Miguel Grau, catalogado hace muchos años como el ‘peruano del milenio’, dio la vida por el Perú en la Guerra del Pacífico. Es en este evento trascendental donde su heroísmo quedó inmortalizado, ya que perdió la vida en el navío Huáscar, pero no sin antes poner a buen recaudo a su tripulación.
El ‘Caballero de los mares’ es recordado por su vida íntegra y el trato humano que tuvo incluso con los marinos chilenos en medio del conflicto. Su legado se ha mantenido vivo a lo largo del tiempo, enalteciendo su valentía, liderazgo y nobleza.
Después de más de un siglo y medio, Germán Seminario Moya, sobrino bisnieto de Miguel Grau no quiere que se olvide la memoria de su familiar. Tiene un gran parecido y, debido a esto, en algunas ocasiones se viste como lo hubiera hecho quien comandó el monitor Huáscar; así como también es asediado por el público que lo reconoce como lo pudo comprobar Infobae Perú, que compartió unos minutos con él.
El increíble parecido
Pactada la cita en la mítica Plaza Grau del Callao, este periodista fue testigo del cariño y la admiración que genera Germán en las calles chalacas.
No hubo ni un solo niño o adulto que no se sorprendiera por el parecido con Miguel Grau; y siempre culminaba con una foto o un saludo.
“Desde muy pequeño, mi abuelo solía decirme que me parecía a Miguel Grau. Un día me sugirió que cuando cumpliera 44 años, me afeitara el mentón y me tomara una foto. Así lo hice, y desde entonces mantengo esta apariencia”, recordó Germán, quien este octubre debe jubilarse después de trabajar por 50 años en el Ministerio de Transporte y Comunicaciones (MTPE)
La vida de Miguel Grau, contada por su sobrino bisnieto
Por obvias razones de tiempo, Germán no pudo conocer a su famoso tío, pero como suele pasar en las grandes familias, las historias van pasando de generación en generación hasta volverse inmortales.
Y esta ha sido la manera en la que Seminario Moya ya ha logrado conocer un poco más de su antepasado; lo cual no enseñan en los colegios.
Un ejemplo —que dio el sobrino bisnieto de Miguel Grau— fue que siempre fue un devoto esposo de doña Dolores Cabero Núñez, pues cada vez que se embarcaba en alguna misión, como militar o marino mercando, no dejó de preocuparse nunca por su familia y siempre estuvo al pendiente a pesar de la lejanía.
“Cuando regresaba a casa, en Perú, lo primero que siempre hacía era llegar a su hogar antes que cualquier otra cosa. A lo largo de los 12 años que estuvo casado, tuvo 11 hijos, todos concebidos de manera natural, lo que demuestra el profundo amor que Grau y su esposa sentían el uno por el otro”, relató Seminario Moyam, mientras en las calles del Callao los carros se detienen para pedirle una foto, estrecharle la mano o hacer el saludo militar.
Esta actitud amorosa que mostraba Miguel Grau no era solamente con los suyos, sino con amistadades y, en el caso de la Guerra del Pacífico, con los enemigos. La comunicación era constante aún en tiempos en los que el marino estaba cumpliendo con su misión.
“Siempre le escribía cartas, incluso estando en el buque. Nunca dejó de comunicarse con su familia”, expresó Germán. Esta situación no cambiaría hasta antes de embarcarse en su último viaje, que lamentablemente acabaría con su vida.
Miguel Grau vio venir la muerte
Una de las historias que la familia Grau más recuerda, es precisamente cuando días antes de embarcarse en el monitor Huáscar, el futuro héroe, presintiendo el final, fue a confesarse por última vez en el Convento de los Descalzos..
Sabía que los combates entre peruanos y chilenos iba a ser extenso y complicado; tenía temor de no regresar a su país para ver a sus hijos crecer, y se lo hizo saber al sacerdote que lo confesó.
Tal vez, como comenta su sobrino bisnieto, les dijo a sus subordinados en el viejo monitor, entre los cuales se encontraban otros personajes destacados en nuestra historia por su valentía y amor al Perú, como Melitón Carvajal y Diego Ferré, entre otros, que si la desgracia se cruzaba en su camino y no pudiera regresar al país, entonces tampoco el Huáscar lo haría. Y así ocurrió.
La misma preocupación le trasladó Miguel Grau a su amada Dolores. Y es que ante cualquier eventualidad, nuestro héroe no quería dejar en el desamparo a sus descendientes y se aseguró de dejarles un considerable monto económico para que continuarán con su educación.
“En su última carta, le menciona que tal vez no regresará y le deja un dinero en el banco para que, en caso de que fallezca, haya recursos para la educación de los menores”, contó Germán.
El sobrino bisnieto de Miguel Grau reconoció con gratitud que ha tenido la suerte de visitar la histórica nave en aguas chilenas y admira cómo la han sabido cuidar, reparar y darle el trato que ese pedazo de historia se merece. La conservación y el respeto que han mostrado hacia esta emblemática embarcación son dignos de elogio, permitiendo que futuras generaciones también puedan apreciarla y aprender de su legado histórico.
Otro aspecto no muy conocido en la vida del ‘Caballero de los mares’ es que, desde niño, a pesar de ser considerado cariñoso con sus padres, sintió que su destino estaba en el mar. Quizás por esa razón, a la temprana edad de tan solo nueve años, se embarcó en el buque Tescua. Sin embargo, esa aventura no salió del todo bien, ya que la nave naufragó en costas colombianas.
Sin embargo, eso no afectó su espíritu aventurero y una vez más logró obtener el permiso de su padre para embarcarse, esta vez recorriendo Europa, Asia e incluso los Estados Unidos. Finalmente, logró ingresar de manera oficial a la Marina de Guerra del Perú y el resto, como se dice, ya es historia.