En las pintorescas calles del Centro Histórico de Lima, resuenan historias que han perdurado a lo largo de las generaciones. Desde la época colonial hasta la era republicana, todas estas narraciones poseen un valor intrínseco, pero indiscutiblemente algunas destacan por su asombrosa arquitectura, su estilo artístico excepcional o por ser el escenario de eventos históricos trascendentales.
Dentro de este contexto, emerge un monumento que capta la atención de manera especial. Entre el cruce de los jirones Carabaya y Junín, frente a la Plaza Mayor, se encuentra la icónica Casa del Oidor. Este recinto recibió su nombre debido a que era el sitio en el cual los jueces designados por el rey escuchaban las quejas y peticiones del pueblo para garantizar la administración de justicia.
Los balcones de tonalidad verde se distinguen por su simplicidad y cumplían la función de brindar a los visitantes y a las tapadas limeñas una vista panorámica de la Plaza Mayor, permitiéndoles presenciar las festividades y eventos de la ciudad.
Este patrimonio cultural, construido a finales del siglo XVI por el tesorero de la corona, Alonso Riquelme, nos sumerge en una historia fascinante que merece ser transmitida. En el transcurso de esta nota exploraremos el pasado de Lima y el legado extraordinario de la Casa del Oidor, un tesoro patrimonial que justifica su continua revitalización, con el propósito de que las personas sigan valorando su importancia histórica y cultural. La Casa del Oidor es un testimonio vivo de la rica historia de Lima y un tesoro que merece ser custodiado para las generaciones venideras.
La construcción de la Casa del Oidor
La crónica de Bernabé Cobo nos permite comprender cómo, durante los primeros años de la colonia, Francisco Pizarro encomendó la construcción de edificaciones en dos de los cuatro terrenos a Alonso Riquelme, quien desempeñaba el cargo de tesorero de los conquistadores. Según las crónicas de la época, el primer ocupante de este recinto fue Gaspar Melchor de Carbajal, quien ejercía como procurador general de indios y alguacil mayor de rastros y mercados de la Ciudad de los Reyes, siendo responsable de escuchar las quejas de los vecinos. Fue gracias a su influencia que la casa pasó a conocerse como la Casa del Oidor.
En el siglo XVII, el patrimonio cultural experimentó varias transformaciones, las cuales se debieron al terremoto del 28 de octubre de 1746 ocurrido en Lima. Tras este evento, se llevó a cabo la reconstrucción del segundo piso, incluyendo el famoso “balcón corrido”, que llegaría a ser uno de los más extensos de Lima.
Desde el exterior de la casa, también se pueden observar características notables que atraen la atención de los visitantes. En particular, destacan las celosías, un estilo arquitectónico que permitía ver desde el interior hacia el exterior, pero no al revés. En su mayoría, las mujeres de la época utilizaban este balcón para observar las actividades que tenían lugar en la Plaza Mayor sin ser vistas.
Además, según Jorge Ubillús, guía de turismo de las edificaciones de Lima, otro personaje histórico que recorrió los pasillos de la Casa del Oidor fue don José de San Martín. Tras el estallido de la Independencia, el libertador se situó en el balcón de esta edificación histórica para recibir los elogios de la sociedad limeña.
La esquina del ‘Mundo, demonio y carne’, según Ricardo Palma
A través de sus célebres “Tradiciones peruanas”, el bibliotecario mendigo, Ricardo Palma, inmortalizó una gran cantidad de anécdotas populares. Su estilo abarca un amplio espectro que va desde el humor hasta la tristeza, pasando por la ironía y la meticulosa recopilación de datos. Palma nos transporta a escenas y relatos diversos de la naciente república peruana, y entre ellos, se encuentra una curiosa historia relacionada con la Casa del Oidor.
Con el transcurrir del tiempo, este lugar cultural se transformó en un hotel, y Ricardo Palma lo describió como un sitio donde las parejas se encontraban para encuentros amatorios, por lo cual lo bautizó con el sugestivo nombre de ‘Mundo, demonio y carne’. Sorprendentemente, esta frase aún adorna la fachada del edificio, manteniendo viva una parte de su rica historia.
¿Por qué se le llamó la Casa del Oidor?
En la época virreinal, este lugar se destinó a ser la sede de la Real Audiencia, la máxima instancia de justicia en la que los magistrados letrados, designados por el rey, administraban la justicia. El oidor era el funcionario encargado de atender las quejas y reclamos del pueblo durante el periodo del virreinato. Luego, transmitía esta información al monarca para abordar y resolver los problemas de la ciudad.
Sin embargo, la particularidad de su nombre se remonta al primer huésped del recinto cultural: Gaspar Melchor de Carabajal, ya que él era el responsable de escuchar las quejas de los vecinos, logrando así buscar soluciones desde su cargo como procurador general de indios.
La Casa del Oidor en la actualidad
Tiempo después, este lugar quedó abandonado durante muchos años, lo que llevó a que decenas de familias ocuparan sus diferentes cuartos. Sin embargo, en 1970, Alfonso Pérez Bonani tomó la decisión de adquirir la propiedad y comenzó a invertir tiempo y esfuerzo en la recuperación de este importante monumento histórico. Posteriormente, transmitió este legado a su hijo, Gonzalo Pérez-Bonay, quien en la actualidad se encarga de preservar este patrimonio cultural.
A lo largo de las etapas de restauración de este patrimonio, han coexistido diversos negocios, desde reconocidas zapaterías hasta la instalación del Museo del Pisco en la actualidad. En 2014, se inició un proyecto con el objetivo de resaltar el valor de este recinto, y se dio inicio a la reconstrucción del segundo nivel, que se caracteriza por su estilo republicano.
Durante una entrevista con la Municipalidad de Lima, Gonzalo Pérez-Bonany, el actual propietario de la Casa del Oidor, dijo que su principal objetivo es seguir revitalizando este lugar para que las personas continúen apreciando el valor histórico de este patrimonio cultural.