Demás está decir el prestigio mundial que el Perú mantiene por su gastronomía. La diversidad culinaria, las técnicas de cocina, la influencia de cuatro continentes y la amplia historia de mezclas hacen de la comida local una de las más reconocidas del mundo. Esto se evidencia, por ejemplo, en los World Travel Awards, cuya categoría a Mejor Destino Culinario del Mundo ha sido ganada por nuestro país en 10 de las 11 ediciones realizadas (Italia lo ganó en el año 2020). Sin embargo, en Lima, capital gastronómica de América Latina, las ollas comunes suelen enfrentar complicaciones, y las familias se ven en la necesidad de reunir recursos para poder ingerir algún alimento.
Según la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO por sus siglas en inglés), organismo adscrito a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Perú es el país sudamericano con el mayor registro de inseguridad alimentaria. Ana Cristina Sucño, madre joven y vecina en el populoso distrito de Villa María del Triunfo, declara para la agencia AFP que todos los días debe esperar con dos tazones de plástico los tallarines con menudencias de pollo que almorzará junto a su hijo en una olla común en el cono sur limeño. Señala, además, que esa será su única comida del día.
“Lejos de los 330 dólares que cuesta por comensal una visita al restaurante Central, que salió elegido el mejor restaurante del mundo según la prestigiosa clasificación británica del Best Restaurants, Ana Cristina indica que el austero menú cuesta 0.37 centavos de dólar”, reseña la agencia.
Asimismo, Sucño señala que el consumo de carne es un lujo que no se puede permitir. En cambio, suele acceder a alimentos más baratos, aunque de poco valor nutricional. Una de las cuestiones que asombra a los periodistas es que lleva un manto amplio en el que carga a su hijo, por lo que, en su condición de madre joven y soltera, conseguir un empleo se le dificulta sobremanera.
“El Gobierno debe fijarse en nosotros, tiene que darle importancia a los temas urgentes, como generar más empleos con mejores salarios. Si hubiera empleos con buenos sueldos, entonces no tendríamos que pasar por tanto sufrimiento solo para conseguir la alimentación para nuestros hijos”, explica.
La olla común a la que asiste está situada en lo alto de un cerro en el distrito de Villa María del Triunfo, uno de los más poblados del país con más de 460 mil habitantes. Sucño explica que debe subir el cerro recorriendo un camino de tierra, enlodado y cubierto por neblina y llovizna, lo que supone un riesgo debido a que lleva a su bebé a cuestas y al caerse o resbalar podría terminar golpeando al niño de casualidad.
¿Qué dice la FAO?
La colombiana Mariana Escobar, quien se desempeña como representante de la FAO en el Perú, indica: “Es una absoluta paradoja que un país que posee una producción tan amplia de alimentos, que cuenta con una biodiversidad enorme y que es una de las naciones con mayor cantidad de microclimas en el mundo, no pueda garantizar los alimentos a parte de su población por el precio. Es verdaderamente una tragedia que tanta riqueza plasmada en la gastronomía no pueda ser aprovechada, que el pueblo peruano no pueda acceder a la variedad de alimentos que ofrece su suelo”.
Los altibajos de la pandemia y el impacto en las ollas comunes
La pandemia trajo graves implicancias en la población peruana debido al aumento de la pobreza, producto de la paralización de la producción nacional y a su consecuente incremento en el desempleo y en la necesidad. Por ello, la olla común fue un recurso utilizado por muchos peruanos. Apenas en Lima, se registró la creación de hasta 2.500 organizaciones de comedores comunales. Se estima que 250 mil familias atravesaron la pandemia alimentándose bajo esta modalidad.