
Mientras viajamos en el transporte público, nuestros pensamientos fluyen constantemente, a menudo de manera incesante. Estos pueden involucrar desde las responsabilidades en el trabajo o en el centro de estudios hasta asuntos de índole sentimental. En una mañana gris, me encontraba en un bus de transporte público, conocido como ‘Los Chinos’, y al igual que los demás pasajeros, yo también estaba absorto en mis pensamientos. Sin embargo, un cartel luminoso captó mi atención.
Como era de esperarse, cada pieza gráfica llevaba el nombre de un cantante o grupo musical, la dirección del local y la fecha de presentación. Al verlo, una sonrisa se dibujó en mi rostro. La reacción que tuve no se replicó en la mayoría de los pasajeros, quienes miraban sus celulares o dirigían su atención a otros puntos. No obstante, algunos pudieron ver, nuevamente, los afiches coloridos que anunciaban conciertos en ‘El Huaralino’ o ‘Los Portales del Huayllabamba’, lugares donde la gente vibra al ritmo de orquestas de cumbia o huayno.
Es probable que los pasajeros que no se tomaron el tiempo de mirar estos papeles pintados con colores chirriantes sepan de lo que se anuncia en ellos. Esto se debe a que estos carteles se ubican en puntos estratégicos, lo cual garantiza que las personas se topen con ellos mientras viajan en el bus. En tanto, hay algunos que vuelven a ser cautivados por los colores fosforescentes, los cuales iluminaron al Perú en tiempos de crisis.

Precisamente, los ‘afiches chicha’ aparecieron en tiempos turbulentos para Perú. Era la década de los 80, y el terrorismo estaba dejando una estela de dolor en las familias, no solo en las provincias sino también en Lima. Estos carteles fosforescentes se pegaban en las paredes de las principales avenidas de Lima, como la Panamericana Norte y la Carretera Central. Mientras tanto, los terroristas de Sendero Luminoso realizaban ataques con metralletas y petardos de dinamita contra la delegación de la PIP (Policía de Investigaciones del Perú), derribaban torres de alta tensión y llevaban a cabo otros atentados.
El panorama sombrío de aquel entonces contrastaba fuertemente con los colores vibrantes de los afiches, que no solo iluminaban la vida de las personas, sino que también las conectaban con sus raíces. Al ver estas piezas gráficas, los pasajeros y transeúntes no solo se entretenían por un momento, sino que también recordaban los colores utilizados por los artesanos de la sierra. Nuestros compatriotas están lejos de su tierra, ya que a mediados del siglo XX migraron a Lima en busca de mejores oportunidades, sin imaginar que la vida se tornaría difícil y que los colores de su pueblo estarían presentes en carteles.
Así como Elliot, hay personas que están familiarizadas con esos colores, ya sea porque vivieron en alguna región del Perú o porque abrazaron la cultura de sus padres. Lo cierto es que los afiches llevan un mensaje implícito que conecta a los ciudadanos con sus raíces. Los peruanos que viven en el extrarradio de la ciudad han observado el arte gráfico desde un asiento del transporte público. En momentos de tristeza, estos carteles han sido un rayo de alegría con sus colores fucsia, amarillos, verdes y naranjas.

Si bien Elliot no es el creador de los ‘afiches chicha’, continúa el legado de su padre Fortunato Urcuhuaranga, quien fue uno de los precursores de este estilo artístico que surgió en la década de los 80, cuando solo cinco familias se dedicaban a crear estos carteles para promocionar grupos musicales de la época.
A lo largo de los años, la tradición de crear ‘afiches chicha’ ha continuado y se ha expandido, involucrando a más peruanos emprendedores. Cada uno ha impreso su propia tipografía, pero ha seguido usando los colores que se utilizaron originalmente en estos carteles. Una de las familias más destacadas en esta tradición es la familia Urcuhuaranga, que ha mantenido viva esta forma de expresión artística a lo largo de las generaciones, transmitiendo un legado de color y creatividad que sigue emocionando a quienes lo aprecian.
Fortunato Urcuhuaranga es un huancaíno que llegó a la capital con un sueño claro: crear un pequeño complejo artesanal en Lima donde se pudieran encontrar artesanías de los 24 departamentos del Perú, junto con su gastronomía típica. Sin embargo, no pudo concretar este proyecto debido a problemas con el terreno que había adquirido. En ese momento, no estaba solo en Lima; sus hijos también lo acompañaron. La necesidad se hizo más apremiante, y Fortunato decidió incursionar en la radio. Fue en ese ámbito donde se le ocurrió la idea de crear afiches para grupos musicales. En ese entonces, estas piezas gráficas aún no se conocían como ‘afiches chicha’. El nombre recién surgió en la década de los 90.

“En los últimos años de radio, me dediqué a promover espectáculos de folclore. En aquel entonces, había volantes y otras formas de difundir nuestros eventos; sin embargo, sentía que algo faltaba. Al analizar el impacto que tenía la radio, la televisión y los volantes en la transmisión de mensajes, me di cuenta de que no todos las personas se enteran por estos medios. Faltaba una forma de llegar a la gente que no está en casa, a aquellos que caminan por las calles. Fue entonces cuando comenzamos a trabajar en unos afiches y banderolitas pequeños. Esto solamente lo hacíamos para complementar y reforzar la promoción de nuestros eventos”, contó Fortunato al canal de YouTube Mario Chumpén.
Los primeros afiches que el entonces artesano creó eran para grupos musicales de Huancayo que viajaban a la capital para actuar frente a un público que, décadas atrás, había vivido en la sierra. Las numerosas presentaciones de estos cantantes en lugares como la Plaza de Acho, el Coliseo Amauta y otros escenarios populares aumentaron la demanda de afiches. En las décadas de los 80, era común que los artistas se acercaran a empresas para adquirir productos o contratar servicios. En este contexto, figuras destacadas como Chacalón, Los Shapis o Amanda Portales visitaron el taller de Fortunato ubicado en el kilómetro 12 y medio de la Carretera Central, en Pariachi. Los artistas pudieron apreciar el trabajo de estos afiches, lo que motivó y emocionó a los trabajadores de esa época.
Estas no son las únicas experiencias gratas que tuvieron como empresa. “Hicimos toda la señalización y promoción para los sectores de la feria Mistura. Esto nos indica que la acogida no se limita solo a espectáculos musicales”, afirmó Fortunato en 2012 en una entrevista con el canal de YouTube Mario Chumpén. Su organización también participó en la creación estética de la campaña de las Vírgenes de la Cumbia, una serie de televisión que se transmitió por un canal de señal abierta. A estos logros se suman los conseguidos por su hijo, Elliot Tupac, quien en una entrevista con Radio France Internationale mencionó que participó en tres campañas consecutivas de la Marca Perú.

Fortunato siguió con sus creaciones, atendiendo a las agrupaciones musicales que contrataban sus servicios, entre las que se encontraban Rossy War, Grupo Alegría, Dina Páucar, entre otros. Su éxito estaba estrechamente vinculado al éxito de los cantantes, y, en muchas ocasiones, su ganancia se incrementaba cuando le decían que realice cientos de afiches. Sin embargo, como en toda historia, también hubo momentos difíciles, como el que su hijo enfrentó en la década de los 90.
Es importante destacar que el término ‘chicha’ no fue acuñado por Fortunato ni por los grupos de música ‘chicha’. Según el padre de Elliot, un intelectual habría calificado su trabajo como ‘afiches chicha’. La prensa amarilla, conocida como ‘prensa chicha’, también fue etiquetada con este término. Ante esta situación, Elliot se sintió incómodo debido al uso despectivo del término.

“El término ‘chicha’ se usó desde los años 90 a nivel académico y mediático, pero de manera equivocada. No existe tal cosa como ‘cultura chicha’. Lima es tan diversa que no se puede definir con una sola etiqueta este arte popular. La chicha siempre fue una línea musical en los años 80, y esa música necesitaba un tipo de gráfica, lo que llevó al surgimiento del cartel ‘chicha’ como un proceso de serigrafía muy artesanal y económico en costos”, manifestó el artista visual a BiiA LAB.
El legado de Fortunato Urcuhuaranga ha trascendido generaciones, y el arte de su hijo, Elliot Tupac, llegó a Google. En 2017, la gigante de internet contrató los servicios del joven talento para diseñar el doodle que se publicó el 28 de julio en la página de inicio de Google. El buscador más utilizado del mundo describió el doodle con el siguiente texto: “… captura la impresionante belleza natural del Perú, desde el más mínimo aleteo de las alas del colibrí hasta los picos de Machu Picchu”.
Las personas seguirán empapelando las paredes de los distritos de Puente Piedra, Los Olivos, Ate Vitarte, Villa El Salvador y muchos otros, ya que los grupos musicales desean que sus nombres queden inmortalizados en papeles de colores vibrantes. Los ‘afiches chicha’ continúan siendo un símbolo que nos conecta con nuestras raíces y representan la diversidad de nuestra ciudad. Las nuevas generaciones podrían asociar estas piezas gráficas con una etapa oscura del Perú, pero sus padres les explicarán que se trata de un arte que encarna la peruanidad y ha superado las barreras sociales.
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