Este mes del orgullo, sucedieron dos eventos que enorgullecieron bastante a los peruanos: que el restaurante Central ocupara el primer puesto en un ranking mundial, y que Cusco apareciese en la película Transformers. Ambos celebrados por mostrar la diversidad cultural peruana y ambos con bastante inversión detrás (privada y pública).
¿A qué nos estamos refiriendo con la diversidad cultural? A pesar de que esta hace referencia a las múltiples expresiones y manifestaciones culturales y artísticas, el valor que se le da a los proyectos y obras realizadas por las disidencias sexuales y de género es casi nula. ¿Nula en qué sentido? Hasta el momento no se tienen políticas culturales dirigidas a poner en valor estas prácticas, ni la importancia de su memoria histórica y aporte en nuestro territorio.
Si bien existen algunas iniciativas o propuestas dentro de las políticas culturales que abordan las brechas de género, estas siguen una lógica binaria y concentran el discurso en la participación de hombres vs. mujeres. Y este es un problema a nivel regional. Desde hace algunos años se vienen creando observatorios de cultura como iniciativas públicas en Latinoamérica, pero estos recopilan información en clave binaria, haciendo imposible el diseño de políticas basadas en evidencia.
Aun así, existen algunos ejemplos interesantes. En Colombia, en 2009, el Consejo de Bogotá publicó sus lineamientos para la garantía de los derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero. Incluyeron como estrategia la “Comunicación y educación para el cambio cultural”, y en el 2017 se publicó la Línea Técnica de la Política Pública LGBTI+ del Sector Cultura, Recreación y Deporte. Entre sus recomendaciones mencionan la necesidad de educar de forma artística a personas LGBTI+, visibilizar y posicionar sus expresiones culturales y promover la reconstrucción de memoria histórica de esta población y su aporte cultural a la ciudad. Actualmente, cuentan con estímulos económicos dirigidos al fortalecimiento de las iniciativas artísticas y culturales de las personas LGBTI+, así como iniciativas que fomenten el respeto a la diversidad sexual y de género. Por otro lado, en Argentina cuentan con un Diplomado en Gestión de proyectos Culturales LGBTI+ gestionados en conjunto por el Ministerio de Cultura y la Universidad de Buenos Aires.
En marzo de este año se llevó a cabo el I Encuentro de activismos transfeministas en la cultura, organizado por el Observatorio de Género y Cultura, donde se compartieron distintas necesidades que tenemos las personas LGBTI+ para poder llevar adelante nuestros proyectos personales y profesionales en el campo de las artes y la cultura. Entre estas necesidades se encuentra la superación de la dificultad para acceder a becas y estímulos económicos, ya que muchos de estos siguen una lógica netamente académica o solicitan experiencia que para muchas personas trans —que han tenido que autogestionarse desde siempre— es difícil poseer. Si ya de por sí es muy difícil sacar adelante proyectos de gestión cultural, el enfocarlos en la visibilización de otras LGBTI+ lo hace más difícil aún. Y muchas personas de la diversidad, mujeres, hombres trans o personas no binarias tienen que buscar trabajo para sobrevivir día a día, haciendo casi imposible que puedan continuar con su formación o profesionalización en las artes.
Finalmente, los derechos culturales de las personas LGBTI+ seguirán siendo vulnerados, mientras desde el Estado se sigan teniendo acciones como las de cortar el presupuesto a las escuelas de arte en Perú, dejándolas al borde del cierre, limitando así las ya poquísimas opciones que tenemos de formarnos.