El emblemático colegio Nuestra Señora de Guadalupe que fue testigo de uno de los pasajes más terribles de nuestra historia

La institución educativa ha pasado por muchos cambios, pero también presenció desde el silencio, la violencia y el desdén que dejó la Guerra del Pacífico.

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El Primer Colegio Nacional Benemérito de la República Nuestra Señora de Guadalupe fue un colegio laico de educación pública fundado en 1840. Foto: Página oficial del Colegio Guadalupe
El Primer Colegio Nacional Benemérito de la República Nuestra Señora de Guadalupe fue un colegio laico de educación pública fundado en 1840. Foto: Página oficial del Colegio Guadalupe

Caminar por Lima es ir descubriendo, poco a poco, emblemáticos espacios que hablan por sí solos debido a la gran cantidad de historias que tienen para contar. Ya que es posible visitar desde huacas que datan del tiempo en que antiguas culturas florecían en estas tierras, hasta edificios virreinales y de la nueva república, con una arquitectura distintiva que ha quedado como recordatorio de la vida de antaño.

Algunos de estos lugares han sido testigos silenciosos de grandes eventos que cambiaron el rumbo del Perú y le dieron un nuevo rostro. Uno de ellos se encuentra en la concurrida avenida Alfonso Ugarte.

Con sus colores celeste y blanco, el plantel rompe la particular ‘armonía’ que generan los edificios grisáceos por efectos de la polución y el ruido de las bocinas de los autos destartalados que recorren día a día la avenida. Estamos hablando de la emblemática institución educativa Nuestra Señora de Guadalupe.

Su historia tiene larga data y empezó a escribirse un 14 de noviembre de 1840, un paso necesario para la naciente república que buscaba ofrecer una mejor educación a la ciudadanía. En tal sentido, el hacendado iqueño Domingo Elías y el español Nicolás Rodrigo, bastante acaudalado por cierto, impulsaron su construcción.

Bajo el nombre de Primer Colegio Nacional Benemérito de la República Nuestra Señora de Guadalupe, la institución se ubicó inicialmente en la calle Chacarilla del barrio de Guadalupe (en el actual Parque Universitario y detrás del actual Edificio Alzamora Valdez), donde permaneció una gran cantidad de años, hasta que en 1909 fue trasladado a la sede que todos conocemos hoy en día.

Empezó como un espacio para la educación primaria pero eventualmente tuvo la categoría para impartir enseñanza a nivel medio y superior. Posteriormente fue nacionalizado por el mariscal Ramón Castilla. Por sus aulas han pasado peruanos destacados, entre los que se puede mencionar al escritor Abraham Valdelomar, el presidente Manuel Pardo y Lavalle, el héroe nacional José Quiñones, el historiador Jorge Basadre, el gran almirante del Perú, Miguel Grau Seminario, entre otros.

Su prestigio permaneció en el tiempo, pero no ha estado exento de resistir a los duros episodios que azotaron la convulsionada historia del Perú, la cual se caracteriza, en parte, por la seguidilla de eventos que ocurrieron en poco tiempo o incluso a la vez.

La Guerra del Pacífico

Chile tomó Lima luego de que muchos soldados dieran sus vidas por la patria. Foto: gdp1879.blogspot.com
Chile tomó Lima luego de que muchos soldados dieran sus vidas por la patria. Foto: gdp1879.blogspot.com

Quiso el destino que, a poco de formarse la república del Perú, esta encontrara en su vecino sureño, Chile, un potencial peligro que haría estallar la guerra en 1979. Para el país, los efectos de la guerra fueron devastadores, no solo la ciudad cambió de rostro debido a los saqueos, incendios y demás acciones bélicas por parte de las tropas chilenas, sino que la moral nacional quedó marcada y se vivieron momentos de profunda desesperación, falta de gobierno y una posterior bancarrota.

Los alumnos del emblemático colegio pasaron de ser jóvenes que recibían clases para tener un futuro prometedor, a fervientes patriotas dispuestos a dar la vida por su nación.

Así, pequeños guadalupanos se despidieron de las aulas y tomaron las armas para combatir. Atrincherados en los reductos de la ciudad o directamente en el campo de batalla, estos jóvenes de entre 13 y 18 años participaron de las batallas de Miraflores, San Juan, y otros tanto en Tarapacá y Arica. Muchos de los sobrevivientes huyeron luego hacia la sierra para continuar con la campaña al mando del célebre Andrés Avelino Cáceres.

Muchos jóvenes soldados dejaron las aulas para ir a la guerra. Foto: asociadosguadalupanos.com
Muchos jóvenes soldados dejaron las aulas para ir a la guerra. Foto: asociadosguadalupanos.com

Hubo destacadas actuaciones de alumnos y exalumnos, no obstante, vale la pena recordar a Manuel Fernando Bonilla Elhart, quien con tan solo 13 años integró el batallón número 6 apoyando con el suministro de municiones. Poco después pasó a las gloriosas páginas de la historia nacional al tomar un fusil y morir alcanzado por una granada.

En 1881, el ejército chileno tomó una Lima desmoralizada en un país al borde de la anarquía. Una vez allí llegó hasta el emblemático colegio que pronto convirtieron en un cuartel. Aunque se logró poner a buen recaudo algunos de los pocos enseres que tenía la institución, empezó un periodo que contó con cambios constantes en la dirección y sus hermosos espacios sufrieron el desdén del ejército sureño, además del vandalismo.

Lo que una vez había sido un centro de estudios de gran envergadura ahora yacía en un estado deplorable, con puertas y pisos destruidos o extraídos de su lugar. Laboratorios, el museo de historia natural y hasta la biblioteca no existían más, o solo quedaban escombros que daban cuenta de su existencia en los tiempos gloriosos.

Aunque la reconstrucción llegaría años más tarde, el colegio había experimentado y resistido a uno de los episodios más complejos del Perú. Sin embargo, con el pasar de los años su nombre resaltaría nuevamente por convertirse en la tribuna desde donde se apreció otro evento atroz.

Motín del penal El Sexto

Walter Corrales  y Carmen Montes son mostrados por los amotinados para que presionen a las autoridades en darles su libertad. | Foto: Archivo EC
Walter Corrales y Carmen Montes son mostrados por los amotinados para que presionen a las autoridades en darles su libertad. | Foto: Archivo EC

El 27 de marzo de 1984 pasó de ser un día cualquiera en la gran ciudad de Lima a convertirse en una pesadilla que se impregnó en la retina de todos aquellos que presenciaron el horror que se desató en el desaparecido penal El Sexto.

Ubicado exactamente al lado del Colegio Nuestra Señora de Guadalupe, el recinto carcelario se convirtió en cuestión de minutos en un escenario de imágenes grotescas y desesperación cuando un grupo de reclusos liderados por los reos Luis García Mendoza, ‘Pilatos’, y Eduardo Centenaro Fernández, ‘Lalo’, se amotinaron cobrando su primera víctima usando un cuchillo.

La situación era tensa y los medios, ansiosos por transmitir la noticia, llegaron hasta el colegio Nuestra Señora de Guadalupe para posicionar sus cámaras.

La institución ahora era el palco que permitió a cientos de peruanos sintonizar en vivo y en directo el proceso de negociación entre las fuerzas del orden y los reos amotinados.

Desafortunadamente, las cámaras que usaban el colegio como tribuna principal, posiblemente ayudaron a encender la chispa que dio paso a la violencia y el descontrol en su expresión más macabra.

Los rehenes, obligados a gritar en la azotea que se podía ver desde la institución, fueron sometidos a cortes, disparos y uno de ellos fue quemado en vivo y en directo. Con el pasar de las horas los cabecillas murieron sin lograr abandonar el penal, que luego desapareció, dejando el recuerdo un recuerdo atroz e imposible de borrar y, lamentablemente, al lado estaba el colegio Nuestra Señora de Guadalupe.

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