La mayor expresión de religión católica que tiene el Perú es, que duda cabe, la del Señor de los Milagros. Y como tal está rodeada de innumerables manifestaciones que los fieles suelen seguir con toda la intención de expresar su fe al mundo.
No solo con cirios, hábitos con sus detentes, sahumando; pues también hay una que desde de hace más de 60 años se ha convertido en una tradición ineludible en estas fechas y es el himno que lo acompaña desde entonces.
Lo que muchos no saben es que el autor de las notas fue una destacada compositora limeña llamada Isabel Rodríguez-Larraín Pendergast que en un rapto de inspiración divina creó la conmovedora música y letra que acompañan con fervor cada año la procesión más grande del catolicismo peruano.
Su vida
Isabel Rodríguez-Larraín Pendergast, nacida en Lima el 5 de julio de 1903, fue hija de Emilio Rodríguez-Larraín Ruiz e Isabel Pendergast Bustillos. Su familia era profundamente religiosa, y nunca faltaban a misa diaria.
Con diecisiete hijos, Isabel era la cuarta de la prole y desde temprana edad demostró su talento en el solfeo y el piano, además de dominar el violín y la guitarra.
Su voz de soprano conmovía a aquellos que tenían el privilegio de escucharla interpretar obras de compositores como Chopin, Mozart o Strauss. Además, compuso numerosos valses al estilo de Strauss, una pastoral de Navidad, una pieza musical de carnaval llamada “Viene el diablo y también sopla” y otras composiciones.
Isabel amplió su conocimiento musical al estudiar en Roma, aprender a escribir música en Florencia y tomar clases de dibujo. En París, desarrolló su pasión por la lectura. A pesar de su gran talento, no tenía interés en buscar el estrellato en grandes escenarios.
Prefería compartir su música en capillas más íntimas y en eventos benéficos. Además de su carrera musical, trabajó como enfermera en Servicio Social.
Así se creó el Himno al Señor de los Milagros
Era octubre de 1953, cuando la Municipalidad de Lima anunció un concurso para componer el himno del Señor de los Milagros.
Entonces Isabel comenzó a explorar su devoción por la procesión y su amor por el Cristo de Pachacamilla. Desesperada al principio, buscó la inspiración y preguntó a la gente sobre lo que sabían de la procesión. Sin embargo, pronto se sintió descorazonada y permitió que pasara el tiempo. Cuenta la historia que solo fueron dos días, pero ella confesaría luego que eso le pareció una eternidad.
En un momento de profunda angustia, su padre le aconsejó que se dedique a la labor de escribir la partitura y la letra del himno. En esta tarea, Isabel contó con el apoyo de su amiga Mercedes de la Torre, quien le envió los materiales necesarios para la composición. Pasó más de una tarde entera ensayando pentagramas.
Cuando llegó el momento de escribir las primeras notas, su visión se nubló y lágrimas de emoción empañaron su trabajo. La tarea parecía abrumadora, y, exhausta, se durmió sin cenar.
Al despertar, Isabel tocó el piano sin descanso hasta el amanecer. A pesar de no estar segura de lo que estaba interpretando en ese momento, varios días después, escribió de un tirón la mayor parte de la marcha del Señor de los Milagros.
Para este proceso de composición se inspiró en las grandiosas salidas de la imagen del Señor de los Milagros desde su Templo y Monasterio, donde es custodiado durante todo el año. También se dejó llevar por la majestuosidad de la imagen que mira con amor a sus devotos.
Un himno que trasciende fronteras
Durante las procesiones organizadas por la Hermandad de las Nazarenas, el himno es interpretado con gran fervor por la banda de la Guardia Republicana del Perú. Isabel Rodríguez-Larraín Pendergast vivió sus últimos años con orden, formalidad y una profunda religiosidad.
Falleció el 28 de abril de 1991, a punto de cumplir 88 años de edad, dejando un legado que perdura como un himno de fe y devoción en las festividades del Señor de los Milagros.
¿Qué es la procesión del Señor de los Milagros?
Este suceso es un evento anual que tiene lugar en Lima, Perú, durante el mes de octubre desde 1687. Es una manifestación de devoción católica que atrae a millones de fieles. Durante esta procesión, los devotos visten de morado, emulando a las hermanas nazarenas, y llevan detentes como símbolo de devoción al Señor.
La historia detrás de esta devoción se remonta al siglo XVII, cuando un humilde mulato congoleño pintó la imagen del Cristo crucificado en un paño en el muladar de Pachamilla, una zona habitada por angoleños.
En 1655, un devastador terremoto sacudió Lima y El Callao, dejando miles de muertos y edificios derrumbados. Sorprendentemente, la imagen del Cristo Crucificado permaneció intacta en un frágil muro de adobe mientras todo a su alrededor se desmoronaba.
A lo largo de los años, la imagen atrajo a numerosos adoradores, aunque su adoración a menudo desafiaba a las autoridades religiosas y políticas. El Virrey intentó destruir la imagen, pero los intentos de borrarla se vieron obstaculizados por una serie de acontecimientos misteriosos, incluidos temblores y visiones. La insistencia de la gente en venerar la imagen finalmente prevaleció, y se convirtió en un objeto de devoción respetado.
El 20 de octubre de 1687, un maremoto azotó el Callao y parte de Lima, derribando la capilla que se había construido en honor a la imagen del Cristo, pero dejando en pie la pared de adobe con la imagen del Cristo Crucificado.
A partir de ese momento, la Iglesia aceptó y consagró su culto. Cada año, en los días 18 y 19 de octubre, tiene lugar la procesión del Señor de los Milagros y es
considerada como la más concurrida del mundo.
Letra del Himno al Señor de los Milagros
Señor de los Milagros,
a ti venimos en procesión
tus fieles devotos,
a implorar tu bendición.(bis)
Faro que guía,
da a nuestras almas
la fe, esperanza, la caridad,
tu amor divino nos ilumine,
nos haga dignos de tu bondad.
Señor de los Milagros,
a ti venimos en procesión
tus fieles devotos,
a implorar tu bendición.(bis)
Con paso firme
de buen cristiano
hagamos grande nuestro Perú,
y unidos todos, como una fuerza
te suplicamos, nos des tu luz.
Señor de los Milagros,
a ti venimos en procesión
tus fieles devotos,
a implorar tu bendición.(bis)