En el Perú, cada cierto tiempo vive un escándalo a nivel social o político que marca época en su historia. Lamentablemente es así desde su independencia en 1821.
La que marcaría el inicio de la segunda mitad del siglo XX, también significó la caía de un régimen completo y el inicio de una dictadura militar que tuvo prisionero al país por más de una década.
Lo cierto es que la leyenda de la existencia o no la famosa página de un contrato que era una afrenta para el Perú todavía es algo que da vueltas, sin que se haya encontrado una respuesta a lo que verdaderamente sucedió.
Muchos consideran que el gran perdedor de esta situación, como en cada crisis, fue el Perú. Algunos llamarían a esta como traición a la patria. Se trata de la famosa página 11.
Antecedentes
La Brea y Pariñas era el nombre de una gran hacienda en la provincia de Talara, departamento de Piura. En este lugar, desde finales del siglo XIX se convirtió en un gran yacimiento de petrolero. El terrero era propiedad de la empresa anglo norteamericana London Pacific, que se lo había comprado a un hacendado piurano.
Desde su compra, en 1888, hasta 1910 esta empresa había pagado sus impuestos de ley por 41,614 m2.
Pero en 1911, se descubre que la London Pacific había estado explotando más de mil 664 millones 560 mil metros cuadrados aduciendo que es dueña del suelo y el subsuelo, dentro estaba el petróleo. Lo peor de todo fue no pagaron el impuesto respectivo por los 23 años que debieron haberlo hecho.
Ante la negativa de la empresa de pagar la millonaria suma, el consorcio anglo norteamericano optó (en 1914) por vender los terrenos, y también la deuda, a la International Petroleum Company (IPC).
Para 1922, el problema de la deuda seguía sin solucionarse. Entonces ambas partes, la empresa y el estado peruano decidieron ir a un arbitraje internacional: el famoso Laudo de París.
Pero de manera increíble, el resultado fue que la empresa no estaba obligada a cancelarle ni un sol al Perú. Es más, el resultado final la exoneraba de pagar otros impuestos. Y así fue como la IPC se quedó sacando provecho de nuestras tierras sin hacerse responsable de la deuda que había adquirido con el anterior dueño.
Belaunde promete
Hasta que en 1963, Fernando Belaunde Terry llega a la presidencia por primera vez y convence al Congreso de aprobar una ley dejar sin efecto y de manera inmediata el Laudo de París.
Obviamente esta situación era algo que no le convenía a la IPC que llamó a Palacio para negociar y lograr un trato.
El mismo que se puede resumir así: todos los campos petroleros del IPC pasarían a ser parte del gobierno como parte de pago por la gran deuda existente.
Por su parte, los extranjeros se encargarían de la distribución exclusiva de combustible a nivel nacional. Esta situación le brindada a la IPC un monopolio absoluto.
Este compromiso se firmó el 13 de agosto de 1968 y fue conocido como el Acta de Talara. Fue suscrito por el presidente Belaúnde, por el Presidente del Senado, Carlos Manuel Cox; por el Presidente de la Cámara de Diputados, Andrés Townsend Ezcurra y por altos funcionarios de la IPC.
La bendita página 11
Hasta ahí todo bien, pues se había dado por finalizado un problema que tenía casi 80 años de existencia.
Sin embargo, la situación comenzó a cambiar con una publicación de la revista ‘Oiga’ que dio a conocer las condiciones que había impuesto IPC para firmar el acta.
Todo empeoró cuando el saliente presidente de la Empresa Petrolera Fiscal (el PetroPerú de la época), ingeniero Carlos Loret de Mola, denunció ante la televisión nacional que faltaba una página en el contrato. Justo en donde se fijaban los precios y las condiciones de la compra-venta del petróleo crudo entre la EPF y la IPC. De acuerdo con Loret de Mola, esta página había sido extraviada a propósito.
Punto final
Este fue el inicio de una escalada de eventos que terminaría con el golpe de Estado perpetrado por el general de brigada, Juan Velasco Alvarado.
Desde la oposición del Congreso y la prensa llegaron fuertes críticas acusando al gobierno de ‘entreguista’, pues en el fondo creían que el trato beneficiaba sobremanera a IPC.
Hasta hoy hay muchos que ponen en duda la existencia de la dichosa página 11 y que ni el mismo Loret de Mola pudo demostrar con pruebas fehacientes su denuncia.
Los que todavía creen en su existencia, afirman que dicho documento contenía información demasiado valiosa que tuvo que ser ocultada por el gobierno de Belaunde Terry para que nadie se entere de los beneficios económicos que se le estaban otorgando a la IPC
Así fue que el primero de octubre de 1968 renunció a su puesto como presidente del Consejo de Ministros, Oswaldo Hercelles. Al día siguiente, un nuevo gabinete liderado por Miguel Mujica Gallo. Pero no duró ni 24 horas, pues en la madrugada del tres de octubre, se dio el golpe de estado de Velasco Alvarado.
¿Y PPK?
Un capítulo aparte fue el que protagonizó el entonces joven funcionario del Banco Central de Reserva, Pedro Pablo Kuczynski, quien no tuvo nada que ver con la desaparición de la ya famosa página 11.
Pero el que sería luego presidente del Perú, fue acusado el mismo tres de octubre junto a los gerentes del Banco Central Carlos Rodríguez Pastor y Richard Webb Duarte, por el nuevo Gobierno Revolucionario de otorgar certificados de divisas a la International Petroleum Company, sin la respectiva firma del ministro de economía.
Esta acción le permitió a la empresa enviar remesas de hasta 115 millones de dólares (actuales) por concepto de utilidades a su casa matriz en los Estados Unidos, la Standard Oil.
Tras esa grava acusación y por el miedo a que lo fusilen (la pena de muerte todavía era aplicable), es que PPK huyó del país escondido en la maletera de un Volkswagen hacia el Ecuador. Y de ahí a los Estados Unidos, para empezar a trabajar en el Banco Mundial como jefe economista para América Latina y luego como Jefe de Planeamiento de Políticas.
Finalmente, ahora sí, y luego de un proceso judicial que duró ocho años, la Corte Suprema de Justicia del Perú lo absolvió y años más parte pudo volver al país para convertirse en presidente del Perú. Otra aventura que tampoco acabaría bien, pero esa ya es otra historia.