El Perú es un lugar tan grande y generoso que aun con nuestros propios logros, muchas veces le damos crédito a cualquier foráneo. Lamentablemente, esa arma de doble filo puede hacer muchas veces que nos olvidemos de reconocer lo que cualquier compatriota puede lograr. Así sea casi de casualidad.
Tal como ocurrió como el agricultor Agustín Lizárraga, quien se topó con la ciudadela de Machu Picchu mucho antes de que lo hiciera, el que es reconocido como su descubridor oficial, el antropólogo e investigador estadounidense Hiram Bingham.
Esta es la historia no contada del verdadero descubrimiento de la que décadas después sería considerada como una de las siete nuevas maravillas del mundo moderno.
¿Quién fue Lizárraga?
Nacido en la zona de Mollepata, en la provincia de Anta (Cusco), un 12 de junio de 1829, Agustín Lizárrraga tenía tan solo 18 años cuando él y su hermano salieron en de su tierra natal con la finalidad de huir del ejército que los buscaba para enrolarlos en sus filas.
Producto de ese suceso, los jóvenes se establecieron en el valle de Aobamba, departamento de Cusco. En este lugar comenzar a dedicarse a la agricultura como una manera de ganarse la vida. En sus campos cultivaron hortalizas, maíz y granadilla.
Su talento para el trabajo de campo les hizo de cierta fama en la zona y así fue como conocieron a la familia Ochoa, quienes eran unos hacendados que eran dueños de unas tierras que estaban ubicadas cerca de lo que hoy en Machu Picchu. Los Lizárraga comenzaron a trabajar para ellos en la hacienda Collpani.
El Camino Real
Según cuenta Américo Rivas en su libro “Agustín Lizárraga: el gran descubridor de Machu Picchu”, el humilde trabajador recibió el encargo de sus patrones de buscar nuevas tierras para el cultivo de más productos.
Fue así que acompañado de su primo Enrique Palma Ruiz, quien además era administrador de la finca, los dos salieron en busca de su destino un 14 de julio de 1902.
Luego de un buen rato de caminar por la larga cadena de montañas que tiene el Cusco, y cuando ya se encontraban a unos 2453 m.s.n.m., los improvisados exploradores se chocaron con Machu Picchu.
Ninguno de los dos daba crédito a lo que ojos veían. Lizárraga y su acompañante quedaron tan impresionados que el protagonista de esta historia decidió inmortalizar el momento, dejando una inscripción en una de las paredes del templo de Las Tres Ventanas que hasta hoy todavía se puede ver: “Agustín Lizárraga 14 de julio – 1902″.
De acuerdo con el autor, tras ese primer encuentro, y tentado por su curiosidad, Lizárraga dedicó gran parte del resto de esa histórica jornada recorriendo la ciudadela entera, entrando a los palacios y entrando a cuanto recinto se cruzaba en su camino.
Cuando bajaron, contaron al resto lo que habían visto y señalaron que la ciudad parecía haber sido abandonada de un momento a otro. Un misterio que todavía sigue sin resolverse.
Le ganaron el vivo
Nueve años después, el estudioso norteamericano Hiram Bingham llegó a las alturas cusqueñas solo para ver el mismo espectáculo. Y aunque en un principio, un halo de sinceridad hizo que el extranjero consignara en sus diarios de viaje que el verdadero descubridor era Lizárraga, lo cierto es que las luces y la atención recibida (además de los contactos de prensa y amigos ilustres) hicieron que Bingham lo consignara ante el mundo entero como un hallazgo suyo un 24 de julio de 1911.
Para esto, también obtuvo el apoyo del entonces presidente estadounidense William Howard Taff, del peruano Augusto B. Leguía, la National Geographic y la Universidad de Yale.
La primera visita turística
Tras el descubrimiento del agricultor, y mucho antes de la llegada de Bingham al país, la popularidad de Machu Picchu era regular para los pobladores de la zona.
Es por eso que en 1904, la familia Ochoa, para quien trabajaba Agustín, organizó un matrimonio y dejó que algunos suban para conocer las nuevas ruinas.
Los dueños de la hacienda Collpani le hicieron publicidad al descubrimiento que había hecho su trabajador y su primo Enrique Planas, que también era el novio, y sus voces se escucharon más allá de nuestras fronteras, llegando a conocerse hasta París (Francia).
Pero el destino le tenía preparada una última sorpresa a Lizárraga. Aunque esta vez el final sería fatal, pues el ya veterano trabajador perdió la vida en el río Vilcanota, el 31 de diciembre de 1912.
Esto sin que autoridad alguna lo reconozca a él como el primer descubridor de la increíble ciudad de piedra. Aunque el tiempo se ha encargado de poner, al menos un poco, en orden las cosas
¿Robo o investigación?
Tras su llegada al Cusco, se supo que Hiram Bingham hizo algo más que solo visitar Machu Picchu y darlo a conocer al mundo, pues según informes posteriores, el excavador norteamericano se llevó a su país más de 46 mil piezas de oro, plata, madera, hueso, piedra y cerámica, en 1912.
Titánica fue la labor del Instituto Nacional de Cultura del Perú (INC) para que todos y cada uno de esos objetos fuera devuelto al lugar de su pertenencia.
A pesar de la reticencia de las autoridades de la Universidad de Yale, que negaron en todos los idiomas que la colección no le pertenecía al Perú, esta finalmente fue devuelta en tres entregas.
Maravilla del Mundo
Desde su descubrimiento, Machu Picchu se ha ganado el reconocimiento de todo el mundo. Uno de los primeros distintivos que se ganó la ciudadela fue cuando en 1983 fue declarada como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco.
Y en el 2007, de nuevo volvería a estar ante los ojos del planeta entero cuando fue nombrada como una de las siete nuevas maravillas del mundo, junto a otros lugares verdaderamente increíbles como el Taj Mahal, la Gran Muralla China, entre otros.