Poeta, activista y político: Nicomedes Santa Cruz a través de sus entrevistas a la prensa

Los periodistas no solo cubrieron la obra del autor de “Canto a mi Perú”, sino que ahondaron en sus recuerdos de la Lima de antaño y su mirada del convulsionado país de mediados del siglo XX. En el mes de la Cultura Afroperuana, recordamos al decimista.

Nicomedes Santa Cruz es recordado por sus décimas y apoyo al gobierno de Juan Velasco Alvarado (Foto: Composición Infobae)

Nicomedes Santa Cruz no solo vive en los recuerdos de quienes lo admiran o los libros que publicó, sino también en las hojas de los diarios que se interesaron por conocer sus orígenes, su trabajo artístico y su opinión sobre la coyuntura social y política del Perú. Decenas de entrevistas que brindó ya se encuentran digitalizadas y presentan una faceta poco comentada del autor de “Canto negro”, la de un interesado por la revolución que puso en marcha Juan Velasco Alvarado.

En febrero de 1973, pocos meses después de cumplirse cuatro años del derrocamiento de Fernando Belaúnde Terry por el llamado Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas, el poeta contaba al diario Siete Días que su compromiso con el gobierno de turno era a través de sus “escritos en diarios limeños, comentarios por radio y por medio de mis actuaciones en reuniones cívicas en las que canto décimas con contenido revolucionario”.

Su poesía social, como llegó a calificarla en dicha entrevista, era “una poesía comprometida con lo que sucede, (porque) cuando el poeta deja de medrar con lo que Dios le dio y se compromete con el proceso de su pueblo y se equivoca, se equivoca por estar con su pueblo y no junto a interese negativos”. Esa cercanía con la ciudadanía llamó la atención de ciertas miembros de la clase política que quisieron utilizar a Santa Cruz como puente con el electorado, aunque dicho intento fue en vano.

Las entrevistas a Nicomedes Santa Cruz pueden encontrarse en el sitio web que lleva su nombre

El compromiso de Santa Cruz con el gobierno de turno era de tal fortaleza que en la citada conversación aseguró que “todos somos soldados” e hizo un llamado diciendo: “Hagámoslo bien y procuremos que no se derrame sangre. Y si hay que derramarla, derramémosla aunque sea muy doloroso”. Al mismo tiempo evitó calificar a la llamada revolución de izquierda o de derecha para no entrar “a un terreno escabroso (...) La revolución se definió como humanista, justicialista y solidaria”, agregó.

Diez años después, en julio del 83, las esperanzas de Nicomedes Santa Cruz sobre el futuro del Perú era distinta. A su llegada al aeropuerto, un joven le pidió dinero, “aunque sea diez libras”, pero mayor sorpresa sería enterarse que para la época dicho monto de dinero no era nada. “En España quería creer que las noticias sobre el Perú estaban magnificadas”, comentó, pero los primeros años de retorno a la democracia no había logrado cambios positivos en la mayoría de la población. “Ojalá pudiera hacer algo”, agregó.

Entre los Estados Unidos y Perú

El apellido Santa Cruz Gamarra está asociado a la cultura popular, pero en casa tuvieron un papel predominante las obras clásicas de autores angloparlantes y la música de Richard Wagner. El padre de Nicomedes había partido a Estados Unidos en 1881 cuando apenas tenía once años y “se dio cuenta que por ser negro y analfabeto, lo iban a tener de esclavito y se escapó”, contó el autor de Cumanana a Caretas en 1987.

Nicomedes Santa Cruz padre llegó a los Estados Unidos a los 11 años y retornó al Perú con 38. (Foto: BNP)

En su accidentado camino por las tierras norteamericanas, el patriarca de los Santa Cruz se cruzó con William Frederick Cody, recordado por el mundo como “Buffalo Bill”. Sus días de militar, explorador y cazador de bisontes habían quedado atrás y ahora el mundo del espectáculo ocupaba sus días.

“Ya no estaba en el oeste matando indios, sino tenía un circo rodante donde teatralizaba cómo los había matado”, contó Nicomedes.

Convertido en un hombre de mundo y conocedor de varios idiomas, Nicomedes Santa Cruz padre regresa al Perú a los 38 años y vuelca en sus hijos todo lo aprendido en norteamérica, incluido el idioma. “¿Qué vas a sentir por un señor que solo canta canciones inglesas o irlandesas, que cuando está contento o amargo te arrulla o te manda a la porra en inglés? Yo no hablaba inglés y le agarré odio por eso”, recordó el decimista al ser consultado por la relación con su padre.

Aunque este “era un hombre más negro que las malas ideas” y cuyo lineaje provenía desde los días del virreinato, fue su mamá el vínculo con el país que lo vio nacer. “Mi madre era más mi madre. Ella era la música peruana. El Perú”.

La Lima de finales de los años 30 le mostró la diversidad de culturas que existen en el país gracias a las ferias, aunque al mismo tiempo se topó con la discriminación y abusos contra aquellos que no eran limeños blancos.

Nicomedes Santa Cruz y Victoria Gamarra Ramírez, su madre.

“Por un lado recuerdo con amor las habaneras y los festejos y las zamacuecas de mi abuela, de mi madre y por otro recuerdo, con emoción, los primeros huainos, las primeras mulizas, las primeras danzas andinas que vi”, dijo de las ferias donde también presenció la violación de mujeres andinas por parte de los soldados de la época. Mientras estos espacios de difusión desaparecían otros como la radio se fortalecían.

Santa Cruz se atrevió a difundir música de los andes a través de la señal de Radio América hasta que le prohibieron continuar con su hazaña.

“Me decían: ‘No sigas poniendo música serrana’ y yo preferí que me botaran de la radio antes de limitarme al valsecito criollo”, contó a Caretas para luego confirmar que la música no es más que una extensión del tiempo en el que uno vive.

“La música es consecuencia, no causa, de los procesos sociales, políticos y económicos. El Perú es un caos, Lima es un caos, su música tiene que ser un caos. ¡Qué haríamos con una música organizada y el país hecho una mierda! Pero sin embargo, he visto signos de cambio en la gente. He visto gran vitalidad. Aquí las cosas se están moviendo. Se nota”, dijo en el lejano octubre de 1987 a puertas de una las más grandes crisis económicas que vivió el Perú.