7 de junio de 2023. Hoy se cumplen seis meses desde que Dina Boluarte asumió la presidencia de la República luego de que Pedro Castillo intentara dar un autogolpe de Estado. La noticia no fue bien recibida por la población peruana, quien rechazó los continuos problemas en la clase política del país. Luego de un impactante estallido social, la gestión de Boluarte se ha visto implicada en una crisis generalizada que implica el sector social, político y hasta sanitario.
De acuerdo a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), durante las movilizaciones sociales de diciembre y enero en contra del régimen Boluarte habrían ocurrido ejecuciones extrajudiciales y se habría producido una masacre. La denuncia internacional también provino de organismos como Amnistía Internacional, entidad que afirmó que hubo una respuesta violenta de parte del Estado en contra de manifestantes campesinos y considerados pobres.
Estas acusaciones refieren que son los agentes del Estado —como efectivos policiales y militares— responsables de haber desarrollado un ataque indiscriminado en contra de ciudadanos de Ayacucho, Juliaca, Andahuaylas, Puno y otras regiones afectadas por estas protestas.
Aunque Boluarte Zegarra es la jefa suprema de las Fuerzas Armadas según la Constitución, la mandataria ha intentado deslindar de su responsabilidad con estas autoridades. Sin embargo, esto no ha evitado que termine en una investigación fiscal por genocidio, homicidio culposo y lesiones graves por las más de 49 muertes ocurridas durante las marchas.
Yaku y El Niño
A los pocos meses de haberse instaurado el Gobierno de Dina Boluarte, un fenómeno climático afectó fuertemente al norte del país. Unas constantes e intensas lluvias inundaron las calurosas ciudades de Piura, Tumbes y Chiclayo, generando daños en las viviendas, áreas públicas y zonas comerciales.
Las casas se encontraban bajo los altos niveles de agua y miles de familias quedaron damnificadas por la pérdida completa o parcial de sus pertenencias. Como producto de las fuertes precipitaciones también se activaron quebradas y los huaicos no tardaron en llegar. Lamentablemente, al menos 69 muertes se registraron durante estos acontecimientos.
Los medios de comunicación difundían dramáticas escenas de rescates de víctimas de estos sucesos naturales, pero también se utilizaban para solicitar ayuda para sobrevivir en medio de este desastre natural. Los residentes de las zonas afectadas denunciaban que las autoridades de la zona no se presentaron en el momento oportuno para atender las necesidades de la población perjudicada.
Aunque en esta ocasión hablábamos de un ciclón, los estragos era parecidos a las fatales consecuencias que desencadenó el fenómeno de El Niño muchos años atrás, por lo que los expertos en el tema reclamaron a las autoridades la falta de prevención de desastres. Si bien no se puede prevenir la aparición de un ciclón, sí tenemos conocimiento que Perú está expuesto a precipitaciones, huaicos e inundaciones.
Después de la presencia de Yaku, el país ha recibido la alerta de la llegada de El Niño Costero que podría desencadenar las mismas consecuencias si no se toman las acciones preventivas correspondientes.
Emergencia sanitaria por dengue
Antes de la llegada del ciclón Yaku, Piura ya era una de las regiones con mayor número de casos de dengue. El empozamiento del agua que dejó las fuertes lluvias fue uno de los factores que originó la reproducción del zancudo en esta zona y, por ende, el incremento de los contagios. Los establecimientos de salud de estas provincias fueron afectados por las intensas precipitaciones y muchos de ellos quedaron inhabilitados, lo cual fue perjudicó aún más la situación para los enfermos por dengue.
Los pacientes graves no dejaban de llegar y los hospitales no se daban abasto para atenderlos. Las salas quedaban chicas y los medicamentos se agotaban. Incluso, se denunció que distintas regiones no contaban con las pruebas de descarte de dengue.
La alta demanda ocasionó que se agoten también recursos básicos para la atención de estos pacientes, como las botellas de suero para hidratar a los enfermos. Los pocos e insuficientes medios impedía al personal de salud la atención de todos los contagiados, situación que terminó en la pérdida de más de 100 vidas humanas. Esto reveló una triste realidad: una mala gestión pública.