“Si no termina en balacera, no es ‘tono’ chicha”. Esa frase acompañó las imágenes de un video en TikTok que se viralizó en las últimas semanas entre los usuarios peruanos. En pleno concierto, mientras tocaba Saico y su Nueva Generación, se empezó a escuchar una potente ráfaga de disparos en una losa deportiva del distrito del Rímac. Los asistentes salieron despavoridos, en medio de numerosas botellas de cerveza que quedaron regadas en el suelo. Fue el presagio que algo malo se avecinaba.
Otro video, de similares características, también se propagó recientemente en las redes sociales. Las imágenes fueron publicadas con la frase: “En balacera terminó la fiesta de Chechito”. Esta vez, no solo hubo susto: una de las balas hirió de muerte a una persona y dejó lesionadas a otras tres. Santa Anita fue el escenario de ese trágico concierto.
Saico y su Nueva Generación y Chechito y los Cómplices de la Cumbia son, actualmente, dos de las agrupaciones de música chicha que están más de moda, principalmente en las zonas periféricas de Lima, o conos, como también lo llaman. Ambas presentaciones, para el lamento de sus numerosos fanáticos, se vieron opacadas a punta de tiros.
“No era ratero ni asesino”
“Ahora ya es muy tarde / que me vuelvas a buscar / todo lo que fue tuyo / lo tiene otra mujer...”. Esta es parte de la letra de una de las canciones preferidas de Brian Moreno Calle, de 32 años, la víctima mortal durante la balacera en el concierto de los Cómplices de la Cumbia. En su última publicación de TikTok, de fines de julio de este año, él compartió imágenes suyas en las que se escucha de fondo al Grupo Guinda con Sigue tu camino, justamente su tema musical favorito.
Padre de tres menores hijas, quienes quedaron en la orfandad con su repentina partida, y taxista de ocupación. Su familia lo recuerda como un hombre trabajador, que no tenía antecedentes policiales ni penales e incapaz de involucrarse en problemas con la justicia. Sus amigos y colegas al volante lo describen de igual forma.
“Era una persona alegre. Desde el tiempo de colegio era inteligente, sacó diploma por ocupar el primer puesto, súper amigable, alegre, una persona que no tenía ningún delito. No era ratero, asesino ni asaltante, como para que mereciera morir de esta manera”, dijo su hermana Angie Zúñiga.
El pasado sábado 5 de agosto, Brian acudió al concierto de Chechito, el también llamado Bad Bunny del pueblo, para celebrar su cumpleaños número 32. Ese día se juntó con sus amigos más cercanos y llegaron a hacer las ‘previas’ a un pub de la Carretera Central, donde bebió un poco, bailó y escuchó su infaltable chicha. Horas después acabó sin vida en una loza deportiva de Santa Anita en la que se realizaba el espectáculo.
¿Un sello de balaceras y botellazos?
Infobae Perú contactó con el sociólogo y músico Marco Iriarte Suárez, catedrático de la Universidad Ricardo Palma y estudioso de la música chicha, para entender por qué los conciertos de este género musical son vistos como un preludio de balaceras y peleas a botellazos.
“No necesariamente sostengo que este tipo de actividades devengan en actos lumpenescos o relajo total. Pero lo que sí hay es una especie de asociación simplista de decir que todo lo chicha deviene, por su mismo carácter de ser un acto híbrido, donde se mezclan muchas culturas, una limeña aparentemente muy avispada con una andina que viene con todas sus costumbres, en balaceras y broncas”, señaló.
Para el experto, no es correcto creer que los conciertos de chicha sean generadores de violencia, sino que más bien se trata, en algunos casos, de choques de temperamentos que perturban la tranquilidad de una fiesta que es absolutamente ‘necesaria, natural y espontánea’.
“Somos un país de todas las sangres, como decía José María Arguedas, y las fiestas chicha se vuelven en desencuentros por las diferentes características de sus asistentes. En toda cultura hay extremos y, en este caso, estos se manifiestan, lo que hace que se susciten broncas y estados insostenibles”, sostuvo Iriarte.
“Hay una carga clasista y racista”
En los años 80, el pueblo peruano inmortalizó una frase: “Cuando Chacalón canta, los cerros bajan”. Lorenzo Palacios Quispe, o también llamado el Faraón, es de las figuras más representativas de la chicha peruana. El cantante de Soy muchacho provinciano creció en las faldas del peligroso cerro San Cosme, en el distrito de La Victoria. Por su innegable talento musical o por sus orígenes, o quizá por ambas, tenía el don para atraer a la gente. Ambulantes, microbuseros, mototaxistas, universitarios, abogados o médicos, pero principalmente la población más humilde y proveniente del interior del país, sucumbia a su música.
En la actualidad, se ha ido diluyendo la connotación positivo que tenía esta frase y ha dado paso a una mas bien peyorativa. Para un sector de la población, pertenecer al ‘cerro’ o bajar de está más mal que bien.
De acuerdo al sociólogo, hay impregnada una “carga clasista y racista” en nuestra sociedad, cuando se critica o mira con desdén a los que participan de los conciertos de chicha o a todo aquel que guste de este tipo de género musical, que hace cuarenta años era sinómino de representatividad para el peruano que migraba a la capital.
“Que hay una carga, un lastre, creo que sí. Se evidencia a cada rato en las noticias. La palabra chicha lo asocian a lo informal, a lo poco serio”, aseguró.
La chicha en la mira de la delincuencia
En tiempos en los que no está más Lorenzo Palacios, salvando las distancias, emergen nuevas figuras como Saico y Chechito. Sin embargo, el ascenso y el camino de estos novísimos cantantes podría verse totalmente empañado por la delincuencia.
Durante la última semana, Chechito y los Cómplices de la Cumbia denunciaron que mafias extorsivas les exigían 300 mil soles para no atentar contra su vida ni la de sus familiares. Cartas amenazantes y la explosión de una granada de guerra en la puerta de uno de los locales donde tocaban los obligó a retirarse de la música de manera temporal. La policía sospecha que la muerte de Brian Moreno podría estar relacionada con esto. Las balas no habrían sido para el taxista, quien solo estuvo en el lugar equivocado.
“Estos delincuentes están sacándole a todos un poco y a algunos un montón. En el caso de los mototaxistas, dos soles diarios, a los micros también, pero a los artistas, como los cantantes que pueden tener mayores ingresos, evidentemente mucho más”, dijo César Ortiz Anderson, analista de seguridad y presidente de Aprosec, a este medio.