En la selva central del Perú, Carlos Chirote, mejor conocido como el “Patrón de Nápoles”, se hacía pasar por un próspero empresario inmobiliario, pero en realidad era el cabecilla de una estructura delictiva que se apoderaba, a toda costa e ilícitamente, de extensos terrenos.
Desde el distrito de Pichanaqui, en la provincia de Chanchamayo, el Patrón enviaba a sus lacayos para infringir terror entre los vecinos de Unión Capiri, Bellavista, Perené y Chontabamba. Todos sufrían debido al “emprendimiento” de la familia Chirote.
Sus cómplices utilizan motosierras y armas de fuego para amenazar, extorsionar, secuestrar y destruir las humildes casas de la zona para así obligar a sus propietarios a desalojar sus viviendas en busca de apoderarse de ellas y venderlas muy por debajo del precio real.
“Esta organización criminal está inmersa en delitos contra el patrimonio y usurpación agravada. También delitos contra la seguridad pública, como tenencia ilegal de armas de fuego. Además, implicados en un delito contra la vida, salud, libertad y secuestro”, comentó a Punto Final el coronel Paulo Ávila, jefe de la División de Investigación Criminal (DIVIAC).
“A algunas personas que eran propietarios de otros terrenos les ofrecían dinero por su terreno, pero les decían que, si su terreno estaba valorizado en 75 mil soles, solo les iban a dar 25 mil. ‘Lo coges o no, porque igual me voy a apoderar de tu terreno’, les decían”, agregó.
Gracias a todos sus actos delictivos, Carlos Chiroque y compañía vivían llenos de lujos y celebraciones, sin pensar que miembros de la Policía Nacional del Perú ya se encontraban tras sus pasos.
Así fue la captura del “Patrón de Nápoles”
Carlos Chiroque recibió dicho alias debido a que el complejo en donde vivía junto a su clan, y servía como su base de operaciones, fue bautizado como Nápoles, en referencia a la hacienda del otrora narcotraficante colombiano Pablo Escobar.
En dicha vivienda, se había instalado un centro de monitoreo de cámaras de seguridad desplegadas en los alrededores, lo que le permitía tener control de la zona. Además, su seguridad personal, Jorge Palacios Febres, cargaba un fusil de asalto, un armamento de guerra capaz de emitir ráfagas de 700 disparos por minuto con una precisión y alcance de tiro de hasta 800 metros.
Asimismo, por todo el lugar se había instalado un centro de monitoreo de cámaras de seguridad desplegadas en los alrededores, lo que le permitía tener el control absoluto de la zona.
Sin embargo, nada de esto sirvió para evitar que el “Patrón de Nápoles” fuera capturado. Investigadores de la DIVIAC, junto a los agentes de la División de Búsqueda de la Dirección de Inteligencia del Ministerio del Interior (Mininter) lograron ingresar al referido inmueble la madrugada del pasado 7 de septiembre.
En la compleja operación policial, se utilizó un dron térmico para monitorear el desplazamiento de la policía y así repeler el ataque de la organización. En una de las habitaciones del fortín se encontraron armas e indumentaria militar que eran utilizados por los miembros de seguridad contratados por la organización.
Según dio a conocer el coronel Paulo Ávila, pese a tomar las precauciones del caso, Chiroque y compañía habían sido alertados de este golpe debido a que actuaban con la complicidad de funcionarios corruptos, tanto del Ministerio Público como de la PNP.
“Hemos detectado que un funcionario público presumiblemente sea la persona que alertó en esta oportunidad a los integrantes de la organización criminal para que pudieran estar atentos a que se iba a ejecutar un operativo policial”, afirmó el jefe de la División de Investigación Criminal.
Gracias a las grabaciones a las que accedió Punto Final, se escucha como el Patrón exhortaba a todos sus cómplices a borrar las evidencias que existan en sus celulares. Asimismo, les daba indicaciones para actuar cuando se encuentren bajo la custodia de las autoridades.