Al conmemorar 17 años de aquel fatídico suceso que sacudió a Ica y otros departamentos cercanos, recordamos la vulnerabilidad del Perú ante los movimientos telúricos que se atribuye, en gran medida, a su posición en el Círculo de Fuego del Pacífico, una región que concentra el 85 % de la actividad sísmica global.
El miércoles 15 de agosto de 2007, la vida de los iqueños transcurría con normalidad. Algunos regresaban a casa después del trabajo, otros permanecían en sus oficinas y otros asistían a misas. Sin embargo, cuando el reloj señaló las 6:40 p.m., el suelo comenzó a sacudirse, sin que nadie imaginara que se trataba de uno de los terremotos más devastadores de la historia peruana.
El movimiento telúrico, que duró 3 minutos y 30 segundos, tuvo una magnitud de 7.9 y alcanzó una intensidad de IX en la escala de Mercalli. Ciudades como Pisco y Chincha, en la región Ica, Cañete y Yauyos, en Lima, así como Huaytará y Castrovirreyna en Huancavelica, fueron las más afectadas.
La conmoción, las plegarias, el terror y las lágrimas persistieron hasta que el temblor cesó. Al principio, tanto las autoridades de la época como la población estaban desconcertadas, sin comprender la verdadera magnitud de la emergencia. Miles durmieron en las calles, y no fue sino hasta el día siguiente que millones de peruanos, incluidas las autoridades, tomaron conciencia de la magnitud del desastre. Hoy, esta región sureña recuerda aquel trágico día como si hubiera sido ayer.
El saldo del terremoto fue devastador: 596 muertos, 1,300 heridos, 76 mil viviendas destruidas e inhabitables y 432 mil damnificados. Muchos de los fallecidos fueron encontrados bajo los escombros de la Catedral de Pisco, donde asistían a una misa vespertina. Las carreteras intransitables, la principal forma de enviar ayuda humanitaria y socorro fue por vía aérea.
Pisco, la ciudad más afectada
En la iglesia San Clemente de la plaza de Armas de Pisco se celebraba una misa cuando empezó a vibrar la tierra, dejando a un centenar de feligreses fallecidos tras desplomarse los techos del recinto. Una imagen conmovedora se observó en este lugar cuando se acomodaron los decenas de cuerpos de las víctimas mortales en la vereda porque ya no se daba abasto el hospital.
El Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci) se hacía cargo y tomaba las riendas de la situación y los policías, los militares, los bomberos, los médicos, la sociedad organizada, trabajaban sin descanso donde los sobrevivientes llegaron para reconocer a sus familiares, amigos, vecinos fallecidos.
Perú no estaba preparado
El sismo de hace 16 años que afectó a varias localidades del Perú puso en evidencia la disparidad en la gestión de la crisis en diferentes regiones del país. Aunque la zona más afectada fue el departamento de Ica, específicamente la ciudad de Pisco, la atención gubernamental y la ayuda de emergencia se centraron mayormente en las áreas urbanas y costeras, dejando en segundo plano a las zonas rurales y de sierra.
La capital, Lima, también se registraron daños, pero la respuesta oficial fue insuficiente, especialmente en los barrios más empobrecidos. Aunque algunas áreas centrales de la ciudad recibieron intervenciones por parte de los bomberos, sectores como la MIRR (Margen Izquierda del Río Rímac) quedaron en gran medida desatendidos.
Gracias a esta desgracia, el sismo de Pisco permitió redoblar la política de Estado en materia de prevención de desastres y, así, multiplicar los simulacros diurnos, vespertinos y nocturnos, por sismos y tsunamis. El Ministerio de Vivienda hizo su recuento y dijo que se entregaron más de 28 mil bonos de 6,000 soles cada uno, durante el quinquenio tras el seísmo. Y se desembolsaron 2,460 créditos que otorgó el Banco de Materiales.
En el 2020, el país implementó el Sistema de Alerta Sísmica Peruano (Saspe), y su primera estación sísmica-aceletométrica se ubica en el Morro Solar de Chorrillos. Dicen que, con un sistema así, 40 segundos antes del terremoto se hubiera tenido un aviso de las ondas sísmicas, que viajan a 5 o 6 kilómetros por segundo.
¿Qué pasaría si un sismo de gran magnitud ocurre en Lima?
Según informe de Indeci, tras más de 275 años de silencio sísmico, la energía acumulada se liberaría con un sismo de mayor o igual a magnitud 8.8, de acuerdo a las estimaciones del IGP. Un sismo de magnitud 8.8 podría destruir Lima y Callao, y llegaría a una intensidad de IX, la energía liberada de este sismo es equivalente a la explosión de 27 mil bombas atómicas, aproximadamente. En este escenario sería imposible mantenerse en pie o caminar.
Aproximadamente 15 minutos después de ocurrido el sismo de gran magnitud, un tsunami con olas que superarían los 6 metros, inundaría la zona costera de la región Lima, Callao, Áncash e Ica. Cuando el gran sismo de Lima suceda, este sería el panorama:
- Establecimientos de salud destruidos o colapsados.
- Aproximadamente más de un millón de viviendas inhabitables y destruidas.
- No tendremos luz, agua, telecomunicaciones y el desagüe estará colapsado.
- Las carreteras, avenidas y calles estarán interrumpidas.
- Las instituciones educativas se verán afectadas por lo que las actividades educativas podrían verse interrumpidas parcialmente.
- Ocho millones de personas serían damnificadas y/o afectadas. Además, habría miles de heridos y fallecidos.
Terremoto de 7.9 en 1970
El 31 de mayo de 1970, un día que quedará grabado en la memoria colectiva del Perú. A las 3:23 p.m., la tierra tembló con una magnitud de 7.9 en la escala Richter, dejando a su paso devastación y luto en la región de Ancash.
El violento movimiento telúrico no solo causó destrucción por sí solo, sino que también desencadenó uno de los deslizamientos más mortales de la historia: un masivo bloque de hielo y roca, desprendido del monte Huascarán, la montaña más alta del país, se abalanzó a velocidades impresionantes sobre las localidades de Yungay y Ranrahirca. Solo en Yungay, más de 20,000 cuerpos quedaron sepultadas en cuestión de minutos.
El saldo total del desastre es estremecedor: entre 66,000 y 70,000 muertos, cerca de 50,000 heridos y más de 600,000 damnificados. La magnitud de la tragedia generó una respuesta internacional inmediata, pero la rehabilitación y rescate se vieron obstaculizadas por la inmensidad del desastre.