18 mil personas murieron en un incendio al norte de Texas, inocentes que hicieron hasta lo imposible por salvarse y escapar, pero que no pudieron hacer nada porque estaban encerradas. Aún suenan en mi memoria los lamentos que se escuchaban en los videos de la explosión que acabó con sus vidas y, probablemente, los oiré en mis pesadillas por algunas noches más. Ocurrió en abril y, hasta la fecha, no hay ningún responsable.
¿Qué pasaría si te digo que esas 18 mil víctimas eran vacas?
Esta explosión que acabó con sus vidas, de la forma más espantosa, sucedió en una granja de “vacas lecheras” hace poco más de un mes y se considera el siniestro más devastador en su tipo en ese estado.
Lamentablemente no es el único. Desde el 2013, más de seis millones y medio de animales de granja han muerto en incendios similares, según la Animal Walfare Institute (AWI), casi seis veces la población de Arequipa y un número que equivale a poco más de la mitad de las personas que viven en Lima.
Detrás de esa cifra había seres con capacidad de sentir miedo y dolor como nosotros, individuos que querían disfrutar de su vida y que tenían lazos muy fuertes con su familia, aunque probablemente fueron separados de ella cuando eran apenas unos bebés. Inocentes que pasaron su vida entera sufriendo, que abrieron los ojos siendo esclavos y con una sentencia de muerte por el simple hecho de pertenecer a una especie diferente a la nuestra.
Decidí ser vegana hace más de 10 años cuando leí una investigación encubierta de una organización chilena. Una voluntaria que se hizo pasar como empleada de una granja de “vacas lecheras” contaba con horror lo que vio: madres sufriendo al ser separadas de sus hijos y becerros hambrientos llorando por semanas que no pudieron disfrutar de ese vínculo ni siquiera un día. Recuerdo que me impactó la historia de un becerro que logró escapar de su jaula y corrió hacia su madre, no para beber su leche (fue privado de alimento muchos días) sino para besarla.
Esa historia cambió mi vida. En ese momento decidí que no quería ser parte de esta cadena de crueldad nunca más.
El sufrimiento de los animales considerados como “comida” o explotados para obtener productos como leche, huevos y otros, no es ajeno a nosotros, aunque no lo veamos (o no queramos verlo). Nuestro dinero lo financia y la relación es directa: cada sol/dólar que pagamos por un kilo de carne o un litro de leche va a los bolsillos del matarife que le corta el cuello a un cerdo o financia el sueldo del trabajador que separa a las vacas de sus hijos para convertirlos en “carne de ternera”.
¿Podría mirar a mis gatos y a mi perrita a los ojos sabiendo que mi dinero es utilizado para causar dolor a otros como ellos?
La buena noticia es que podemos cambiar esa realidad. Cada vez que comemos, podemos tomar la decisión de no ser parte de este círculo de muerte y sufrimiento. Cada uno de nosotros puede salvar animales tres veces al día.
Hoy, en el Perú existen tantos negocios de comida vegana que demuestran que ser vegano no equivale a dejar de disfrutar de nuestra gastronomía. Arroz con pollo, hamburguesas, carapulcra, seco con frejoles, causa rellena y hasta el peruanísimo ceviche se pueden encontrar en versión 100% vegetariana, ni siquiera tenemos que sacrificar el sabor de los platos que tantos nos gustan.
Adicionalmente, estudios científicos nos hablan de la relación directa de enfermedades graves con el consumo de productos de origen animal y nos enseñan el daño irreparable que le causa la industria ganadera al planeta. Esta última es una de las principales causas del cambio climático ¿El incremento de la intensidad de las lluvias en el norte y la temperatura insoportable en verano? Ese es el motivo.
Recientemente, la consultora Boston Consulting Group (BCG), mencionaba en su informe “Food For Thought” que para 2030 el 8% de toda la carne, mariscos, huevos y productos lácteos consumidos en todo el mundo serán alternativos. Otro mundo, donde nadie tenga que sufrir, es posible.
Por salud, por el planeta, o por evitar la crueldad con los animales, debemos cambiar nuestros hábitos alimenticios.
En mi experiencia personal, estoy convencida de que ahora me alimento mejor que nunca y disfruto realmente de la comida de todas las maneras posibles porque mi consciencia está limpia.
¿Por qué deberías convencerte de que esta es la mejor opción? Hazte una pregunta muy sencilla: Si puedes comer rico, estar más sano y además evitar el sufrimiento a inocentes, ¿por qué no?