El panorama político de América Latina ha sido testigo de la emergencia de figuras que, con discursos radicales, han capturado la atención y el apoyo de grandes sectores de la población. Javier Milei en Argentina y Jair Bolsonaro en Brasil son ejemplos claros de esta tendencia. Aunque cada uno tiene su propia ideología y diferencias claramente marcadas, existen también similitudes en sus discursos que merecen ser analizadas, especialmente considerando las consecuencias de la gestión de Bolsonaro en Brasil y lo que podría conllevar para Argentina y para la región.
Independientemente de las posturas liberales de Javier Milei, nos deben preocupar o al menos obligarnos a generar un extenso análisis su discurso negacionista del cambio climático. Bolsonaro, quien postuló con una plataforma similar, una de sus promesas de campaña fue por ejemplo “no ceder ni un centímetro más para las áreas reservadas”, y su gestión fue fiel reflejo de esto, por lo que su gobierno se llevará una de las peores gestiones de la Amazonia en la historia reciente, alcanzando un incremento en 9% en la deforestación, alcanzando los niveles más críticos desde el 2008, solo en sus dos primeros años de gobierno.
Bolsonaro, además aprobó un recorte del 24% para el presupuesto del Ministerio del Ambiente, lo cual nuevamente debe preocuparnos teniendo en cuenta que en Brasil se encuentra la mayor área del Amazonas, que a su vez almacena entre 90 y 140 mil millones de toneladas de carbono que contribuyen a estabilizar el clima mundial, además de producir grandes cantidades de agua no solo para Brasil, sino para una parte importante de Sudamérica a través de la evapotranspiración.
Milei no solo ha prometido reducir el presupuesto del Ministerio del Ambiente, sino que ha prometido desaparecerlo. Esta postura es especialmente peligrosa en una región como América Latina, que ya enfrenta las consecuencias directas del calentamiento global, como sequías, inundaciones y otros fenómenos extremos.
El candidato argentino también es conocido por tener un lenguaje polarizante, y Jair Bolsonaro, quien también era conocido por el uso de esta retórica, generó división en la sociedad brasileña que le llevó incluso a intentar desconocer los resultados electorales y que le siguieron a ello, el surgimiento de movimientos antidemocráticos que en algunos casos intentaron llevar a cabo acciones violentas.
El discurso polarizante es cada vez más un recurso utilizado por la clase política en campaña, al saber del hartazgo que tiene la sociedad de sus autoridades. Sin embargo, el daño que esto genera al sistema democrático es muy profundo y normalmente toma décadas en sanar. Lo que hacen los candidatos que intentan ganar utilizando este recurso muchas veces es reconocer el sistema cuando son ganadores y desconocerlo o impulsar teorías de fraude, cuando el resultado les es adverso, pero finalmente lo que realmente logran es que se incremente el descontento con el sistema democrático, lo cual no solo es peligroso para el país sino para toda la región.
La gestión de gobierno de Bolsonaro ha sido objeto de críticas tanto a nivel nacional como internacional, debido a su manejo de la crisis sanitaria y su postura ambiental. Argentina, al observar la trayectoria de Bolsonaro, tiene la oportunidad de reflexionar sobre qué tipo de liderazgo desea para su futuro.
La elección presidencial en Argentina se da en medio de una serie de denuncias de corrupción de la clase política dominante, pero la búsqueda de justicia nunca prospera dentro de gobiernos de candidatos que apelan a discursos extremistas.
Los ciudadanos argentinos tienen una enorme responsabilidad pues su próxima elección no solo marcará el futuro de su país, sino además abrirá o cerrará las puertas para este tipo de discursos en la región. Es crucial que los ciudadanos se informen y cuestionen las promesas y posturas de sus candidatos y les exijan moderarse, asegurando un futuro más estable y equitativo para su país y para la región.