En el libro “¿Cuánto se jodió el Congreso?”, el periodista Martín Hidalgo busca dar respuesta a una ambiciosa pregunta. En las voces de 14 parlamentarios de diferentes partidos políticos busca desentrañar los orígenes de la indecencia y el mal parlamentario. Estos le revelan la ferocidad de las negociaciones bajo la mesa, las razones por las que hay un alto número de trabajadores que literalmente no hacen nada y los intereses que entrampan las tomas de decisiones.
Con Alejandro Soto, un presidente de la Mesa Directiva sobre el que pesan denuncias por plagio en su tesis doctoral, y una serie de acusaciones que van desde pagar jugosos sueldos a sus asesores para hacer de trolles y atacar adversarios, hasta una investigación fiscal por pedir “aportes voluntarios” a sus trabajadores, Hidalgo considera que este es el peor Parlamento, aunque también señala que eso no libra al país de que el siguiente no supere con creces a sus predecesores.
En esta entrevista para Infobae Perú, el periodista reflexiona sobre cómo la eliminación de la reelección parlamentaria fue la estocada final para una institución tan deteriorada que hoy se esfuerza en mantenerse en pie pese al rechazo de más del 90% de la población. Esto porque elimina la carrera congresal y deja al país a merced de personas inexpertas que luchan más por pagar favores políticos que por legislar a favor de las necesidades más básicas de la ciudadanía.
No es casualidad que un síntoma de este pago de favores sea el creciente número de trabajadores parlamentarios, que hoy llegan a 3.341, un número que casi se ha quintuplicado desde hace 38 años, incluso cuando el número de congresistas era mayor, ya que el sistema era bicameral.
Esta especie de agencia de trabajo en el seno del Congreso causa que el 71% del presupuesto anual de la institución se vaya en jugosos pagos y bonos destinados al personal. De los más de 900 millones de soles asignados al Parlamento, más de 600 millones se destinan a la partida “Personal y obligaciones sociales”, según alerta Hidalgo.
Estos y más datos figuran en el libro de necesaria lectura, bajo el sello editorial de Planeta, para intentar entender a una de las instituciones más desconcertantes del Perú.
―En tu libro hablas de las reglas no escritas que determinan la hermenéutica del Congreso. Después de haber conversado con esta amplitud de parlamentarios, ¿cuáles son las más cuestionables para ti?
Yo creo que la principal es la que vimos con la elección de la Mesa Directiva del Congreso y cómo la negociación para la conformación de la lista que ganó se basó mucho en favores. Favores como ‘me comprometo contigo a darte la presidencia de tal Comisión’, ‘me comprometo contigo a darte una bolsa de cupos de trabajo’. No se elige al mejor perfil parlamentario para cargos tan importantes, sino que termina siendo un cuoteo político de pago de favores.
Eso no es nada beneficioso para la institución, porque se traduce en lo que estamos viendo: un presidente del Congreso con muchas dudas, con muchos cuestionamientos, que incluso salió a decir de que si le prueban algo está dispuesto a dar un paso al costado. Eso genera mucha inestabilidad.
―Otro punto que se aborda ampliamente es el tema de la de la bicameralidad. Hay varios congresistas que están a favor del retorno. A nivel conceptual es interesante, pero si es que los partidos políticos continúan sin aplicar los filtros necesarios para dejar pasar nuevas figuras, ¿se podría seguir arrastrando estas falencias del sistema unicameral?
Yo me quedo con lo que dice Diethel Columbus en la entrevista, de que podemos tener una, dos, tres cámaras, pero si seguimos teniendo parlamentarios Orión es bastante difícil creer en una mejora. Yo soy de la idea de que la bicameralidad puede ser un primer paso, pero se necesita que el primer paso sea una gran reforma del Congreso. Implica, por supuesto, el tema de los filtros, los partidos, para poner a los mejores candidatos posibles en sus listas y eso genera una mejor oferta hacia el electorado.
Creo que habría que tomar el buen ejemplo de lo que fue la Ley Universitaria, que el congresista Daniel Mora explica muy bien en el libro, de cómo trabajo esta reforma. Él viajó a casi todas las universidades del país, se reunió con las asociaciones de padres, alumnos y docentes. Y después de un gran recorrido y trabajo de campo elaboró una gran reforma. Una reforma única que respondía a la problemática afrontada por nuestro país, no era un modelo copiado, no era un modelo extraído de otras realidades.
Creo que dio sus frutos y creo que además fue la última gran reforma que aprobó el Congreso. Esa idea deberíamos replicarla en el sistema político, lamentablemente hasta ahora no se ha dado.
―Y por qué consideras que no no se llega a dar esta estas reformas tan necesarias.
Es una suma de factores. Muchos quieren mantener status quo porque no les conviene, porque poner mayores vallas les dificulta el trabajo, no quieren perder poder, pero también porque no hay liderazgos.
Creo que hay una gran distanciamiento entre la academia, la sociedad civil y el Congreso. Yo creo que se ha querido erróneamente llevar un paquete de normas al Congreso y decirles “esto es lo que tienen que aprobar” sin antes haberlo discutido con ellos. Recién querían que se discuta cuando ya tenían los proyectos presentados.
Primero debió haber una gran discusión de cómo están funcionando realmente los partidos porque decimos muchas cosas, pero yo creo que nos falta viajar a regiones, por ejemplo, a recoger la visión de de los militantes. ¿Qué es lo que necesitan? ¿Qué es lo que le falta? ¿Cuáles son las dificultades que tienen?
―También a raíz de las conversaciones que plasmas en los libros se nota la percepción de un Congreso desconectado de los intereses de la población. Hay congresistas que increíblemente se quejan del monto de sus sueldos, pero como bien comentas en tu libro no hablan de las bonificaciones adicionales.
En el libro planteo que hay una falta de sinceramiento sobre el sueldo parlamentario. Igual me parece sumamente errado que ellos salgan a quejarse de que los 15 mil se reducen a 10 mil soles. En un país como el nuestro, eso es como 10 sueldos mínimos, no está mal.
Se han creado a lo largo de los últimos años una serie de beneficios adicionales y ellos no lo transparentan, siempre tratan de ocultarlo, siempre tratan de justificarlo. Eso perjudica mucho a la institución.
Y creo que también muchos congresistas entran pensando en el salario, que es alto para el común denominador de la población y eso no les permite centrarse en lo que realmente importa, que es la gestión parlamentaria.
―Además se habla mucho sobre sobre el tema del clientelismo. Que de llegar a las Comisiones parlamentarias significa muchas veces colocar a allegados en puestos de trabajo bien remunerados para pagar favores políticos.
Los congresistas tienen muchos cupos laborales a disposición y eso de alguna manera se ha vuelto un incentivo perverso. Un despacho tiene siete trabajadores, a mí me parece mucho para la labor que hacen.
Creo que se debería reducir el número de cupos laborales y además que debería haber una reestructuración administrativa de la institución, pues tiene muchas oficinas, departamentos, áreas, subáreas. Algunas duplican funciones, no hay un control efectivo sobre el personal que realmente labora.
Estamos hablando de 3.000 trabajadores, es demasiado. Y se han hecho estudios en los últimos años donde se ha determinado que podrían funcionar tranquilamente con la mitad de ese personal, pero lamentablemente ningún congresista quiere hacer esa reforma porque quiere disponer de esos cupos para formar alianzas, para tener aliados para callar críticos, es un incentivo para eso.
Ojalá algún día, algún presidente del Congreso se anime a hacer esa reforma.
―Y para reducir esta sobrepoblación de trabajadores qué acciones deberían tomar para empezar a fiscalizar o reducir esta amplia planilla.
Se tiene que sincerar la estructura administrativa del Parlamento, tiene que verse qué oficinas funcionan, cuáles no funcionan y cuántos de los trabajadores realmente realizan acciones activas dentro del trabajo parlamentario. No hay un debido control sobre quiénes trabajan.
Se habla mucho de que hay personas que llegan, marcan tarjeta, se van y después regresan en la noche para marcar salida, y ya cumplieron su horario. Nadie fiscaliza si trabajan o no.
Y también sincerar el tema de remuneraciones y beneficios, los trabajadores parlamentarios también tienen beneficios que difícilmente encuentras en otros instituciones del Estado, se entregan bonos a discreción como el que vimos de casi 10.000 soles.
Les pagan bonos escolaridad incluso a los que no tienen hijos, les pagan un mes de vacaciones adicionales. Tienen beneficios que no encuentras en otro lado.
Eso no ha generado necesariamente que entren los mejores cuadros, porque finalmente termina siendo una cuota política, buscan meter personal partidario para pagar favores.
―Y ese alto número de trabajadores a disposición también es lo que nos ha llevado a estos casos tan cuestionados, de congresistas que terminan recortándoles los sueldos.
No sé si tenga que ver con el alto número de trabajadores, yo creo que tiene que ver ya con una práctica delictiva de ciertos congresistas. No son todos, hay que decirlo, pero hay quienes ven una oportunidad para incrementar sus ingresos.
Lamentablemente, ahora que no hay reelección, solo tienen cinco años y de alguna manera se trata que de sacarle el mejor provecho para sus bolsillos en esos cinco años. Y ahí se ven intereses que ya no tienen que ver con la agenda del país.
―Otro aspecto que se cuestiona el libro es la poca transparencia de los viajes de representación. Cómo se podría fiscalizar mejor o mejorar este trabajo parlamentario, ya que aunque son solo cinco días al mes pueden ser mejor aprovechados.
Se necesitan lineamientos claros sobre la labor de representación porque cada congresista viaja y lo hace como quiere, donde quiere. Ahora incluso se les permite viajar fuera de sus regiones, no hay lineamientos claros.
También falta la labor de transparencia, algunos suben sus informes, otros no lo suben, no está fijado además dónde lo debes hacer, qué pasa si no lo haces. No hay un panorama claro sobre la labor de representación, lo dejan al libre albedrío de cada uno y cada uno escoge si hace una audiencia, cada uno escoge si lo hace por Zoom, algunos consideran que la labor de representación es salir en medios de comunicación.
Si los fijas, por ejemplo, para que los congresistas solo pueden realizar audiencias, reuniones con autoridades, con vecinos y los circunscribes a esos tres puntos ya es un avance.
Y que además pongas un formato del informe de presentación, que sea obligatorio, porque también pasa que cada quien presenta lo que quiere, algunos lo llenan de fotos nada más. Tienes que detallar con quién te reuniste, cuánto tiempo te reuniste, qué conclusiones y qué acciones tomaste después de eso.
La idea es que como representante puedas canalizar las demandas de la población para encontrar algún tipo de solución.
―Ahora, el título de tu libro es bastante sugerente ¿Cuándo se jodió el Congreso? ¿Para ti cuándo es que terminó de joderse?
Yo creo que son tres momentos. El primero es cuando pasamos al sistema unicameral. El segundo cuando se puso este tope de salarios a los congresistas y distorsionó todo porque se comenzaron a crear salarios ocultos, adicionales. Y el tercero cuando se eliminó la reelección parlamentaria, creo que esa fue la estocada final a un sistema parlamentario que está bastante debilitado, bastante gastado.
La eliminación de la reelección eliminó la carrera parlamentaria, eliminó tener congresistas con experiencia y el resultado lo vemos hoy en día con esta gente novata que no entiende ni siquiera de las negociaciones políticas y se quieren saltar todo tipo de normas y se blindan entre ellos.
―Nuestro Congreso es uno de los que más baja aprobación tienen. Siempre estamos diciendo que el actual es el peor. ¿Crees que esta vez sí sea así?
Sí, yo creo que este es el peor Congreso que he visto del sistema unicameral por la baja calidad de los representantes, por los blindajes y por la falta de agenda. Nunca antes habíamos visto algo similar, es una decadencia bastante marcada, respecto a los anteriores.
Eso no nos quita, no me atrevo a decir que el que viene va a ser mejor, mientras no establezcamos las reformas. Quizás el que viene podría terminar siendo aún peor del que tenemos ahora.