La primera vez que vi a un niño interactuar con un libro como si fuera un juguete, supe que se trataba de “5 metros de poemas” de Carlos Oquendo de Amat. Mientras se entretenía con la obra compuesta por una especie de acordeón de una sola hoja, los adultos que miraban atónitos no se atrevieron a leerle uno de los poemas que salieron desde las entrañas del poeta mientras padecía momentos difíciles. De haber leído una estrofa, es probable que la alegría que envolvía el ambiente no se hubiera trastocado, ya que el escritor no plasmó en el papel los momentos difíciles que vivió.
El libro, al que hice mención, es un poemario que impactó no solo a los niños, sino también a los jóvenes y adultos, quienes se asombraron por la originalidad en la diagramación y los poemas, los cuales revolucionaron la poesía en las primeras décadas del siglo XX en el Perú.
“5 metros de poemas” es el único libro que escribió y publicó Carlos Oquendo de Amat. En él, se puede apreciar la marcada influencia del vanguardismo europeo, un movimiento literario que desafió las corrientes anteriores para establecer su propio estilo, el cual fue bien recibido por los intelectuales peruanos que también aplicaron los recursos novedosos en sus creaciones literarias. Sin embargo, pocos lograron destacar.
Muchos lectores quedaron cautivados por la obra de Amat, en la que no se abordan las penurias y los dolores que experimentó en su corta vida. Algunos podrían pensar que si no hubiera fallecido a una edad temprana, es posible que hubiera expresado en sus versos el dolor humano, al igual que lo hizo César Vallejo. Sin embargo, esta premisa puede que no tenga sustento, dado que el autor Mario Franco Inojosa escuchó al poeta decir que dejaría de escribir poesía definitivamente.
Ahora bien, la vida del poeta es poco conocida por un sector de la población, e incluso por los asiduos lectores de poesía. Ante ello, es pertinente abordar algunos pasajes desgarradores que no fueron plasmados en sus versos.
Perder a ambos padres es posiblemente una de las experiencias de dolor humano más intensas que alguien puede experimentar. Esto es lo que le sucedió a Carlos Oquendo de Amat, a quien la muerte le arrebató a sus padres, Zoraida Amat Machicao y Carlos Belisario Oquendo Álvarez; este último murió a causa de la tuberculosis.
Su padre fue médico y contrajo esa enfermedad mientras ejercía su profesión. Sobre la muerte del galeno, Rodolfo Milla escribió que sus familiares estaban al tanto de su enfermedad. “Carlos Oquendo Álvarez presentaba un cuadro de tuberculosis pulmonar, mal que por muchos años sobrellevó con entereza, pues sus conocidos estaban advertidos por él mismo, pero que se agravó con una de las tres plagas que azotaron Pomabamba, probablemente tifoidea, como señala Escudero Támara, la que finalmente acabaría con su vida en aquel fatídico año 18″, indicó. Es importante mencionar que Támara estuvo con el profesional de la salud en los últimos años de su vida.
En 1918 se reportaron casos de tifoidea, gripe española, tifus y peste bubónica, enfermedades que solían agravar la tuberculosis.
El cronista José Luis Ayala también se refirió a la muerte del médico: “La partida de defunción de Oquendo señala: Murió de congestión pulmonar, lo que indica que el médico Oquendo sabía perfectamente lo que ocurría en su organismo, esperó estoicamente el último minuto hasta que finalmente después de agotar la medicina que conocía, murió en las serranías del departamento de Áncash”.
La muerte de Oquendo Álvarez ocurrió cuando Oquendo de Amat tenía 13 años y ya estaba estudiando en el colegio Nuestra Señora de Guadalupe, uno de los centros educativos más prestigiosos del país a inicios del siglo XX. Gracias a una beca estatal, pudo completar la secundaria en esta institución como alumno interno. En cuanto a su desempeño académico, Ayala recogió el testimonio de Benjamín Caro Saavedra para describir cómo se destacaba en el colegio.
“El fuerte o mejor dicho los cursos en los que Oquendo se distinguía eran en los relacionados a historia y gramática, pero muy particularmente en ciencias naturales y conocimiento de fisiología, mientras nosotros podíamos jugar libremente durante las horas del recreo, ‘el Flaco’ Oquendo se quedaba en la clase sentado y sin mayor movilidad pero los inspectores se dedicaban a cuidar que nadie se quedara en la clase. Entonces Oquendo optó por subir al segundo piso y quedarse parado mirando a todo el colegio y francamente sin participar en nuestros juegos”, relató Caro, uno de los compañeros de Amat en la escuela secundaria.
Uno podría pensar que si dominaba la fisiología, ¿por qué no se convirtió en médico? La realidad nos dice que el desempeño en la escuela no necesariamente determina la elección de una carrera en el futuro. Lo cierto es que en su tercer año de secundaria, Carlos comenzó a inclinarse hacia la literatura. En 1919, el vanguardismo ya se había arraigado en Perú, y cada vez más intelectuales se interesaban en el movimiento. Ese año, Oquendo de Amat comenzó a leer textos vanguardistas de autores europeos.
Después de completar la secundaria, ingresó a la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde conoció a Xavier Abril, Enrique Peña Barrenechea y otros jóvenes apasionados por la literatura. En 1922, conoció a estas personas, quienes fueron testigos de las dificultades económicas que atravesaba, su enfermedad y, sobre todo, su talento.
Sobre su tiempo en la universidad, Ayala escribió: “Cuando en 1922 vivía, como dice Xavier Abril, en un cuartito oscuro, todo estaba decidido. Tal como lo aseveró Enrique Peña Barrenechea, Oquendo no tenía abrigo, enseres, cama donde descansar, luz eléctrica ni ropa. Pero ya era un poeta con una clara visión de lo que escribiría después. Los años 1921 y 1923 fueron para Oquendo muy duros (…)”.
Precisamente, en 1923 falleció Zoraida Amat Machicao, su madre. Esto le generó un profundo dolor, pero el desasosiego se habría apoderado años atrás al ver a su madre sumida en el alcohol. Según Emilio Vásquez, la mujer comenzó a beber luego de la ruptura sentimental con el médico, quien le fue infiel en más de una ocasión.
Sobre cómo fueron los últimos días de la madre de Carlos, Luisa Portillo de Oquendo contó detalles sobre el estado de salud de la mujer. “En sus últimos años se abatió ostensiblemente, descuidaba su apariencia personal y comenzó a perder interés hasta por las cosas más simples. De pronto un día ya no quiso comer y entonces se la pasaba encerrada en su habitación. Comenzaron a aparecer en ella manifestaciones neuróticas. Se había vuelto totalmente alcohólica. Sus cuñadas le quietaban las botellas de licor pero luego ella escondia otras que después bebía”.
La muerte de su madre lo afectó profundamente, pero no lo hundió. Por el contrario, utilizó ese dolor para crear arte. Prueba de ello fue la magistral obra vanguardista titulada “5 metros de poemas”, con la cual se inmortalizó y dejó una marca indeleble en el espectro literario. Se puede realizar un análisis riguroso de los poemas de Amat, pero eso implicaría sumergirse en tecnicismos.
Por lo pronto, es pertinente decir que el poeta plasmó en el papel imágenes casi oníricas de un mundo extraño. En la única hoja que mide aproximadamente cinco metros, se puede apreciar un panorama de poemas que se suceden uno tras otro, como si fuera una película en papel.
Entre los temas que abordó se encuentran la ternura de la madre y la mujer, el amor, la ciudad, la naturaleza y otros tópicos literarios que se presentan de una manera única, ya que el vanguardismo había calado hondo en su sensibilidad poética. Es importante destacar que el surrealismo, que va más allá de lo real para explorar lo irracional, se manifiesta en sus poemas.
“Para ti / tengo impresa una sonrisa en papel japón / Mírame / que haces crecer la yerba de los prados / Mujer / mapa de música claro de río fiesta de fruta / En tu ventana / cuelgan enredaderas de los volantes de los automóviles / y los expendedores disminuyen el precio de sus mercancías / déjame que bese tu voz / Tu voz / QUE CANTA EN TODAS LAS RAMAS DE LA MAÑANA”, se lee en una de las hojas que lleva el título Poema.
Si bien este fragmento aparece de manera tradicional en el párrafo anterior, es menester señalar que en la versión original las palabras están distribuidas de manera diferente. Esta libertad creativa que se permitió Amat se debe a la influencia del vanguardismo en su obra. Por ejemplo, los caligramas, un recurso propio de esta tendencia poética, se encuentra en algunas de las hojas de “5 metros de poemas”.
Esta forma de plasmar poemas en el papel era novedosa en las primeras décadas del siglo XX, y pocos escritores peruanos supieron utilizar el recurso vanguardista con maestría. Recordemos que la vanguardia surgió en Europa y luego llegó a Latinoamérica.
Respecto al estilo literario del vate, Ayala escribió: “El poeta asimiló las corrientes renovadoras de su época y quedó deslumbrado por la insurgencia de escribir una poesía distinta. Rebelde y revolucionario, decidió escribir de una manera absolutamente diferente a los poetas de su época. Debió haber leído con fervor los manifiestos del ultraísmo español y surrealismo francés, para desarrollar después su propio lenguaje, su singular universo lingüístico, con una clara conciencia renovadora”.
Por otro lado, Oquendo de Amat se involucró fuertemente en la política; esto ocurrió en 1934, año en el que luchó contra las feroces dictaduras militares del Perú. También es sabido que fue miembro del partido fundado por José Carlos Mariátegui. Debido a cuestiones políticas, se vio obligado a alejarse de su patria.
Aurelio Martínez entrevistó al escritor en 1930 sobre las motivaciones que lo llevaron a abrazar el marxismo, a lo que el escritor respondió:
“Fue un proceso dialéctico normal. Mi padre fue un liberal que se adscribió a la filosofía positivista de Augusto Comte. Hizo periodismo crítico destinado a fomentar la descentralización, combatió a la iglesia medioeval. Yo llegué al marxismo por mi propio análisis y convicción”.
La literatura pasó a un segundo plano en la vida del poeta. Según el testimonio de Mario Franco Inojosa, él mismo dijo: “Dejo definitivamente de escribir poesía, para escribir el más grande poema con mi vida”.
Aislado de su patria y de la literatura, Oquendo de Amat murió en España a causa de la tuberculosis. “En febrero de 1936, fue trasladado de Madrid al sanatorio para tuberculosos ubicado en Navacerrada. Allí falleció el 5 de marzo de ese año, antes de cumplir 31 años de edad y enterrado en una tumba perpetua adquirida por Raúl Porras Barrenechea”, escribió José Luis Ayala, uno de los investigadores de la vida y obra del poeta.
Poema del manicomio
Tuve miedo
y me regresé de la locura
Tuve miedo de ser
una rueda
un color
un paso
PORQUE MIS OJOS ERAN NIÑOS
Y mi corazón
un botón
más
de
mi camisa de fuerza
Pero hoy que mis ojos visten pantalones largos
veo a la calle que está mendiga de pasos.