Victoria Weissberg, la peruana que sobrevivió al horror nazi en cuatro campos de concentración durante el Holocausto

El periodista Hugo Coya, autor de “Estación Final”, recoge esta y otras historias de peruanos que murieron en las cámaras de gas o fueron héroes anónimos en los campos de exterminio.

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Hugo Coya narra la historia
Hugo Coya narra la historia de los peruanos en el holocaustos en su libro "Estación Final", donde también se dio a conocer la historia de Victoria Weissberg, una peruana sobreviviente. Foto: ernestojerardo.com / Twitter Hugo Coya

Hay episodios de la historia del mundo que han pasado a la memoria colectiva debido al nivel de espanto que generaron y siguen sorprendiendo con el paso de los años. La Segunda Guerra Mundial fue uno de ellos, un evento que mermó la vida de millones de inocentes y dejó imágenes que se impregnan en la retina del espectador, ese que tras casi un siglo, sigue mirando al pasado con el afán de conocer los hechos que cambiaron por completo el escenario a nivel global.

Al contemplar ese periodo histórico es imposible pasar por alto los pormenores. Bien se hace en recordar momentos como la infame bomba atómica, regímenes de gobierno dañinos, o el horror que miles de judíos experimentaron en los tristemente célebres campos de concentración.

No es un secreto que estos espacios tenían como fin principal el asesinato sistemático y en masa, hechos condenables que fueron perpetrados principalmente en contra de personas cuyo único pecado fue no nacer alemanes durante el gobierno de Adolf Hitler.

Es natural pensar que la mayoría de las víctimas pertenecían a tierras alemanas, polacas, y principalmente zonas aledañas de la vasta Europa. Pero, ¿alguna vez nos hemos preguntado si hubo peruanos que padecieron este calvario? ¿Que murieron en el anonimato, sin voz, y sin recuerdos de su paso por esta vida?

Esta premisa fue la que llevó al periodista Hugo Coya, autor de “Estación Final”, a llevar a cabo una ardua investigación que ofreció como resultado, entre otras cosas, un número: 22.

A simple vista parece no decir nada, pero es exactamente ese el número de compatriotas que perecieron producto de la guerra, lejos del Perú, en la frialdad de un campo de concentración, víctimas del gas, del plomo y del olvido. Sus historias, recogidas en Estación final, son por lo menos crudas y dolorosas. Pero no hay recuerdos sin dolor cuando se trata de la guerra, lo que hace necesario rememorar los hechos tal y como ocurrieron.

Una sobreviviente en el Holocausto

Así eran los vagones donde
Así eran los vagones donde se llevaba a los prisioneros en la Alemania Nazi. Foto: Archivo

Victoria Weissberg tenía tan solo 19 años cuando fue separada de sus padres y hermanos. Todos fueron internados en el campo de concentración de Auschwitz. Ella no los volvió a ver jamás.

Nació en Lima, en 1925, hija de una madre turca y un padre griego, sus primeros recuerdos son de Perú, lugar al que sus padres, quienes se habían casado en Chile, llegaron debido a que tenían amigos y no tardaron mucho en acostumbrarse a la vida en el país, especialmente a Trujillo, donde vivieron durante algún tiempo.

Desde muy joven aprendió sobre Perú gracias a los viajes que realizaba junto a su padre, sin embargo, pasado el tiempo migraron hacia Francia, donde la vida sonreía y la idea del antisemitismo no pasaba por la cabeza de la familia.

Los años pasaron y las noticias que llegaban sobre la guerra por aquellas aquellas épocas eran tomadas como rumores. Pronto Victoria y su familia supieron de primera mano que todo era real, ya que en un abrir y cerrar de ojos no solo estaban siendo detenidos, sino también deportados desde el campo de tránsito de Drancy, lugar al que llegaron unos miles de judíos para ser enviados a los campos de concentración. Ser peruanos no fue suficiente para que Victoria y sus hermanos se salvaran de tomar un tren que los conduciría hacia Auschwitz.

Al llegar allí no hubo tiempo para un adiós. Los pocos que lograban resistir los viajes en vagones hacinados, sin comida y en las peores condiciones imaginables, arribaban a los campos solo lo suficientemente conscientes como para considerarlos vivos. Aquí muchas veces enfrentaban destinos peores que la muerte.

Victoria supo al poco tiempo de permanecer en ese infierno que su familia ya no estaba en este mundo y la carrera por sobrevivir empezó con un tatuaje en el brazo que marcaba su nueva identidad: A-7085. Para los nazis, los prisioneros eran menos que un número.

Imagen de archivo del campo
Imagen de archivo del campo de exterminio nazi de Auschwitz en Oswiecim, Polonia. 27 enero 2010. REUTERS/Kacper Pempel

Entre trabajos forzados, noches frías, oscuras y silenciosas, el hedor a muerte por doquier y la absoluta incertidumbre, Victoria Weissberg logró resistir en nada menos que cuatro campos de concentración, esquivando ese destino final en más de una ocasión.

Cuando terminó la guerra y la Alemania Nazi caía poco después de la muerte de su sanguinario líder Adolf Hitler, muchas personas no tenían idea de que esta había llegado a su fin. Solo fueron conscientes de ello cuando las tropas aliadas los encontraban para darles la noticia. Imposible imaginar el sentir de aquellos desdichados que, aunque vivos, caminaban en una libertad desgarrada y sin norte fijo.

Weissberg sobrevivió. Quién sabe si cada noche en las hacinadas barracas, donde llovían cenizas y el frío calaba los huesos, soñaba con su natal Perú, o los años tranquilos en Francia.

Hoy ella ya no está. Falleció en 2016, pero logró vivir una vida lejos del espanto, llena de hijos, nietos, bisnietos y una paz que muchos no alcanzaron, pero anhelaban mientras se aferraban a la vida frente a la maquinaria de asesinato Nazi.

Sin embargo, por mucho tiempo no habló sobre su historia, y ni el mundo ni la patria que la vio nacer supieron lo suficiente de ella. Hugo Coya explica con detalles esta y otras historias en Estación Final. Para Infobae Perú, contó también cómo encontró a Victoria cuando ya estaba a poco de cerrar la publicación del libro.

“Me invita el Yad Vashem, que es el mayor museo del holocausto del mundo en Israel, a un conversatorio sobre latinoamericanos muertos en los campos de exterminio, y al final me dicen que querían hacerme un regalo. A raíz de que tú has insistido tanto y nos estuviste pidiendo, hemos investigado y hemos encontrado que había un grupo de fichas de algunos testimonios que no estaban en nuestra base de datos, que no habían sido incorporados a la base de datos, y entre ellos hay una peruana. Yo digo: ‘entonces no son 21, son 22′. Y sí, y por lo menos en esa época, cuando se ha llenado la ficha, esta peruana sobrevivió”.

Coya explica que contactar con ella requirió una investigación minuciosa, hasta que logró dar con su ubicación en Estados Unidos. Según relata, ella no hablaba del tema debido a lo doloroso que era, sin embargo, logró escuchar su historia durante una reunión informal que contó con la presencia de toda la familia de Victoria que se reunía el 4 de julio, día de la Independencia en Estados Unidos.

“Nos reunimos en su casa y comenzó a contar su historia, pero con lujo de detalles. Mi camarógrafo estaba ahí, lloraba. Su familia lloraba, todos se abrazaban, fue una cosa indescriptible. Durante tres días tuve la oportunidad de escuchar un tramo hasta completar toda la historia de ella. Había estado en cuatro campos y había sobrevivido. A la hora que regreso para cerrar el libro o para incorporar ese capítulo, escucho mis grabaciones. Yo decía, ¿con qué derecho voy a intervenir yo como periodista y convertirlo en una crónica? [...] Y hago esta síntesis de las cosas con sus propias palabras. Por eso que ese es el único capítulo de Estación Final que vas a encontrar en primera persona [...] yo no he agregado una coma, lo único que he hecho es tratar de hacer una síntesis”, precisó para Infobae Perú.

Compatriotas con nombre propio

Intentar hablar de las historias de aquellos que murieron durante el régimen Nazi y la Segunda Guerra Mundial hoy es posible gracias a que han salido del anonimato. Vale mencionar, por ejemplo, el caso de Magdalena Truel Larrabure, quien nació en Lima, pero se convirtió en una heroína en Francia tras salvarle la vida a más de un niño judío y miembros de la resistencia francesa falsificando documentos; o la de Héctor Levy Wurmser, peruano natural de San Luis de Cañete, quien terminó en París en el momento equivocado y fue llevado a Auschwitz, donde vio partir a sus padres, esposa e hijos, Gerard, de cuatro años y Michelle de siete meses. Murió fusilado poco después.

“Para mí fue también algo doloroso descubrir las historias”, explica Coya.
A la izquierda, Héctor Levy
A la izquierda, Héctor Levy y a la derecha Magdalena Truel. Fotos: Facebook San Luis de Cañete, Perú / Municipalidad de Miraflores

Existe una estatua en honor a Magdalena Truel Larrabure en Miraflores. Asimismo, hay una calle en San Luis de Cañete que lleva el nombre de Héctor Levy.

Ambos reconocimientos a estos peruanos ocurrieron luego de que se conociera su historia en Estación Final.

Un cuestionable papel

Los judíos que no lograban
Los judíos que no lograban escapar eran deportados a campos de concentración. Foto: Holocaust Encyclopedia

Mencionar que durante la guerra, en el país se emitió una cuestionable orden que implicaba no emitir visas ni documentos a judíos, orden que el entonces cónsul de Perú en Suiza, José María Barreto, ignoró salvando la vida de 58 judíos, entre ellos niños. El diplomático fue destituido y murió en la pobreza, para luego ser declarado Justo de las Naciones. Para el escritor y periodista, estos capítulos de la historia deben ser conocidos.

“Antes de escribir y de investigar sobre el tema conocía muy poco. O sea, conocía algo, pero no sobre el papel que jugó el Perú. Me siento, primero, avergonzado por el papel que cumplió Perú. Esta neutralidad era una neutralidad dudosa, porque en el fondo lo que hicimos fue ayudar. [...] El caso de estos niños huérfanos de la Francia no ocupada que la comunidad judía le pide al Gobierno peruano para que les den visa y que la comunidad judía se compromete a asumir todos los costos. Al Gobierno peruano no le iba a costar nada, era una cuestión de humanidad salvar a estos niños. Es una cosa que nos debe avergonzar, pero además nos debe hacer entender este capítulo y aprender para que no se vuelva a repetir”, enfatiza Coya.

Sobre “Estación Final”

Hugo Coya, autor del libro
Hugo Coya, autor del libro "Estación Final". Foto: Andina

Hugo Coya narró cómo fue el proceso de investigación para llegar a escribir Estación Final.

“Cuando tuve la oportunidad de visitar el campo de concentración de Auschwitz no lo dudé. Lo hice como cualquier turista, con la misma pretensión. Al final del recorrido, ya cuando estás a punto de salir del campo de concentración, te encuentras con algo terrible: un ranking macabro del número de muertos país por país. Y se me ocurrió una pregunta que yo como peruano, y creo que cualquier peruano se habría hecho, al menos eso pensé en ese momento, y más siendo periodista, ¿será que hubo peruanos aquí?”, dice a Infobae Perú.

Para él, esa fue la motivación que lo llevó a escribir uno de los libros de lectura obligatoria para todo aquel que busque conocer a profundidad un poco más sobre la historia del país en un conflicto de tal escala. Desafortunadamente, no había suficiente información sobre el tema.

“No sabíamos quiénes eran estas personas. Eso fue para mí el gatillo, como una especie de resorte que me motivó a comenzar a investigar. Y durante cinco años me dediqué a viajar, a consultar archivos, a buscar”, manifiesta.

Finalmente, el escritor logró publicar su investigación y expresó su sorpresa por el viaje que ha tenido el libro hasta el día de hoy, además del éxito que ha cosechado. No obstante, más allá de ello, se refirió al propósito que tiene su publicación.

“Cuando ocurren hechos tan terribles, no debemos esconderlos, debemos mostrarlos, debemos recordarlos, sobre todo porque la memoria es importante. Es importante para que no se repita. Aunque suene a cliché. Y ese es quizás el principal objetivo de este libro, el principal mensaje. ¿Qué es lo que pasó realmente? Debemos luchar y vigilar para que no vuelva a ocurrir, que nunca más nadie esté siendo perseguido, nadie que puede ser víctima por su condición étnica, por su orientación sexual, por cualquier cosa y pueda incluso perder la vida porque los peruanos les dimos la espalda. Ese yo creo que es el principal mensaje de mi libro y es la principal intención por la cual lo he escrito”, concluye.

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