El Parque de la Exposición hoy en día es un recinto bastante visitado por muchos peruanos debido a sus espacios abiertos y céntrica ubicación. Sin embargo, luce muy diferente de como era en el pasado. De hecho, pocas personas saben que el famoso parque albergó alguna vez un zoológico que logró una gran fama hasta desaparecer.
Su historia se remonta al año 1872. Por aquellos días la idea de construir un jardín zoológico donde se pudiera exhibir animales de distintos lugares del Perú y el mundo estaba a punto de hacerse realidad. Para ello se nombró a una comisión a cargo de Henrique Casseu. El encargo era que recolectasen a los animales y plantas necesarios para este propósito.
El parque abrió sus puertas con al menos 271 especies entre animales domésticos y silvestres, que sorprendieron a los limeños de ese entonces. Entre ellos, destacó la presencia de especies como cóndores, faisanes, halcones, guanacos, vicuñas, búfalos, camellos y hasta un elefante llamado Romeo.
Asimismo, se contó con las donaciones de animales de personajes tan importantes como Luis Mesones, ministro peruano en Brasil, que obsequió dos tigres que llegaron hasta la ciudad en barco.
Sin embargo, nada cautivó tanto la atención de los asistentes como los primeros leones del parque llamados Nerón y Fanny. También se trajeron 56 colmenas de abejas productoras de miel y peces “colorados, dorados, plateados y azules”
Estragos de la guerra con Chile en el zoológico de Lima
La Exposición Nacional de 1872 llegó a su fin y una parte de los animales continuó viviendo en el recinto. Desafortunadamente, los habitantes del parque no se salvaron de los estragos que dejó el paso del tiempo, la falta de cuidado y la guerra con Chile. A solo diez años de la construcción, el zoológico fue destruido y muchos animales murieron.
Un episodio particular que se recoge en el texto de la Municipalidad de Lima, “Parque de la Exposición, el jardín de Lima”, de Juan José Pacheco, es la muerte del elefante del zoológico, atribuida a los soldados chilenos. Fue de tanta relevancia que se hizo una autopsia para determinar las causas, encontrando un apostema en el hígado del paquidermo.
Tristemente, del Parque de la Exposición quedó poco luego de ser saqueado por las tropas chilenas y perdió todo su esplendor. Los leones que alguna vez causaron sensación fueron llevados a Chile y ubicados en el zoológico de Santiago, según el historiador chileno Milton Godoy Orellana.
Reconstrucción
Pese a esto y la difícil situación que afrontaba el Perú de la postguerra, muchas familias apoyaron la idea de reconstruir el zoológico, posiblemente como una forma de traer nuevamente alegría a la ciudad. Esto se logró mediante aportes monetarios y donaciones de animales. Estas primeras donaciones llegaron al país en 1885.
Según el libro de Juan José Pacheco, los nombres de estos generosos vecinos eran: José F. Aramburú, quien donó una vicuña; Eduardo Sánchez Concha, una llama; el señor De la Puente Arnao, un zorrito; Benito Valdeavellano, un venado; el comandante Flavio Gioja, un mono y un oso hormiguero y José Rossel, otra vicuña. Por supuesto, estos son solo algunos de los ejemplares ya que la lista es extensa e incluía osos, monos, águilas y otros.
Más adelante se adquirió otro elefante de nombre Jousky, el cual ocasionó polémica porque el costo de adquisición y mantenimiento eran muy elevados, y muchos vecinos consideraban que había gastos más urgentes en la ciudad. Antes de su llegada al zoológico, el dantesco animal fue retirado del almacén en el Callao, donde se mantenía hasta que la Municipalidad pudiera cubrir sus gastos. Tras un arreglo económico, fue nuevamente encerrado y trasladado al zoológico.
Vale mencionar que entre los hechos históricos que dejó el zoológico de la Exposición es el gran cariño que la sociedad le tuvo a los leones, cuyo tiempo de vida fue de 18 años. Constantemente se informaba en el periódico acerca de su salud y condiciones. Su muerte fue muy sentida en la sociedad.
Este espacio emblemático de la ciudad, pese a sus altibajos, brindó muchas alegrías a los ciudadanos y recibió donaciones de personajes como Roberto Valdelomar, hermano del famoso escritor Abraham Valdelomar, quien trajo desde la selva cinco boas, de las cuales donó cuatro para el serpentario del Parque de la Exposición. Sin embargo, el espacio también sufrió serios problemas para mantenerlos en buenas condiciones.
Según el inventario el año 1889, se menciona especies como pavos reales, cóndores, loros, paujiles, gansos, cisnes, gallinetas, patos, perdices, búhos, palomas, gavilanes, cernícalos, guacamayos, cardenales y alcatraces. Así también un oso hormiguero, tortugas, asnos, carneros, monos, conejos y caballos.
Por otro lado, las jaulas más grandes del zoológico eran, naturalmente, para los elefantes, pero también para cóndores, camellos, leones y el pabellón de aves exóticas. Esto, sin contar la laguna que albergaba garzas, patos, cisnes y otras aves acuáticas. Se recuerda también la presencia de camellos que participaron en el Carnaval de Lima en 1922.
Para el año 1909 se realizó la construcción de una nueva fachada para el parque, inspirada en el ingreso al zoológico Hagenbeck de Hamburgo, Alemania.
Desaparición
El siglo XX había llegado y solo en su primera década la situación en el parque era insostenible debido al cuidado inadecuado de los animales que morían por causas naturales, pero también por maltratos. En 1930, hubo un ajuste presupuestario que afectó aún más el zoológico.
Finalmente, en 1935, el entonces alcalde, Luis Gallo Porras, traslada el zoológico a un nuevo lugar. Sin embargo, al no ejecutarse la medida de forma inmediata, muchos animales se mantuvieron en sus jaulas hasta el año 1944, donde se inauguró el nuevo hogar de las especies, ubicado en Barranco.
De ese modo, el Parque de la Exposición entró en decadencia y dejó de ser el fascinante espacio que congregaba a miles de ciudadanos, para quedar durante muchos años en el total olvido.
Hoy en día, el Parque de la Exposición sigue siendo un espacio que vale la pena visitar, ya que ha sido puesto en valor, y sin duda, caminar por sus calles rememora aquellos días donde cientos de animales alegraban con su presencia a todos los limeños.