Santa Rosa de Lima, una de las figuras centrales de la tradición católica peruana, es también una de las santas más veneradas de América Latina. Su vida, aunque breve, estuvo llena de fervor religioso y sigue siendo un símbolo de devoción y austeridad. Según la historiadora especializada en temas religiosos, Ybeth Arias, Santa Rosa pertenecía a la Tercera Orden de los Dominicos, una organización que permitía a los laicos vivir conforme a los principios dominicos sin ingresar formalmente a un convento. Esto le permitió llevar una vida austera en su propio hogar, asumiendo votos de castidad y dedicándose a la oración y la penitencia.
Aunque no fue monja, su vínculo con la Iglesia Católica era sólido. Los registros indican que vivió la mayor parte de su vida en la casa de su padrino, Gonzalo De La Maza, contador real, junto a su esposa, María De Uzátegui. Ese hogar, que más tarde se convertiría en el convento de Santa Rosa de las Madres, se encontraba cerca del actual mercado Central en Lima. Su salud era frágil, y las condiciones de su vida cotidiana acentuaban aún más su delicado estado físico. A pesar de ello, Santa Rosa mantuvo una estricta rutina de oración y ayuno.
Rosa Carrasco, doctora en Filología, menciona en uno de sus estudios que los confesores de la santa documentaron su rigurosa vida ascética, caracterizada por prolongados ayunos. María de Uzátegui, testigo directo de esta práctica, mencionó que su ingesta semanal se limitaba a consumir uno de los cinco panes de afrecho que tomaba. Esto provocó un adelgazamiento extremo en su cuerpo, al punto de que “tocar su brazo era como tocar hueso”. La frugalidad y la disciplina eran los pilares de su vida diaria.
La relación con su madre y el Niño Jesús
Los documentos históricos revelan una compleja relación entre Santa Rosa y su madre, María de Oliva y Herrera. La tensión surgía, en parte, por la situación económica de la familia tras la enfermedad de su padre, Gaspar Flores. Además, su madre deseaba verla casada, algo que Santa Rosa rechazaba firmemente, pues su aspiración era dedicarse completamente a la vida espiritual.
Se conoce, a través del programa ‘Sucedió en el Perú’, que en el Domingo de Ramos del año 1617, Santa Rosa vivió un episodio místico con el Niño Jesús en la iglesia de Santo Domingo. La leyenda relata que durante ese día, mientras participaba en la procesión, Isabel sintió una conexión especial con la imagen del Niño Jesús. Se narra que, en sus plegarias, ella conversaba con esta figura religiosa, quien, según la tradición, le propuso desposarse espiritualmente. Rosa aceptó, sellando lo que Ybeth Arias califica como desposorios místicos. Este episodio fue posteriormente inmortalizado en varias pinturas que representaban el vínculo espiritual entre Santa Rosa y el Niño Jesús.
El templo de Santo Domingo se convirtió en un lugar de peregrinación diaria para Santa Rosa. Su devoción por la imagen del Niño Jesús era tan intensa que, cuando Lima fue amenazada por piratas en 1615, su primera reacción fue correr hacia la iglesia para proteger la imagen de su “esposo” divino. Este acto reflejaba su profundo compromiso con la fe y su dedicación a la vida religiosa.
Dentro de la iglesia de Santo Domingo, los visitantes aún pueden observar una reliquia singular: el cráneo de Santa Rosa, expuesto en una caja de madera y adornado con una corona de flores. Este lugar sigue siendo un punto de devoción para los fieles, que acuden a honrar la memoria de la santa limeña, cuya vida sigue siendo un ejemplo de entrega religiosa.
¿Dónde se encuentra la iglesia de Santo Domingo?
Hace 406 años, los restos de Santa Rosa de Lima fueron trasladados a su morada final en un subterráneo del convento de Santo Domingo, ubicado a pocos pasos de la Plaza Mayor. En la cripta, se refleja su última voluntad: “Dono mi cuerpo a mis hermanos dominicos.”
Entre las salas abiertas al público se encuentran la plazuela de Santo Domingo y la sala capitular, donde los frailes se reunían para nombrar líderes y resolver disputas. Los visitantes también pueden ascender al campanario de la iglesia, que ofrece una vista impresionante del centro de Lima. Además, la biblioteca, que alberga 25,000 volúmenes utilizados por los dominicos, contiene valiosas colecciones bibliográficas e incunables de los siglos XV y XVI.
Existe un espacio denominado la sala de Santa Rosa, que presenta arte popular en forma de pequeñas estatuas, estampillas, fotografías y reproducciones que narran la vida y los pasos místicos de la santa.
El horario de visitas al convento es ininterrumpido, de lunes a domingo, incluyendo feriados, de 09:30 a 18:30 horas. Las tarifas varían: S/ 1.00 para escolares, S/ 3.00 para estudiantes con carné de identificación, y S/ 5.00 para el público adulto. El convento está situado en las direcciones Jirón Camaná 170 y Jirón Conde de Superunda 262, Lima 15001.