El 4 de noviembre de 1944, se descubrió un macabro hallazgo en Lima. Tres cuerpos sin vida, pertenecientes a ciudadanos japoneses, fueron encontrados flotando desnudos en la acequia Magdalena del jirón Tingo María, en Chacra Ríos. Este trágico suceso fue informado por las autoridades y los medios de comunicación de la época.
Las víctimas, identificadas posteriormente, resultaron ser miembros de dos familias japonesas. Se trataba de los Shimizu, conformados por Tamoto (44 años), Hanai (23 años), Tokio (6 años), Sumiko (11 años) y Yoshiko (5 años), y los Tomayasu, compuestos por Carlos Hiramo y Carmen Mika. Tamoto Shimizu era el líder de la familia y estaba asociado con Carlos Hiramo Tomayasu en un próspero negocio de venta de carbón.
El crimen causó conmoción en la población y se convirtió en el foco de atención de los periódicos de la época. Las autoridades trasladaron los cuerpos a la morgue y la autopsia reveló que las víctimas habían sido golpeadas con un objeto contundente, presentando múltiples traumatismos en la cabeza y el rostro causados por terceros.
Pocos días después, el 6 de noviembre, se encontró sin vida el cuerpo de la señora Hanai de Shimizu, lo que intensificó el misterio y el temor en la comunidad. Este caso desconocido y aterrador se convirtió en el primer caso documentado de asesino en serie en el Perú, y la población comenzó a vivir con temor.
Tras las teorías, la culpabilidad de Mamoru Shimizu
Las investigaciones llevaron a un detenido llamado Mamoru Shimizu, hermano menor de las víctimas. Aunque confirmó la identidad de los fallecidos, negó conocer las razones detrás del crimen. Sin embargo, su serenidad al responder las preguntas de la policía y su falta de conmoción por la pérdida de su familia levantaron sospechas.
Junto a Mamoru, también fue detenido su mayordomo, Kiyoshi Nayto, debido a sus declaraciones que generaron desconfianza. Relató que dos días antes del crimen había escuchado ruidos inusuales en la casa, pero no le dio mayor importancia en ese momento.
El acusado negó todas las acusaciones y afirmó haber realizado sus actividades rutinarias el día del homicidio. Sin embargo, la prensa comenzó a construir teorías propias sobre el caso, especulando sobre la participación de una mafia japonesa o los Yakuza debido a la xenofobia existente hacia los japoneses en aquellos años.
Finalmente, el 9 de noviembre de 1944, Sumiko Shimizu, esposa de Mamoru, confesó que su esposo era el autor de los siete asesinatos en Chacra Ríos. Mencionó que había encontrado una chaqueta con sangre perteneciente a su pareja como prueba. A pesar de la negación de Shimizu, la prenda coincidía en medidas exactas con su talla. Ante esta confesión, el juez del caso ordenó que Mamoru fuera trasladado a prisión.
Después de la confesión, fue arrestado y encarcelado. Las autoridades decidieron confrontarlo con su esposa en un intento de obtener una confesión más sólida. En la celda, Sumiko, entre lágrimas, le suplicó que admitiera su culpa. Este emotivo encuentro parece haber hecho que el asesino recapacitara, y finalmente confesó los crímenes, diez días después de haberlos cometido.
La verdad emerge: los detalles escalofriantes de los crímenes
Aunque el caso se dio a conocer el 4 de noviembre, los homicidios habrían ocurrido la noche del 2 de noviembre. Mamoru confesó que esperó a que su familia estuviera dormida para ingresar a la habitación de su hermano Tamoto y golpearlo con un palo que había seleccionado previamente. Luego atacó a su cuñada y, finalmente, se dirigió al cuarto de sus sobrinos, Tokio, Sumiko y Yoshiko, para hacer lo mismo.
Después, se acercó a la habitación de Carlos Hiramo Tomayasu y su esposa Carmen Mika, quienes eran amigos cercanos de la familia y compartían la finca. Les destrozó la cabeza.
Una vez que los asesinó, sacó los cuerpos de la casa. Algunos de ellos todavía estaban agonizando, así que los remató golpeándolos repetidamente con un trozo de madera. Después de asegurarse de que estuvieran muertos, les quitó la ropa y los llevó en el automóvil de su hermano hasta un descampado. Descalzo, arrojó cada cuerpo al río. El crimen estaba consumado.
Mamoru afirmó que su motivo había sido un grave problema familiar y descartó cualquier implicación política. Con su confesión completa, el juez tuvo que liberar al mayordomo, Kiyoshi Nayto.
El asesino reveló que había ocultado las prendas de las víctimas en la casa de una vecina. Los policías encontraron seis costales de carbón numerados, que contenían la prendas de los asesinados, con manchas de sangre.
Después de los acontecimientos, se planeó llevar a Mamoru a la escena del crimen para reconstruir los detalles del homicidio. Sin embargo, este plan no se llevó a cabo debido a que el homicida pasó demasiado tiempo hablando con su esposa e hijo durante el tiempo de las visitas.
El juicio contra Mamoru Shimizu
El juicio contra Mamoru Shimizu comenzó casi cuatro años después de los asesinatos. En esta ocasión, el japonés cambió su versión y afirmó que “cinco enmascarados fueron los responsables de la masacre”. Alegó que no había hablado anteriormente porque los delincuentes lo habían amenazado con matar a su esposa e hijo.
A pesar de su nueva versión, el Segundo Tribunal Correccional lo condenó a 25 años de prisión por los asesinatos cometidos el 4 de noviembre de 1948. Además, se le ordenó pagar una indemnización de 70 mil soles como reparación civil a los familiares de las víctimas.
La defensa del homicida intentó solicitar la anulación de la sentencia, pero la Corte Suprema ratificó la condena.
Según el periodista César Lévano, quien tuvo la oportunidad de conversar con el criminal confeso, Mamoru Shimizu pasó sus últimos días dividiendo su tiempo entre trabajar como peluquero y criar palomas en la Penitenciaría de Lima, que ya no existe en la actualidad.
Lévano rememoró su experiencia diciendo: “Este es mi final, pensé. Era el asesino más famoso de Lima y me dejaban solo con él, armado con tijeras. Sin embargo, fue muy pacífico, y yo era la única persona con la que conversaba en la cárcel, ya que hablábamos sobre la Segunda Guerra Mundial y otros temas que yo conocía y él no tenía con quién discutirlos”.
Aunque el caso se cerró con la idea de que Mamoru Shimizu asesinó a su familia y amigos debido a un estallido de ira provocado por problemas, a lo largo de los años han surgido teorías adicionales que aún no se han confirmado.
Cuarenta años después del asesinato, el escritor y periodista Jorge Salazar escribió la novela La medianoche del japonés, basada en el crimen. En ella, se plantea la teoría de la secta del Dragón Negro, cuestionando por qué se eligió el método de golpear con un palo cuando en la casa había acceso a cuchillos y otros utensilios. Sugirió que este matanza se asemejaba a la forma en que se ejecutaba a los traidores y despreciables en el antiguo Japón, sin el honor de usar una espada. También hace referencia al funeral de Shimizu.
“(...) para resolver un crimen, el primer paso consiste en no creerle a la Policía”, indica el autor. Según él, los investigadores no habrían tenido en cuenta ese detalle del apaleamiento.
“El antiguo ritual de apalizar a los traidores y a sus familias, que tuvo lugar en Hara en el siglo XVII, se repitió en esa finca de Chacra Colorada. Fue un día de difuntos. Cuando Mamoru se autoinculpó, debió haberse sentido como un viejo y noble samurái, eso es lo que pensamos”, escribió Salazar.
¿Cuál es la verdad? ¿Mamoru Shimizu asumió la culpa y se llevó su verdadera confesión a la tumba? Salazar se puso en contacto con Susuma Shimizu, hermano mayor de Mamoru y Tamoto, quien afirmó que su hermano actuó por venganza.
El 4 de junio de 1959, Shimizu murió en la cárcel después de sufrir un paro cardíaco. Escribió una de las historias más sangrientas de los crímenes en Perú y ahora descansa en el cementerio Presbítero Maestro, en el mismo recinto donde también están enterradas sus víctimas.