El distinguido escritor peruano, Ricardo Palma, conocido por su obra ‘Tradiciones peruanas’, es una figura icónica en la literatura y la cultura peruana. Sus creaciones literarias han sido leídas por personas de distintas edades a través del tiempo y han impactado por el estilo que implantó en el siglo XIX. Su pasión por la literatura y su profundo amor por las costumbres limeñas lo llevaron a crear una especie narrativa que combina elementos históricos con la ficción.
Gracias a sus obras, los lectores realizan un viaje en el tiempo para explorar las tradiciones, leyendas y costumbres del Perú. La tradición proporciona a las personas una visión profunda y vívida de la identidad nacional. La habilidad del escritor para crear historias se evidencia en “Al rincón quita calzón”, “Historia de un cañoncito”, “Los mosquitos de Santa Rosa”, entre otras narraciones. A continuación analizaremos algunas narraciones que estuvieron ligadas a las costumbres limeñas.
La camisa de Margarita
En esta tradición, Ricardo Palma narra la historia de Margarita Pareja, una de las hijas de Raimundo Pareja, hombre que ocupaba cargos importantes durante esa época. En la historia se ilustra una práctica común en Lima, donde los padres aún tenían la autoridad para tomar decisiones sobre los matrimonios de sus hijas.
Margarita, una joven consentida, se había enamorado del sobrino de Luis Alcázar, un hombre adinerado. Cuando su padre se enteró del romance, se opuso drásticamente a esta unión, y le dijo al joven que no volviera a acercarse a su hija. Los rumores llegan a Luis Alcázar, tío del joven rechazado. El hombre, indignado, le dijo a su sobrino que no se acerque más a la casa de su pareja.
Debido al rechazo de Raimundo ante el amorío de su hija, esta empezó a mostrar signos de desesperación. Tras ello, la mujer le plenteó un dilema a su progenitor: aceptar la boda o dejar de verla para siempre. Ante esta presión, el padre de Margarita finalmente aceptó la unión y fue en búsqueda de aquel joven enamorado de su hija. Lo recibió Luis Alcázar y luego lo rechazó debido a la humillación que le había hecho pasar a su sobrino.
Finalmente, llegaron a un acuerdo. Alcázar solo accedería a la unión si, una vez comprometidos, Margarita no heredaría nada de su padre. Raimundo Pareja accedió, ya que estaba en riesgo la vida de su hija.
Antes de que la hija de Raimundo Pareja se comprometiera, el hombre le regaló una camisa blanca con encajes de Flandes que adornaban la prenda y un cordoncillo que ajustaba al cuello era una cadeneta de brillantes. Todo esto estaba valorizado en dos mil setecientos duros y treinta mil monedas de plata.
¡Al rincón! ¡Quita calzón!
Esta historia aborda el tema de la educación en la época virreinal. La trama se desarrolla en un aula de clases y se centra en la habilidad de un estudiante. El obispo Chávez de la Rosa, quien era el principal responsable de los beneficios de la ciudad, decide realizar una visita inesperada a una de las aulas y se lleva una sorpresa desagradable al descubrir que el profesor está ausente y los niños se están portando mal.
Ante esta situación, el religioso decide tomar el lugar del profesor y comienza a llamar a cada estudiante para iniciar las prácticas. Sin embargo, cada vez que un estudiante comete un error, utiliza la expresión “¡Al rincón! ¡Quita calzón!” y procede a castigar al estudiante con azotes, administrando entre tres y seis golpes.
Ya con una docena de estudiantes en la esquina del salón, llega el turno del más pequeño de la clase, pero el más avispado. El obispo le hace una pregunta y el niño, dubitativo, mira hacia arriba, en lo que se oye una voz: ¡Al rincón! ¡Quita Calzón! El pequeño empieza a murmurar, razón por la que el maestro interino lo encara y le exige que le cuente qué le quiere decir. El pequeño travieso lo enfrenta y le dice:
“Lo que hablo entre dientes es que, si su señoría ilustrísima me permitiera, yo también le haría una preguntita, y había de verse moro para contestármela de corrido”.
El obispo lo miró asombrado y accedió a la pregunta. De inmediato, el pequeño aprovechó y le dijo: “Pues con venia de su señoría, yo quisiera que me dijese ¿cuántos Dominus vobiscum tiene la misa?”.
Dubitativo con la respuesta, el obispo realizó la misma acción de los niños que estaban en el rincón del salón; es decir, miró hacia arriba pensando en la respuesta, y segundos después le respondió al menor que no estaba seguro de la cantidad, quedando víctima de su propia trampa.
Luego de esto se realizó una amnistía con este castigo, y finalmente el obispo acogió al pequeño, que provenía de una familia muy humilde, otorgándole una beca en el seminario.
Esta práctica era común en la época y se mantuvo vigente durante algunos años más, reflejando las costumbres y métodos de disciplina utilizados en las escuelas virreinales.
Historia de un cañoncito
Ricardo Palma, a través de esta tradición, da cuenta de un episodio que refleja la adulación al mandatario para conseguir algo a cambio. Esto sucedió durante el primer gobierno de Ramón Castilla.
En los últimos días de agosto, se celebraba el cumpleaños del gobernador del Perú, Ramón Castilla. Las figuras particulares y corporaciones se acercaban al Palacio a felicitar a la distinguida autoridad.
De pronto, se acercó un joven al Palacio y le entregó de obsequio: un microscópico cañoncito de oro montado sobre una cureñita de filigrana de plata. La autoridad estuvo muy feliz y lo colocó al lado de sus demás obsequios. Pasaban los días y cada curioso se acercaba a ver el diminuto objeto que llamaba la atención a más de uno.
Castilla solo atinaba a decir: “Caballeros, no hay que tocarlo, el cañoncito en cualquier momento apunta, no hay que arriesgarse”. Luego, se reía.
Después de un mes, el cañoncito desapareció, ya que había sido ubicado entre los dijes que adornaban la cadena de reloj de su excelencia. Cuando se acercaban a preguntar qué había pasado, el presidente atinaba a responder que el cañoncito ya había disparado fuego, ya no hay peligro.
Lo que había sucedido es que el joven aspiraba a una plaza de inspector en la aduana del Callao, y Castilla ya le había conseguido el empleo.
Los mosquitos de Santa Rosa
A través de esta creación literaria, el ‘Bibliotecario Mendigo’ contó una de las anécdotas inspiradas en los pasajes de vida de Santa Rosa.
Se relata la afinidad que tenía la religiosa peruana con los animales. De acuerdo a la narración legendaria, en la residencia de Santa Rosa existía un jardín con estanques y canales de agua. Por supuesto, esta circunstancia atraía a numerosos mosquitos que continuamente molestaban a la santa durante sus momentos de oración.
A raíz de esto, la santa limeña decide hacer un pacto con los mosquitos, el cual consistía en que ninguno de los dos se molestaran. Incluso, a lo largo de la tradición, se menciona que el plan funcionó tan bien que cuando Rosa realizaba sus alabanzas a Dios, los mosquitos la acompañaban a través de sonidos peculiares.
¿Por qué le dicen el ‘Bibliotecario Mendigo’?
Durante la Guerra con Chile, después de las Batallas de San Juan y Miraflores, los militares chilenos saquearon los salones de la biblioteca llevándose libros y manuscritos que fueron considerados motín de guerra. Sin embargo, Ricardo Palma se dedicó en cuerpo y alma a reconstruir y recuperar los libros de la Biblioteca Nacional.
En las páginas del libro “Ricardo Palma: La tradición criollo-popular y la nación peruana”, el autor Marcel Velázquez Castro refleja los acontecimientos que tuvo que pasar Palma durante el encuentro bélico entre Perú y Chile.
“Él perdió su vivienda, su biblioteca, archivo epistolar y obras inéditas en el incendio del pueblo de Miraflores. Además, por ser corresponsal de periódicos extranjeros, sufrió represalias durante la ocupación de Lima”, sostuvo
En 1883, el ‘Bibliotecario Mendigo’ fue nombrado director de la Biblioteca Nacional del Perú por el presidente Miguel Iglesias. Entre sus planes primordiales estaba reconstruir este centro cultural que había sido destruida por los chilenos como motín de guerra.
El autor comienza a utilizar su influencia en diversos lugares del mundo con el objetivo de obtener el apoyo de escritores, políticos e intelectuales para su causa. Como resultado de sus esfuerzos, logra reabrir en 1884 la biblioteca a la que estuvo al frente como director durante un período destacado y prolongado de 29 años.
6 de octubre, fallecimiento de Ricardo Palma
Han pasado 104 años desde el fallecimiento de la figura icónica de la literatura peruana. La salud del escritor había empeorado en los últimos años de su vida; por lo tanto, estaba incapacitado en seguir escribiendo sus grandes tradiciones. La madrugada del 6 de octubre de 1919, el literato de 86 años de edad falleció.
El ‘Bibliotecario Mendigo’, cuyo legado sigue perdurando a través de los años, no solo abarca el mundo de las letras como escritor. Su esfuerzo por recuperar la Biblioteca Nacional sigue siendo elogiado por los peruanos, quienes en la actualidad acceden a la cultura en los recintos culturales ubicados en los distritos de San Borja y Cercado de Lima.