Circos con animales: Todos se divierten menos ellos

Cada entrada pagada financia la explotación de perros, gatos, cabras, burritos y otros. Su vida se apaga en el encierro para beneficio de otros.

La investigación de Animal Defender que muestra el maltrato animal en los circos. Video: Animal Defender

Cuando era niña, mi mamá nos llevó a mi hermana y a mi al cine para ver “Dumbo”, la historia del elefantito con orejas muy grandes que era explotado junto a su madre en un circo. La escena de la mamá elefante, consolando al pequeño Dumbo que lloraba sin consuelo, pasando su trompa a través de las barras de su jaula, fue sencillamente desgarradora y, desde entonces, no soy capaz de escuchar esa canción sin sentir una pena muy profunda.

Siempre supe que había algo de malo en los circos con animales. Todos los años le regalaban a mi papá entradas para varios circos, casi todos. Pensaba que yo era feliz yendo a cada función, pero ese ambiente era insoportable para mi, los rostros tristes y resignados de los animales me deprimía. Era una niña, sin embargo, era evidente para mí que los animales no la pasaban nada bien, siempre me pregunté ¿Es normal que esos animales hagan trucos tan riesgosos? Esas cadenas en sus patas, las marcas en sus cuerpos y esos rugidos de los leones o tigres en cada acto, eran todo menos señales de que lo estaban disfrutando.

Un día uno de los circos más populares de la época, el de los hermanos Fuentes Gasca, colocó su carpa frente a mi casa. Era la novedad de mi barrio. Mi mamá me llevó una noche para ver de cerca a los animales y pagó para que me tomara fotos con uno de los elefantes: Cobus. Nunca olvidaré su nombre. Colocaron una escalera, empecé a subir y, al avanzar hacia lo más alto, pasé muy cerca del ojo izquierdo del elefante. Nunca había visto una mirada más triste, había en ella un gesto de resignación tan profundo que no le permitía moverse.

Por eso, cuando llegué al lomo de Cobus, no pude más, me puse a llorar desconsolada y entre sollozos pedí que me bajaran.
Hoy que estamos en plena época de circos recuerdo todo esto porque, lamentablemente, aún existen circos en el Perú que usan animales. (Referencial/Andina)

Pasé años tratando de entender y superar aquel incidente. Mi mente de una niña de menos de 10 años no lograba procesar por qué tener a esos animales encadenados podía ser divertido ¡Estaba clarísimo que sufrían!

Luego de mucho tiempo lo agradecí y entendí por qué había pasado por eso. Esa experiencia, esas noches de visitas al circo, que eran una verdadera tortura para mi, se transformaron en fuerza para pelear por acabar con esta realidad que obligaba a miles de animales a llevar una vida entera de encierro y terribles maltratos documentados en videos de organizaciones de derechos animales de Latinoamérica. Varas con electricidad, golpes y latigazos, privación de la comida, eran algunos de los principales “métodos de adiestramiento” en los circos.

Ya como activista por los animales organicé una campaña para evitar que el Ministerio de Agricultura (hoy Midagri) le devolviera un grupo de leones a un circo del norte que los abandonó en una cochera. Junto a otras voluntarias de “Unidos por los Animales”, la asociación en la que era voluntaria en ese entonces, hicimos una campaña de firmas tan exitosa (el ministro recibió cientos de e-mails) que el ministerio anunció públicamente que no devolvería los felinos al circo y dejaría que fueran los primeros habitantes del nuevo felinario del Parque de Las Leyendas (por supuesto yo ya había coordinado con ese recinto previamente), un espacio que ponía fin a las jaulas que por décadas se usaron en el zoo para exhibir a los felinos.

Este nuevo lugar al menos tenía plantas y árboles para que los animales pudieran afilar sus garras. No era la mejor opción, solo era lo posible en ese momento.
(Los animales) no lo disfrutan, están lejos de su familia y ninguno de los actos que vemos en cada función es parte de su conducta natura. (Animal Defender International)

Luego formé parte de la campaña de Animal Defender International (ADI) para prohibir oficialmente el uso de animales en circos. El proyecto de ley original incluía a animales domésticos como caballos, perros, cabras y otros, pero Fernando Zevallos, el fundador de “La Tarumba”, hizo una campaña en contra de nuestra propuesta porque él usa caballos en su circo como una forma de “promover nuestra cultura”. Pese a que se le explicó que condenaría al sufrimiento a los animales de circos más pequeños que no tenían el presupuesto del suyo, se negó y consiguió que quedarán fuera de la ley.

No, señor Zevallos, ni en las “mejores condiciones” se garantiza que esos animales no sufran y usted lo sabe muy bien, los caballos se estresan mucho con gran cantidad de personas, con las luces o la música alta. Puede “adiestrarlos” sin usar violencia, pero el solo hecho de que estén en ese ambiente es perjudicial para ellos. Está claro que para usted la prioridad es su negocio.

Afortunadamente, logramos la prohibición del uso de animales silvestres en circos del Perú gracias al apoyo del congresista José Urquizo y esa norma sirvió de base para que, años más adelante, ADI pudiera rescatar a más de 20 leones, monos y otros animales de circos en nuestro país. Fue un largo y complicado proceso, que incluyó la construcción de un centro de custodia temporal en el cono norte en donde se requirieron de muchos voluntarios para cuidar a los animales. Tuve la suerte de ser uno de ellos. Esa increíble experiencia será materia de otra columna.

Hoy que estamos en plena época de circos recuerdo todo esto porque, lamentablemente, aún existen circos en el Perú que usan animales (además de La Tarumba). Y, aunque no son silvestres, el maltrato es el mismo en todas las especies y es importante que sepamos que la única forma de acabar con ello es una: dejar de asistir a esos espectáculos.

Cada entrada pagada financia la explotación de perros, gatos, cabras, burritos y otros. Su vida se apaga en el encierro para beneficio de otros. No lo disfrutan, están lejos de su familia y ninguno de los actos que vemos en cada función es parte de su conducta natural. Todo lo aprendieron casi siempre a la fuerza o a golpes.

La manera más efectiva de demostrarle a los empresarios o dueños de circos que no es necesario utilizar animales para ofrecer un espectáculo de calidad, es esa. No seas parte.

Recuerda que, después de cada función, no todos pueden volver a casa.