Los abusos, la explotación era el pan de cada día en el mundo laboral. Desde la aparición de las industrias el trabajo de 14 horas en mujeres, hombres y hasta niños era común. En 1866 se originó una huelga con el propósito de exigir derechos laborales, pero fueron efectuados por participar en las protestas en la Plaza Haymarket, Estado Unidos.
En el libro “May Day: A Short History of the International Workers’ Holiday, 1886-1986″, de Philip S. Foner describe el panorama a nivel mundial y el impacto que tuvo la búsqueda de una jornada laboral más justa. Los acontecimientos de Haymarket marcaron un momento crucial en la lucha por las ocho horas. La protesta se vio empañada por la violencia y el estallido de una bomba en el lugar, donde murieron varios manifestantes y policías, evento conocido como el “Martes sangriento”.
Desde ahí se conmemora el Día del trabajador el 1 de mayo. Este suceso rebasó las fronteras de Estado Unidos y el movimiento laboral se movilizó en diferentes países, los trabajadores se unieron en protestas y manifestaciones para exigir mejores condiciones en el trabajo y la reducción de la jornada a ocho horas.
La lucha de las ocho horas en el Perú
Durante las primeras décadas del siglo XX, los trabajadores peruanos se enfrentaron a fuertes represiones y resistencias por parte de los empleadores y las autoridades gubernamentales. Los trabajadores peruanos no fueron ajenos a exigir condiciones justa y equitativa en las jornadas laborales esta lucha dejó una huella en la historia del país.
En 1906 no fue la primera huelga obrera del Perú. En 1905, la Federación de obreros panaderos estrella del Perú proclamó la lucha por la jornada de ocho horas. Uno de los sucesos fundamentales fue la creación de la Federación Obrera Regional Peruana (FORP) un año después. Según el libro El movimiento obrero latinoamericano: historia de una clase subalterna de Ricardo Melgar Bao, la FORP fue un importante catalizador en la movilización y concientización de los trabajadores peruanos sobre la necesidad de reducir las horas de trabajo.
El historiador y docente Jorge Ávila Cedrón cuenta lo siguiente: “Para esos años se hacían huelgas para tener viviendas para la familia de los trabajadores y la construcción del tren. En esa época los trabajadores solamente vivían en cuartos de tres por tres y dormían en colchones, que era lo único que tenían, y una vela para poder alumbrar. En esos cuartitos entraban más de 10 personas para descansar”.
Trabajadores del cono este pioneros en la lucha por la ocho horas
Vitarte es parte de la historia laboral peruana, donde dirigentes sindicales que merecen ser recordados lideraron a los trabajadores textiles asentados en esta parte de la ciudad, particularmente a los de la Fábrica Textil Vitarte. Su labor pionera sirvió para inspirar y articular a otros gremios de la capital: transportistas, panaderos, jornaleros del campo, trabajadores portuarios, carniceros, etc.
En 1911, se estableció la Unificación Obrera Textil de Vitarte el 26 de mayo, marcando un hito en la historia laboral. Además, se llevó a cabo el primer paro general de los trabajadores de Vitarte. En esta fecha histórica, lograron una importante conquista: reducir la jornada laboral de 16 a 10 horas.
Dos años más tarde, se alcanzó otro triunfo significativo con la aprobación de la ley de ocho horas para los trabajadores del Puerto Darcena. Sin embargo, en 1915, en medio de la Primera Guerra Mundial, las empresas comenzaron a despedir a los trabajadores, lo que llevó a una huelga para evitar estos despidos. Gracias a la lucha y movilización de los trabajadores, se logró mantener la jornada laboral de 10 horas manteniendo el mismo sueldo.
El historiador escribe lo siguiente:
“La protesta era un medio de comunicación que permitía articular la información de todo lo que sucedía en el mundo del trabajo de los diferentes gremios, como también la formación de conciencia. A eso se sumaban otros medios como el obrero marítimo, el oprimido, la federación. En fin, son como más o menos unas 20 medios comunicativos, pero siendo la protesta el que tuvo más duración y un mayor tiraje de influencia en el mundo obrero”.
La biblioteca de Vitarte albergaba alrededor de 2.000 libros, los cuales se encontraban en una habitación alquilada por algunos de los trabajadores. Estos trabajadores acudían a la biblioteca, seleccionaban los libros que deseaban y los llevaban a sus hogares.
Al día siguiente o cuando terminaban de leerlos, se reunían en una tertulia para compartir sus reflexiones sobre lo que habían leído.
Este proceso de autoformación era fundamental para los propios trabajadores, ya que en ese momento no existía una educación formal para los obreros. Entre ellos mismos se enseñaban a leer y a escribir. De hecho, el diario y la revista “La Protesta” se convirtieron en los principales medios de comunicación para los trabajadores, siendo distribuidos dentro de la fábrica. Además, contaban con el respaldo de la Federación Obrera Regional de Lima, la cual agrupaba a todos los gremios textiles de la ciudad.
El sábado de 21 de diciembre de 1918, los obreros de la empresa “El Inca” iniciaron la paralización por la jornada de las 08 horas, al día siguiente, se unieron los de “Vitarte”, “La Victoria”, “El Progreso” y “San Jacinto”. Como resultado de estas heroicas jornadas de lucha que se iniciaron en el siglo pasado, el presidente José Pardo y Barreda (mediante el Decreto Supremo del 15 de enero de 1919) estableció en el Perú la jornada de las ocho horas de trabajo.
Para el tiempo de 1871, los trabajadores de la fábrica textil de Vitarte eran chinos, de origen chino, pero estaban en una situación de explotación total porque elaboraban más de 16 horas y después de elaborarlos volvían a encerrar en galpones, como si fuesen los galpones de los pollos. Y ahí, al día siguiente, los levantaban a las 6 de la mañana, los bañaban y después los mandaban a trabajar, contó Ávila.
El historiador contó que para obtener toda esta información, comenzó en 1970, tuve la oportunidad de poder entrevistar a Julio Porto Guerrero, Lino Larrea, Tomás Torrelli, Alberto Benítez, Mercedes Urquilla, una tía, Vicente Cedrón, mi abuelo, a Rosa Solís, a Juan Apalcán, a Vicarina Aguilinta, a César Martínez, entre muchos trabajadores de Vitarte que vivieron esa época.
En la actualidad solo quedan recuerdos y placas que conmemoran los hechos de la lucha de las ocho horas, tenemos el parque 26 de mayo, la capilla Santa Rosa y el barrio obrero que lo puedes identificar por su llamativo color amarillo.