Una casa de acogida es un lugar seguro que brinda cobijo a mujeres víctimas de la violencia que no tienen familiares o amistades que la acojan, o que por el peligro real para su vida deben ir a donde se les brinde protección adecuada. Para el Tren de Aragua y sus sanguinarias facciones es todo lo contrario.
Las mal llamadas ‘casas de acogida’ sirve a la megabanda criminal para someter a jóvenes mujeres venezolanas, incluso menores edad, que terminan siendo presas de la explotación sexual en alguna zona rosa de Lima o plazas, como ellos las llaman.
Estas desvirtuadas ‘casas de acogida’ en favor de la criminalidad organizada extranjera son, en realidad, centros de esclavitud que albergan decenas de trabajadoras sexuales venezolanas, quienes viven hacinadas y en situaciones deplorables, según información de la Policía peruana.
“Como parte de nuestro trabajo hemos podido llegar a estas ‘casas de acogida’ que son solamente centros de esclavitud y cautiverio, donde están (decenas de mujeres extranjeras)... Pero ahí es donde va nuestro llamado a los ciudadanos: ¿a quién le alquilan los inmuebles?”, dijo -a RPP Noticias- el general PNP Carlos Malaver, director contra la Trata de Personas y Tráfico Ilícito de Migrantes.
Agregó: “Ahí hay que poner enfásis, el ciudadano peruano no puede vivir en este tipo de circunstancias, de informalidad y de solamente basarse en el tema económico y alquilarle a cualquiera. Inclusive después de haber alquilado darse una vuelta para ver qué uso le están dando a su inmueble y así que no sean centros de esclavitud”.
¿Cómo son estas ‘casas de acogida’?
Por numerosos golpes de la Policía peruana al Tren de Aragua y sus facciones se conoce cómo son por dentro estos espacios. Por lo general, tienen varios cuartos y en cada uno duermen de cinco a siete trabajadoras sexuales, pese a que los metros cuadrados están aptos para dos personas como mucho.
Estos lugares son custodiados por sus proxenetas más peligrosos, quienes también viven al interior. A muchas de ellas, según investigaciones policiales, no les queda otra que aceptar las órdenes de sus explotadores y aceptar dar gran parte de sus ganancias al Tren de Aragua que les cobra ‘multas’ y ‘cupos’.
Se calcula que solo en la zona rosa de Risso, en Lince, distrito en el que se ordenó el estado de emergencia, las llamadas mafias del sexo venezolanas pueden llegar a amasar casi un millón de soles al mes con el cobro extorsivo a las cientos de sus compatriotas que ofrecen sus servicios a hombres sedientos de placer.
Pagan 700 soles o más a la semana
Por ejemplo, en este punto de Risso, hay entre 250 a 300 trabajadoras sexuales, en su mayoría de nacionalidad venezolana; aunque también hay algunas provenientes de Colombia y Ecuador. A cada una de ellas se le exige un cupo de 700 soles semanales. Las más jóvenes, de 18 a 21 años, pueden a llegar a pagar más por el alto número de clientes que atienden al día.
En un reciente informe publicado por Infobae Perú reveló la ruta del engaño y la explotación sexual que montó el Tren de Aragua de Venezuela a Perú para captar a numerosas mujeres. Una testigo protegida, de nombre ficticio Darimar, contó detalladamente las amenazas y maltratos que padeció en estas ‘casas de acogida’.
Según la joven, víctima de explotación sexual, sus captores la obligaron a viajar hasta Cajamarca para que ofrezca sus servicios en el centro de esa ciudad. En el local conocido como Casa Blanca, que no es otra cosa que una ‘casa de acogida’, estuvo al menos 10 días sin comer ni bañarse. Su única salida era escapar de ellos, pero cuando creyó que se terminó su infierno, las amenazas continuaron, pero esta vez que su pequeño hijo que vive en Venezuela.