vida. El distrito de Villa María del Triunfo, que se fundó en 1961, nace en un lugar donde luego convergieron personas de distintas culturas.
Con la fundación de este nuevo distrito, naturalmente surge la necesidad de un espacio donde enterrar dignamente a los fallecidos.
En una situación de carencias económicas, pagar un nicho en alguno de los camposantos de la capital era una tarea casi imposible, por lo cual se vieron obligados a usar el espacio descampado cercano a la zona donde se habían asentado, Villa María del Triunfo, dando paso así a las primeras tumbas que no tenían un costo, pero sí un gran significado para los deudos. No se sabe con exactitud cuándo empezaron los entierros en el terreno que hoy ocupa el cementerio de Nueva Esperanza, pero es seguro que ya se usaba como última morada de los fallecidos antes de su formalización también en el año 1961.
Así, había nacido el cementerio Virgen de Lourdes, el cual es conocido como Nueva Esperanza. Según informa la página oficial del Gobierno, se estableció un espacio de 60 hectáreas para el camposanto y hoy en día se estima que contiene al menos un millón de nichos. Cuenta incluso con una pequeña capilla que es también visitada por los asistentes.
Amplia tradición
El cementerio Nueva Esperanza se levanta como un colosal gigante en medio del árido suelo del sur de Lima. A primera vista es una necrópolis que no parece tener final. Camines por donde camines encontrarás una serie de nichos, tumbas bajo suelo y hasta mausoleos que son bastante llamativos. Este panorama no se repite en cementerios tradicionales, los cuales tienen pabellones lúgubres que hacen juego con el cielo limeño.
Aquí, por el contrario, es fácil encontrar colores vibrantes y un particular desorden que le da un aire laberíntico al espacio.
Pero eso es solo el comienzo, ya que Nueva Esperanza se ha posicionado como un lugar donde la vida convive en armonía con la muerte, especialmente cuando llega el 1 de noviembre, Día de Todos los Santos. En esta fecha, el cementerio cambia por completo su rostro y se puede experimentar la cultura viva de diferentes lugares del país.
Usualmente, los familiares de los fallecidos preparan las tumbas con diferentes arreglos para darle un toque diferente y honrar a aquellos que partieron. La mayoría de los deudos se dan una cita en un cementerio para homenajearlos con comida, música y otros regalos. Hay algunos que llevan arpa, violín y otros instrumentos que amenizan la reunión de almas que están en este mundo terrenal. Es preciso indicar que hay otras personas que se aventuran a realizar danzas tradicionales.
No puede faltar, como en toda celebración, la venta de gastronomía en los alrededores, entre otras cosas que promueven en gran medida la economía para los vendedores. Muchos de ellos se vieron afectados durante la temporada de pandemia, al igual que los deudos que fueron impedidos de visitar a sus seres queridos debido a la emergencia sanitaria.
La tradición destila por doquier, y la alegría se entremezcla con una lágrima dedicada a quienes ya no están.
El espacio es también catalogado como un lugar turístico para realizar actividades culturales durante la celebración del Día de Todos los Santos y se estima que recibe al menos dos millones de personas cada año.
¿Cuál es el horario?
Según informa la página oficial del Gobierno peruano, el horario para visitar el camposanto va desde las 8:00 hasta las 2:00; esto aplica de lunes a viernes. Respecto a los fines de semana, el horario es el siguiente: de 8:00 a 13:00. Sin duda alguna, el cementerio es un lugar donde se encuentran las culturas vivas del país y sus diferentes tradiciones.