En la década de 1980, el Perú vivió una de las etapas más turbulentas de su historia contemporánea. Entre la violencia del terrorismo y la crisis económica, nuestra nación se sumió en un oscuro periodo de incertidumbre y miedo.
Sin embargo, en medio de esta sombra, una luz francesa brilló intensamente en el Coliseo Amauta de Lima en 1988, cuando la banda Indochine llegó desde la lejana Francia para ofrecer un espectáculo inolvidable.
La oscuridad en el Perú de los 80
Esos años fueron mudos testigos de una serie de conflictos internos en el Perú. La violencia terrorista, liderada por grupos como Sendero Luminoso y el MRTA, había alcanzado su punto máximo, causando innumerables muertes y dejando a la población en un estado constante de temor.
El país también estaba sumido en una crisis económica que afectaba a casi todos los sectores de la sociedad. La vida cotidiana era un desafío, y el entretenimiento se veía opacado por la oscuridad que envolvía al país.
Encuentro inesperado
Fue en medio de este contexto incierto que la banda francesa Indochine hizo su entrada triunfal en el Perú. Conformada por Nicola Sirkis, Dominik Nicolas, Stéphane Sirkis y Dimitri Bodianski, la banda se vio sorprendida por el éxito que su single ‘L’Aventurier’ (El aventurero) había tenía en nuestro país y nos incluyeron en su gira que también los llevó por Canadá y tendría como destino final Asia, pero la salida de Dimitri complicó los planes.
Su llegada a Lima, que en ese entonces estaba lejos de ser un destino común para bandas internacionales, fue un evento que capturó la imaginación de los peruanos. La expectativa se centraba en sí, la banda podía ofrecer una noche de alegría y escapismo en medio de los momentos complicados que vivía el país.
Todos al Coliseo Amauta
En este icónico lugar, Indochine se presentó ante sus fans limeños en cuatro funciones, el 29 y 30 de abril, y el 6 y 7 de mayo de 1988. En total, reunieron a más de 50 mil personas.
En cada noche, el legendario coliseo se llenó de energía y emoción mientras el público esperaba ansiosamente la actuación de los franceses. La banda, que ya tenía seguidores apasionados en su país natal y en Canadá, sorprendió a todos al decidir incluir al Perú en su gira.
El concierto de Indochine fue una experiencia mágica que comenzó con la presentación de la banda en el escenario. La multitud, compuesta por jóvenes peruanos que buscaban un escape de la realidad que los rodeaba, coreó cada una de las canciones con una pasión desenfrenada. La música de Indochine, una mezcla única de new wave y post-punk, resonó en los corazones de todos los presentes.
Canciones eternas
Uno de los momentos más destacados de la noche fue cuando tocaron sus éxitos como A L’Assaut, Canary Bay y 3eme Sexe, entre otras.
Estas canciones ya sonaba con fuerza entre la juventud de esa época y que terminaron dejando una huella imborrable en la memoria colectiva de todos los fans de la banda francesa .
Otra canción que dejó una marca fue “L’Aventurier” (El aventurero), que cautivó a la audiencia con su ritmo vibrante y su letra emocional. A pesar de la barrera del idioma, los asistentes se conectaron con la música de Indochine a un nivel profundo y personal.
Una huella imborrable
La visita de Indochine al Perú no solo dejó una impresión duradera en los corazones de quienes asistieron a sus conciertos, sino que también demostró que la música tenía el poder de trascender las fronteras geográficas y culturales. La banda francesa mostró que la música es un lenguaje universal que podía unir a las personas en momentos de oscuridad.
El legado de Indochine en el Perú perdura hasta el día de hoy. Su visita en 1988 sigue siendo recordada como un evento histórico en la escena musical peruana y como un testimonio de la capacidad de la música para brindar esperanza y alegría, incluso en los tiempos más sombríos.