Los gatos tristes del Parque Kennedy

Los gatos que “viven” en el Parque Kennedy no son felices. Basta ser un poco observador para darse cuenta que no viven, sino que sobreviven a su manera.

La solución del parque Kennedy es que no haya más gatos allí.

Se trepó a mi hombro mientras hacía una entrevista en el Parque Kennedy de Miraflores. El gatito no tenía nombre ni quien lo protegiera de la crueldad, solo hambre y un llanto agudo que me impidió dejarlo ahí.

Por sus manchas en las orejas y parte de la cara, era la versión de Batman en versión gato, solo que no tenía superpoderes para volar y alejarse de un lugar, que para muchos es “el paraíso de los gatos”, pero que, en realidad, dista mucho de ser un lugar amigable con animales que han sufrido la traición de los seres humanos y que luchan día a día por acostumbrarse a la calle, luego de haber vivido seguros bajo techo.

Recuerdo que publiqué un aviso pidiendo un hogar temporal para él (en ese entonces tenía un perro que no era muy amigable con los gatos) y al día siguiente recibí un mail en donde una persona me aconsejaba dejarlo en el popular parque del distrito de Miraflores “Allí son felices, tienen comida y duermen en los árboles”.

Ya tenía siete años rescatando animales y sabía perfectamente lo que sufrían los gatos abandonados en ese espacio público. No entendía cómo alguien podía pensar que vivir 24/7 expuesto a que otros gatos o personas te hagan daño, era algo bueno.

No. Los gatos que “viven” en el Parque Kennedy no son felices.
Los gatos del Kennedy no viven, sino que sobreviven.

Existen muchas razones. La más importante es que todo cambio en su entorno, así sea el más mínimo, los estresa muchísimo. Pasar de una casa segura a la calle, pasar de tener comida y cariño a esperar caridad, y entender que de pronto debes aprender a defenderte de la maldad, es un cambio muy drástico. Nunca se acostumbran, en realidad es que no les queda otra opción.

Recuerdo haber escuchado a una etóloga (experta en comportamiento animal) decir que los gatos entran en una depresión tan profunda cuando los abandonan que muchos no lo superan. Su mundo se viene abajo, no son capaces de aceptarlo y mucho menos de entenderlo.

Basta con ser un poco observador para advertir que los gatos del Kennedy no viven, sino que sobreviven. Cada gatito nuevo que llega debe luchar contra el rechazo de otros, le pegan o no lo dejan comer porque son territoriales por naturaleza. Con suerte alguna colonia los acepta o, en el peor de los casos, se ven obligados a alejarse ¿Han visto a algunos en los alrededores del parque? Ahora saben por qué. ¿Viste alguna vez como varios gatos se reúnen alrededor de las luces del suelo que iluminan la iglesia? Es su forma de calentarse para soportar el frío.

Por eso hace unas semanas y a raíz de que, junto a otros ciudadanos, en Proyecto Libertad hicimos pública la alerta sobre la muerte de algunos gatos abandonados en el parque, fuimos convocados por la Municipalidad de Miraflores a una mesa de trabajo para analizar el tema.

La Municipalidad de Miraflores tiene la pelota en su cancha respecto a los gatos del parque Kennedy.

Junto a organizaciones que realmente trabajan por los animales como Adoptamiu y Misicha, explicamos que la solución para la situación de los gatos del Kennedy, es que no haya más gatos allí. Así de simple. Esos animales no la pasan bien allí.

¿Cómo lograrlo? Incidiendo en la raíz del problema: sancionar el abandono. El municipio de Miraflores tiene una ordenanza que sanciona esa conducta de maltrato animal, aunque nunca lo han visto como un tema prioritario. Además, exburgomaestres de esta comuna como Jorge Muñoz manejaron la situación de la peor manera. El exalcalde la emprendió contra las víctimas en lugar de enfocarse en los verdaderos culpables.

El actual alcalde ha presentado hace poco un plan para controlar el abandono de gatos en el parque. Nunca estuve de acuerdo con que se apartara al grupo de voluntarios que se encargaban de ellos, ya que no todos tenían actitudes cuestionables y, sobre todo, porque conocían a esos animales y los gatitos ya los reconocían. Fue un cambio muy drástico para ellos.

Lo positivo es que esta semana se anunció que un ciudadano fue multado con casi S/5,000 por intentar abandonar a su gato en dicho parque. Ese es el camino, que la gente sepa que ya no tendrán impunidad si cometen tamaña crueldad. Los animales son seres increíbles, no merecen ese tipo de traición porque hay alternativas: buscarle otro hogar, mudarse a una casa donde acepten animales o incluso pedir ayuda en redes sociales. Siempre hay opciones, abandonarlo no es una de ellas.

Los gatos entran en una depresión tan profunda cuando los abandonan que muchos no lo superan; esto sucede en el parque Kennedy.

Confío en que ese plan funcionará y las cosas mejorarán para ellos. Nos mantendremos vigilantes para defender los intereses de los gatos del parque Kennedy porque ya sufrieron bastante. Y por supuesto, como le dijimos a los funcionarios del municipio de Miraflores: estamos más que dispuestos a ayudar en lo que sea necesario si se trata de cambiar la realidad tan triste de esos animales. La Municipalidad de Miraflores tiene la pelota en su cancha.

Volviendo al gatito que rescaté del Kennedy, lo llamé Totoro. Una veterinaria no muy buena nos dijo que tenía linfoma maligno (cáncer) y no viviría más de dos meses, así que decidimos adoptarlo para que pase con nosotros sus últimos días. Se equivocaron de diagnóstico y vivió con nosotros siete años, tiempo corto que nos dejó el alma rota porque una enfermedad rara e impredecible lo fue consumiendo en cuestión de semanas. Estoy convencida de que la energía negativa de un grupo de personas irracionales, que por esa época le hicieron mucho daño a mi familia, fue la verdadera causa (logramos que superara el cuadro, sin embargo, inexplicablemente murió de forma repentina).

Cuando lo despedía, le prometí que le daría la oportunidad a otro gatito, que buscaría el que tenga menos posibilidades de ser adoptado. Así llegó a mi vida Anvorguezo (no me juzguen, es un nombre muy popular en México que tiene mucha personalidad), un gato naranja más grande de lo normal, de 7 años, que vivía en el área de cirugía de la veterinaria de un gran amigo. Hoy es el amor de mi vida.

En otra columna contaré su historia, solo quería decirte Totoro que cumplí mi promesa. Te extrañamos cada día.

Heidi Paiva, del Proyecto Libertad