Cada vez que las autoridades anuncian en el transcurso de un año la presencia del Fenómeno El Niño, siempre se genera una honda preocupación en la población peruana, pero sobre todo en los que viven en la zona norte del país. En los últimos años, regiones como Piura, Lambayeque y Tumbes son las que han padecido más los estragos de este evento climatológico de escala global.
Solo en el 2017, El Niño provocó la muerte de más de un centenar de peruanos, la desaparición de casi una veintena y originó que al menos otros 400 quedaran heridos por las lluvias, aniegos, huaicos, inundaciones, deslizamientos y aludes. El fenómeno de ese año se extendió hasta Arequipa, en la zona sur del país, pero el grueso de afectados perteneció al lado norte.
El temor de los piuranos, lambayecanos y tumbesinos es justificado. Han pasado casi seis años de este evento que los marcó con la desolación, la destrucción y la muerte, pero aún a muchos les resulta difícil poder borrar de su mente ese traumático suceso. Al Fenómeno El Niño del 2017 se le catalogó como el “más brutal” de los últimos tiempos.
En medio de ese panorama, surge una interrogante: ¿Por qué la zona norte del país siempre sufre más los estragos del Fenómeno El Niño que Lima y otras regiones?
Rina Gabriel, vocera del Estudio Nacional del Fenómeno El Niño (ENFEN), indicó que esto responde a un tema meramente climático y no a algún otro factor externo.
“Vamos a tener un mar más cálido de lo normal que debe ser en verano (de 2024) y esto favorece a que se generen precipitaciones más de lo normal para esta fecha y en el norte del país en particular. ¿Y por qué en esa zona? Porque en esa temporada de verano climatológicamente las lluvias aumentan, son mayores con relación a todo el año”, explicó en TV Perú.
Es usual que, durante el primer trimestre de cada año, Piura, Lambayeque y Tumbes tengan precipitaciones pluviales, pero la situación se agudiza con las que también provoca El Niño, pues se desencadena la activación de quebradas y el aumento considerable del caudal de algunos ríos, precisó.
“Lo que se ha visto a inicios de 2023 podría repetirse para el próximo año, porque iniciaríamos un verano con un mar cálido por el Niño Costero... y ya sabemos lo que viene después de ello”, advirtió.
Se extenderá hasta el verano de 2024
Remarcó que este Fenómeno El Niño, llamado coloquialmente Niño Global por su impacto en varios países, se extenderá hasta el verano de 2024. “Es lo que estamos viendo con mayor probabilidad. Que sea sostenido en el tiempo en el próximo verano”, dijo.
Además, se refirió a la posibilidad que el Niño Costero y Niño Global se sientan en el Perú al mismo tiempo en el primer trimestre del próximo año.
“Estamos emitiendo cada 15 días un comunicado y hablamos que definitivamente las probabilidades están en el orden de 84 % a 85 % de que estos dos eventos se desarrollen en el verano de 2024″, sostuvo.
Cabe precisar que es cierto que con la llegada de El Niño resulta más afectada la zona norte del país, pero eso no quiere decir que Lima y otras regiones del centro del Perú no sufran los embates de la naturaleza. Ya vimos con el ciclón Yaku como Cieneguilla, San Juan de Lurigancho, Chosica, Punta Negra, Chaclacayo y San Bartolo sufrieron considerables daños materiales por las inundaciones y huaicos reportados.
¿Qué medidas debería tomar el Ejecutivo?
Para Fernando Neyra, docente de la carrera de Ingeniería Ambiental de la UPC, a nivel de prevención poco o nada puede hacer el Ejecutivo, pese a que faltan al menos seis meses para que se sientan los estragos de El Niño.
“A nivel de prevención, frente a El Niño que posiblemente ocurra, muy poco o nada, no hay tiempo para planificar y hacer expedientes, además de hacer licitaciones y concursos públicos, la burocracia misma, es un riesgo”, señaló.
Agregó que no se debe esperar a que el desastre ocurra para recién implementar refugios, albergues, centros de agrupamiento con servicios mínimos para los eventuales damnificados, así como la alimentación, víveres básicos y atención medica necesaria.
“Se debe catastrar las zonas urbanas y rurales críticas expuestas a los peligros para conocer la cantidad de familias y personas que potencialmente serian damnificados, y no repetir anteriores experiencias de desastre donde hasta hoy aparecen damnificados y se generaba una alta especulación con la ayuda”, acotó.