El lago Titicaca, un tesoro natural compartido por Perú y Bolivia, enfrenta una crisis sin precedente. Sus niveles de agua están disminuyendo a un ritmo alarmante debido al incremento de las temperaturas en pleno invierno, que ha generado una escasez de lluvias por varios meses. La crisis climática que afecta la región altiplánica no solo viene perjudicando al ecosistema, sino también a las comunidades que dependen de él para su subsistencia.
Actualmente, más de tres millones de peruanos y bolivianos dependen de las aguas del lago para la pesca, la agricultura y el turismo, actividades que impulsan la economía.
Pero los fenómenos naturales como La Niña y El Niño han llegado de manera inusualmente temprana y se han intensificado, exacerbando la sequía en la región, situación que puede extenderse hasta febrero de 2024.
Altitudes extremas y vulnerabilidad solar
Conocido como el ‘lago sagrado’, el Titicaca se encuentra a una altitud de alrededor de 3.800 metros en la cordillera central de los Andes, lo que lo convierte en el lago navegable más alto del mundo. Sin embargo, esta característica también lo hace vulnerable a los elevados niveles de radiación solar, lo que aumenta la evaporación y contribuye significativamente a la pérdida de agua.
Según el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología de Perú (Senamhi), las precipitaciones en la región han sido un 49% menores que el promedio desde agosto de 2022 hasta marzo de 2023, un período que normalmente vería la recuperación de la cantidad de agua durante la temporada de lluvias.
Las proyecciones para los próximos meses tampoco son alentadoras, ya que indican que los niveles de agua podrían caer a niveles históricamente bajos si la evaporación continúa al mismo ritmo.
Pero esta crisis no es repentina, sino parte de una disminución gradual que ha afectado al lago altiplánico en los últimos diez años. Un estudio reciente que examinó imágenes de satélite desde 1992 hasta 2020 reveló que el lago Titicaca pierde aproximadamente 120 millones de toneladas métricas de agua por año, principalmente debido a cambios en las precipitaciones y la escorrentía (proceso natural por el cual el agua fluye sobre la superficie de la tierra debido a la lluvia). Y en los últimos 22 años, se estima que el Titicaca perdió 2,2 m de altura.
Un preciado tesoro en peligro de desaparecer
A medida que el lago Titicaca se enfrenta a la disminución crítica de sus niveles de agua, las consecuencias se vuelven cada vez más evidentes. Las imágenes casi desérticas del lago han provocado espanto.
Según el Senamhi, en 1943, la evaporación del Titicaca alcanzó los 75 centímetros. Si se mantiene este ritmo, el escenario podría repetirse. En aquel año, el agua se retiró desde la orilla unos cuatro kilómetros.
Sin embargo, desde el lado boliviano, el panorama es aún peor. Vladimir Gutiérrez Loza, ambientalista y docente de la Universidad Mayor de San Andrés, alertó que el lago Titicaca “está destinado a secarse”. Infobae Perú recogió las recientes declaraciones del investigador, cuyo trabajo anticipó la desaparición del lago Poopó en 2015.
“A partir de un estudio determinamos que el lago Popoó estaba en riesgo de desaparecer y lamentablemente el año 2015 se cumplió esta tragedia. Y a partir de este análisis, determinamos también que el lago Titicaca corría el mismo riesgo. Y justamente, hoy día, estamos viendo las consecuencias de los procesos de la producción minera, por un lado, y las altas tasas de evaporación que hoy día se está dando de manera muy acelerada a consecuencia del cambio climático”, argumentó.El experto precisó que, además del cambio climático, la actividad minera también es un factor que acelera la crisis que enfrenta hoy el lago Titicaca.
“La desviación del río que alimenta el lago que viene desde la parte del Perú, justamente para la actividad minera, contribuye aún más al bajo nivel de las aguas del lago y esto, en términos económicos, viene afectando a la población”, sostuvo.
En cuanto a la biodiversidad del lago, los peligros aún son más alarmantes. De acuerdo con el docente boliviano, “la vida de muchas especies corre peligro, van a morir o van a migrar a otros lugares”.
“Nos vamos a extinguir igual que las ranas”
Hace ocho años, el lago Titicaca ya dio señales de alarma cuando miles de ranas gigantes, peces y aves murieron debido a la contaminación de sus afluentes. Este evento fue considerado un desastre ecológico y un “punto de no retorno” por los ambientalistas. Ahora, el ‘lago sagrado’ enfrenta la amenaza de perder una de sus aves nativas emblemáticas, el zambullidor, como resultado del cambio en la calidad del agua.
En un artículo de la periodista Sally Jabiel, de Comunidad Planeta, la arquitecta Vilma Paye Quispe, una líder aimara boliviana, cuenta que sus abuelos advirtieron sobre los cambios en el clima y la extinción de algunas especies, pero que nadie les creyó.
“Fue un llamado de alerta de lo que también puede pasarnos a nosotros. Es alarmante que nosotros mismos lo estemos contaminando, porque esto va a repercutir en que también nos extingamos, al igual que las ranas gigantes”, cita la nota a Paye Quispe que reside en la comunidad aimara de Sampaya, en Copacabana (Bolivia) y que integra red de Mujeres Unidas en Defensa del Agua.
Para la activista boliviana, la realidad actual es un recordatorio de que debemos prestar atención a las advertencias de la naturaleza y tomar medidas para mitigar los efectos del cambio climático antes de que sea demasiado tarde.
Un lago en peligro y comunidades en crisis
El lago Titicaca no solo es un recurso natural; también es un centro cultural e histórico para los poblados que lo rodean. Es el hogar de pueblos aimaras, quechuas y uros, que lo consideran un lugar sagrado y fundamental en su cosmovisión.
Según la tradición oral, Wiracocha, el dios Sol, emergió de las profundidades del lago y creó la luna y la humanidad. Esta conexión espiritual con el lago ha sido parte de la identidad cultural de estas comunidades durante siglos y ahora enfrentan una crisis cada vez más profunda.
La sequía ha golpeado duramente a los agricultores y ganaderos que dependen de la cuenca del lago para alimentar a sus animales y regar sus cultivos como la quinua, la papa y la avena, que han sufrido graves pérdidas debido a la falta de agua.
Además, la sobrepesca y la contaminación han disminuido las poblaciones de peces, lo que afecta directamente a la industria pesquera local.
La economía turística, que alguna vez floreció en las aguas del Titicaca, también se ha visto perjudicada. Los barcos que solían transportar a los visitantes alrededor del lago ahora quedan varados en tierra debido a la disminución de los niveles de agua.
La Autoridad Autónoma del Lago Titicaca alertó, hace unas semanas, que más de 85 mil hectáreas de totorales han quedado expuestas por el bajo nivel de las aguas, afectando directamente a las comunidades que emplean la planta en la fabricación de embarcaciones, edificación de viviendas y artesanías.
De continuar la sequía, los pobladores del Titicaca, tanto peruanos como bolivianos, se verán obligados a emprender un nuevo éxodo y abandonar sus hogares, tal como lo hicieron en 1991-1992, cuando la escasez de lluvias colapsó sus economías de subsistencia debido a la falta de alimentos.
Por lo pronto, tanto las autoridades bolivianas como peruanas aún no toman medidas concretas para prevenir o minimizar el impacto de la crisis hídrica en el lago sagrado. La época de lluvia debería de empezar a mediados del mes de noviembre, pero con la llegada de El Niño es bastante probable que las precipitaciones sean mucho menores de las esperadas.