La riqueza natural del Perú y su larga tradición cultural son activos innegables de nuestro país. Se suma el impresionante legado de los antepasados, entre otras bondades. Muchos pensadores se han preguntado a lo largo de la historia, por qué, con tantos recursos, seguimos siendo un país con altos índices de pobreza y con un mediano desarrollo.
“El Perú es un mendigo sentado en un banco de oro”, reza la popular frase que muchos peruanos hemos escuchado al menos una vez en la vida y que hace referencia a dicha situación.
Históricamente, el popular dicho en cuestión se le ha atribuido al no menos conocido Antonio Raimondi, quien de primera mano pudo ver con sus propios ojos las maravillas que Perú tenía para ofrecer.
La belleza y riqueza natural del territorio peruano fueron por muchos años la obsesión del investigador y naturalista, quien pasó gran parte de su vida explorando diferentes rincones del Perú, aportando enormemente en el conocimiento científico a través de su vasta obra que incluye libretas, libros, manuscritos, planos, entre otros valiosos documentos que han dejado en evidencia la fascinación de Raimondi por el Perú.
¿De quién es la frase?
Para algunos, es una expresión irreal, pero para otros sienta posición sobre las pocas oportunidades creadas a partir de una vasta riqueza natural. Sea cual sea la postura, lo cierto es que hoy en día se sabe que Antonio Raimondi nunca dijo tal cosa.
Así ha quedado demostrado dentro de sus publicaciones, que no son pocas, ya que solo su obra titulada “El Perú” cuenta con cinco tomos, y en sus páginas nunca se encuentra de forma textual ni a modo de sugerencia la popular frase. Tampoco hay evidencia de ella en otros escritos pertenecientes al explorador.
Según explica un estudio perteneciente a Giovanni Bonfiglio titulado Antonio Raimondi: El mensaje vigente, del año 2004, la frase habría sido inventada luego de su muerte, además esta no coincidiría con las ideas que el investigador tenía acerca del Perú. Por otro lado, un suplemento cultural que data del año 1981, perteneciente a Víctor Baca Aguinaga, también habría descartado la autoría de esta frase a Raimondi.
En tal sentido, vale resaltar los esfuerzos realizados por el Museo Raimondi, quien desplegó hace ya varios años una campaña llamada “Redes que cambian mentes”, con el fin de eliminar del imaginario público esta supuesta frase de Raimondi y darle una visión más leal a la que el naturalista tenía. Con esta campaña se busca dejar de lado también el paradigma que ha creado en la autoestima nacional la afirmación de que el Perú, aunque sentado en un banco de oro, es un mendigo.
Para ello se contó con la colaboración de líderes de opinión y académicos que explicaron las riquezas del Perú desde diversas perspectivas como la cultura, el arte, la minería, entre otros.
Luego de esta explicación surge otra pregunta de fundamental importancia: entonces, ¿quién acuñó esta frase? Desafortunadamente, la respuesta no es clara y no se conoce con exactitud la identidad de quien dijo la expresión.
Sin embargo, se cree que podría tratarse de un ciudadano estadounidense que habría referido lo siguiente: “El Perú es un pordiosero sentado sobre sacos de oro”. No obstante, no hay suficiente evidencia para afirmar con seguridad tal hecho, según precisa un texto perteneciente a Augusto Alcócer Martínez, contenido en la página de la Academia Peruana de la Lengua.
Aquí también se explica que hay más de una referencia al dicho. Una se encuentra en el libro de Alberto Blancas, titulado “Un viaje a Bolivia”, mientras que otra referencia está en la obra de Jorge Basadre, “Meditaciones sobre el destino histórico del Perú”, de 1947.
¿Qué significa la frase?
El dicho tiene un gran peso por su significado y está ligado a la idea de que el Perú goza de una variedad de riquezas en diferentes ámbitos. De eso dieron cuenta las cantidades de minerales como el oro o la plata que se encuentran en suelo nacional y que en su momento fueron la fascinación de los extranjeros que llegaron hasta estas tierras.
Esa riqueza está también representada en uno de nuestros símbolos patrios, el escudo nacional, donde se muestra la cornucopia rebosante de oro.
A pesar de ello, la frase también expresa que el país no ha sabido aprovechar todos los recursos de los que goza y se ha hecho más bien un uso ineficiente de estos. Esto podría extrapolarse a la realidad actual, donde muchos aseguran que el Perú es exportador de materias primas, pero no tiene la capacidad suficiente para ser un país que convierte estos elementos en una verdadera industria. Ofreciendo una visión completa de por qué es “un mendigo sentado en un banco de oro”.
Al respecto, muchos aseguran que este paradigma ha sido aceptado de forma inconsciente, afectando la moral nacional y la forma en que se percibe al Perú.
¿Quién fue Antonio Raimondi?
Por supuesto, es imposible cerrar el tema sin conocer un poco acerca del supuesto autor de la frase. Antonio Raimondi fue un investigador que nació en Milán el 19 de septiembre de 1824, hijo de Enrique Raimondi y de Rebeca Dell’Acqua. Desde muy joven mostró gran interés por los viajes y la naturaleza.
Llegó al país en el año 1850 y se desempeñó como docente del curso de Ciencias Naturales, para diez años más tarde inaugurar la cátedra de Química Analítica. La Universidad Nacional Mayor de San Marcos le entregó en 1862 el doctorado en Ciencias Naturales.
Se sabe que entre los años 1851 y 1869, Raimondi viajó por diversos lugares del país. Sus expediciones permitieron documentar yacimientos de carbón mineral en el litoral de Piura y analizar el guano en las islas de Chincha. Además, recogió en sus escritos información sobre animales de la costa, sierra y selva, y también acerca de plantas, minerales y fósiles.
Tuvo tres hijos tras casarse con Adela Loli, natural de Huaraz, y estuvo inmerso en el periodo de la Guerra del Pacífico, sin embargo, nunca contempló llevarse con él sus colecciones científicas debido al amor que sentía por el Perú. Falleció en el año 1890 en el departamento de La Libertad, pero su legado permanece hasta hoy, ya que se le atribuye el descubrimiento de la estela de Chavín o la puya de Raimondi.