Una delegación de la Comunidad Campesina San Juan Bautista de Catacaos (Piura) declaró este jueves ante la misión enviada por el Papa Francisco a Lima para investigar los abusos del Sodalicio de Vida Crisitiana (SVC), el denunciado movimiento fundado por el pederasta Luis Fernando Figari.
La Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDDHH) señaló que los representantes abordaron “la situación que atraviesan a raíz del despojo de sus tierras y la criminalización de que son víctimas por parte de empresas vinculadas” al grupo católico.
El arzobispo de Malta, Charles Scicluna, y el sacerdote español Jordi Bertomeu, ambos integrantes del Dicasterio para la Doctrina de la Fe y expertos en delitos de abusos, escucharon sus testimonios en la Nunciatura Apostólica para elaborar un informe que será entregado al Papa Francisco, quien eventualmente emitirá un veredicto sobre el caso.
“Las/os comuneros y la CNDDHH tienen expectativa sobre el posible cierre del Sodalicio, que se repare a las víctimas y que se restituyan sus derechos”, tuiteó el organismo.
Desde el 2012, los comuneros de Catacaos han denunciado atropellos de firmas vinculadas al movimiento, pero sobre todo la impunidad ante la muerte dos defensores de sus tierras, Guadalupe Zapata Sosa (2011) y Luis Pasache Zapata (2017), y amenazas y heridas por arma de fuego que sufrieron María Maza Flores y Mariano Vílchez Sullón, en 2018.
Scicluna y Bertomeu también escucharon a los sobrevivientes de los abusos sexuales, entre ellos a José Enrique Escardó, uno de los denunciantes, quien consideró que se trata de “una misión de marketing para apagar incendios”.
“Tengo cero expectativas [...], pero he aceptado la invitación porque se necesita una voz que no sea complaciente con ellos y les diga sus verdades mirándolos a los ojos. Y eso haré. Ellos son los perpetradores y encubridores”, tuiteó.
El escándalo de pederastia fue destapado en 2015 por los periodistas Pedro Salinas y Paola Ugaz, coautores del libro “Mitad monjes, mitad soldados”, que recoge 30 testimonios de víctimas de abusos físicos, psicológicos y sexuales cometidos entre 1975 y 2002.
Ugaz y Salinas, quienes han llegado a reunirse con el papa Francisco, han denunciado que son víctimas de seguimiento, acoso y repetidas denuncias judiciales en represalia por exponer este caso. En enero de 2018, el Vaticano anunció la intervención del Sodalicio, un mes después de que el Ministerio Público pidiera prisión preventiva para varios miembros y exmiembros de la organización, entre ellos Figari.
Las víctimas recriminan al pontífice que proteja al acusado fundador, quien vive en una casa de retiro en Roma, amparado por un decreto vaticano que le prohíbe volver a Perú. La Santa Sede no lo expulsó de la organización por considerarlo “mediador de un carisma de origen divino”, en una polémica decisión adoptada en 2016.
El Sodalicio, que posee escuelas y casas de retiro, admitió que al menos cuatro de sus líderes, incluido Figari, “abusaron sexualmente de 19 menores y 10 mayores”. Los agresores identificados fueron Figari, el ya fallecido Germán Doig, así como Virgilio Levaggi y Jeffrey Daniels, quienes fueron retirados de la organización.
En rigor, el modus operandi era reclutar a adolescentes de colegios privados de clase alta para llevarlos a vivir en comunidad como “soldados de Cristo”.
“Ese libro abrió una caja de Pandora dentro de la Iglesia católica de Perú”, pero “no imaginamos que esa caja iba a ser tan grande, tan fuerte y tan importante”, ni qué “poderosa y vengativa” podía llegar a ser “esa organización”, dijo Ugaz en una entrevista con EFE.
Las denuncias sacudieron al país, aunque después empezaron a visibilizarse más casos y modalidades de abuso, hasta dar con la “esclavitud moderna”, un sistema supuestamente establecido dentro del SVC que obligaba al grupo que rodeaba a Figari, a ser “sus esclavos las 24 horas del día”.
“Mitad monjes, mitad soldados” figura en el escritorio del Papa Francisco quien, mediante su equipo, envió a los autores “un mensaje solidario”. Ugaz y Salinas han recibido muestras de apoyo de la escritora y activista mexicana Elena Poniatowska, y el surafricano John Maxwell Coetzee, galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 2003.