La vida de Santa Rosa de Lima: la importancia de su padre, Gaspar Flores, en la historia del Perú

En la historia de nuestro Perú, Santa Rosa de Lima es una de las figuras más destacadas de la religión católica. Sin embargo, detrás de la vida de esta santa peruana, emerge la figura de su padre, Gastón Flores. Un reportaje del programa “Sucedió en el Perú” revela aspectos poco conocidos sobre este arcabucero de la guardia virreinal, cuyo papel fue más relevante de lo que inicialmente se pensaba.

Gaspar Flores, según algunos historiadores, natural de Puerto Rico y, según otros, oriundo de Extremadura, España, formó una familia con María de Oliva, una criolla limeña con quien tuvo 13 hijos. Entre ellos estaba Isabel Flores de Oliva, popularmente conocida ahora como Santa Rosa, quien fue la cuarta de la descendencia.

El historiador Ramón Mujica arroja luces sobre la vida de Gaspar, quien no solo ejerció su oficio como arcabucero, sino que también impartió enseñanzas de esgrima y sirvió como intérprete de quechua en la Real Audiencia de Lima. Los documentos coloniales, conservados en el Archivo de Indias, evidencian su crucial participación en la captura de Túpac Amaru I, un hecho que influyó en el curso de la historia peruana.

Entre 1596 y 1600, Gaspar y su familia residieron en Quives, al norte de Lima. Posteriormente, regresaron a la capital virreinal, asentándose en el corazón de Lima, en el barrio de Malambo, ubicado en el actual distrito del Rímac. En ese mismo terreno, actualmente se alzan el Santuario y la Iglesia de Santa Rosa de Lima.

La longevidad del arcabucero es subrayada por el experto Mujica. Menciona que este hombre vivió más de un siglo. Aunque algunos expertos insisten en que Gaspar fue español, según la revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña (Número 21, 1964), el lugar de nacimiento del padre de Santa Rosa de Lima, fue en Baños de Montemayor, cerca de Béjar. El documento asegura que su fe de bautismo se remitió a la duquesa de Béjar desde la iglesia de Santa Catalina en Baños.

El libro “Los testigos de Santa Rosa”, de Teodoro Hampe Martínez, desvela más detalles sobre la vida de Gaspar. En su testamento, realizado a la edad de 95 años, refleja su posición social y patrimonio, el cual incluye bienes como esclavos, una mula ensillada y una escopeta. Designó a su esposa María de Oliva como tutora y curadora de sus hijos.

Su influencia familiar es evidente al mencionar herederos, entre los que se incluyen su hijo Gaspar Flores de Oliva, quien se encontraba en Chile, Antonio Flores de Herrera, Andrés Flores de Herrera y Francisco Matías de Oliva. Aseguraba ser propietario de una casa situada detrás del hospital del Espíritu Santo (actual quinta cuadra del jirón Conde de Superunda), adquirida por 650 pesos de plata ensayada.

Santa Rosa de Lima, quien nació el 30 de abril de 1586 en Lima, desafió los conceptos tradicionales de santidad al llevar una vida de profunda devoción y caridad en medio de sus responsabilidades diarias. Gran parte de su tiempo lo dedicaba a labores manuales como el bordado, tejido y la jardinería, actividades que contribuían a los gastos familiares. Su amabilidad no tenía límites, ya que no solo se ocupaba de sus labores, sino que también atendía a los necesitados y enfermos, transformando un espacio de su hogar para cuidar de ellos.

Su vida de oración y servicio demostró que la devoción y la caridad no estaban restringidas a la vida monástica, pues ella sirvió a la Orden de los dominicos siendo laica. Santa Rosa de Lima se convirtió en patrona del Perú, del Nuevo Mundo y de Filipinas debido a su destacada a sus ‘milagros’. En 1671, el Papa Clemente X finalmente la canonizó, otorgándole el título de la primera santa de América. Aunque su partida fue un día de luto para Lima, su legado perdura, iluminando el camino hacia la virtud y la compasión.

Con sus últimas reservas de energía, Isabel se despidió de sus padres y ofreció últimos consejos tanto a sus hermanos como a las hijas de doña Uzátegui. Según el biógrafo José Antonio del Busto Duthurburu, poco después de la medianoche, Rosa solicitó a su hermano Hernando que la ayudara a acomodarse.

Después de algunos días más de sufrimiento angustioso, Rosa sufrió un paro cardíaco y pronunció las palabras: “Que Jesús esté conmigo”. El 24 de agosto de 1617, un jueves, con apenas 31 años, Santa Rosa de Lima falleció debido a la tuberculosis, una enfermedad sumamente letal en esa época.