Martin Scorsese vuelve a presentar una historia protagonizada por la avaricia, la traición y el abuso, con menos sangre que en filmes anteriores, pero igual de brutal y punzante. Tres horas y 26 minutos es el corte final de ‘Killers of the Flower Moon’ (Los asesinos de la Luna), pero son apenas unos segundos de la cinta que han construido un puente entre la historia ubicada a inicios del siglo XX y este espectador que sobrevive la segunda década del XXI.
“Gracias”, respondió el presidente de los Estados Unidos ante las súplicas de Mollie Burkhart (Lily Gladstone) para que el gobierno se hiciera cargo de las investigaciones por la muerte de decenas de miembros de la nación Osage a quienes las reservas de petróleo en el ahora llamado Oklahoma habían convertido en millonarios. Un gracias sin vida, perdido, desinteresado, protocolar y falso fue todo lo que recibió la moribunda mujer.
No son pocos los que hoy escuchan la misma respuesta. No son pocos los líderes indígenas asesinados en la actualidad y no han sido pocas las veces que sus familias han viajado cientos de kilómetros para pedir ayuda y recibido mucho menos que ese gracias inservible. Lo único que han tenido enfrente ha sido indiferencia y una estadística de asesinatos que no hace más que aumentar con el paso de los años.
Solo entre el 2016 y 2021, 58 hombres y mujeres indígenas fueron asesinados durante el intento por defender su territorio en Brasil, Colombia, Ecuador y Perú, según datos de Global Witness y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). ‘Killers of the Flower Moon’ retrata una maquinaria violenta y despiadada a la que la distancia, el racismo y los prejuicios han favorecido, tal como sucede hoy en nuestras narices.
¿Es obligación de todos reaccionar ante la violencia de la que somos testigos? Quizás no. Responder esta pregunta tomaría horas de debate, pero no se podría dejar de decir que sí sería lo más humano. Hoy la preocupación parece más centrada en la intensidad del rojo en una camiseta que en la sangre que sigue derramándose. Hoy, como siempre, nuestra mirada apunta al vacío y da la espalda.
Los que hoy tienen poder no han mostrado mayor interés por atender esta problemática y lo mismo sucederá con la siguiente generación de políticos, a menos de que el arte deje de ser visto como un elemento decorativo y recupere su capacidad de sensibilizar a hombres y mujeres. Que capture los sentidos de las personas y dé que hablar, que se discuta, transforme y difunda, pero ya no únicamente en círculos minúsculos.
Las lamentables discusiones en redes sociales, los conflictos armados que a estas horas siguen cobrando cientos de vidas y los fenómenos políticos extremistas son una muestra de que hace falta nutrir nuestra sensibilidad. Hoy tenemos a ‘Killers of the Flower Moon’ como herramienta para despertar a nuestros sentidos, aprovechémoslo antes de que nuestra última esperanza sea preguntarle a la inteligencia artificial cómo resolver la última catástrofe de la humanidad.