Crimen, corrupción, fanatismo, ambiciones, traiciones y discriminación son los componentes que construyen la Lima descrita por Santiago Roncagliolo en “El año en que nació el demonio”, su más reciente novela. Aunque lo parezca, no se trata del rostro actual de la ciudad, sino la que habría sido en 1623 contada a través de los ojos de Alonso Morales, un novato alguacil del Santo Oficio, tribunal religioso que existió hasta 1820.
El libro de más de 500 páginas llega apenas un año después de “Y líbranos del mal”, historia en la que se presentan diversos casos de abuso sexual por miembros de la Iglesia Católica. Si bien Roncagliolo se ha mantuvo lejos de la novela por cinco años, durante aquel periodo de tiempo su nombre seguía apareciendo en librerías en portadas de colaboraciones o historias para un público distinto al que estaba acostumbrado dirigirse.
En conversación con Infobae Perú, el autor de “Abril rojo”, “La noche de los alfileres”, “La pena máxima”, “El amante uruguayo”, “Pudor”, “El gran escape”, “La cuarta espada”, “Mi primera vez”, “Jet Lag”, entre otros comenta lo que significó escribir su más reciente novela, su relación con el Perú y su forma de lidiar con el acalorado y a veces ridículo debate público.
Quiero hacerte la misma pregunta que George R. R. Martin, autor de “Juego de tronos”, le hizo a Stephen King, creador de “It”: ¿Cómo diablos escribes tan rápido? Porque vienes publicando un libro por año
Piensa que pasé seis años sin sacar una nueva novela. Fue una temporada sabática en la que escribí otras cosas, escribí para niños, empecé a hacer guiones e hice memorias. Fui como un escritor fantasma que hacía otras cosas como para oxigenarme. Esta novela es gorda, pero es un proyecto que tomó diez años hacerlo y que ha ido asumiendo distintas formas conforme iba investigando.
En la novela, el Santo oficio, la institución encargada de suprimir la herejía durante los años del virreinato, tiene un papel casi protagónico. ¿Quiénes han asumido el papel de la Inquisición en el siglo XXI?
Nosotros. La tarea de eliminar las ideas que no nos gustan la cometemos todos entusiastamente en las redes sociales. Los de derecha se ocupan en machacar a los de izquierda y estos hacen lo mismo con cualquiera que tenga opiniones de derecha. El debate público se ha vuelto completamente tribal. La democracia posterior al sistema teocrático se basa en creer que si alguien no piensa como tú es un monstruo o alguien a quien hay que eliminar.
¿En algún momento te encontraste en el papel de inquisidor?
Más bien de inquisidido. Cuando eres como yo, de más de un lugar y la gente no percibe opiniones más sofisticadas que 280 caracteres, es muy difícil clasificarte. Me ha pasado frecuentemente en España ser atacado por ser de derecha mientras que en Perú hacen lo mismo por ser de izquierda. He dejado de escribir columnas y me he retirado un poco de la opinión pública porque no me gusta el debate tal como es. Me interesa contar historias, quizás precisamente porque estas recuperan los matices. Cuando ves a un personaje, aunque sea diferente de ti, aunque sea un inquisidor, un terrorista o un pederasta puedes mirar el mundo desde sus ojos. Adquieres un comprensión mayor de las cosas. Me gusta más eso que decirle a la gente por quién votar.
¿Qué tipo de textos te cuestan escribir más?
Cada uno tiene complicaciones diferentes y eso es lo bonito también. Cada texto es un viaje diferente. En este caso hacía una falta una investigación histórica ambiciosa y ahora me encuentro en un proyecto emocionalmente duro rascando mi propio pasado. Es difícil por las cosas que veo de mi mismo. Cada historia impone su propia dinámica, sus propias reglas. Me gusta que cada historia me obligue a viajar a lugares nuevos.
Regresando a “El año en que nació el demonio”, ¿por qué buena parte de los limeños todavía mira con anhelo y cierta nostalgia los días de la Lima virreinal?
Supongo que los limeños de ciertos barrios. La polarización ha hecho que de una manera bastante absurda tengas que tomar partido por qué identidad tendrías si estuvieses en 1530. Además, es una idea muy simplificada en la que se cree que solo hubo españoles y originarios. Hay otra parte que quiere volver al imperio Inca que también está idealizado e ignoran que fue un gobierno violento. La verdad histórica no importa en estas discusiones, sino quiénes quieres que sean tus amigos.
¿En algún momento te has sentido extranjero en el Perú?
Me siento extranjero en todas partes. En España me dicen que me largue a mi país y aquí dicen que vivo en Europa y que no entiendo nada. Además, crecí en México, así que siempre fui un extranjero. Mis personajes, por ejemplo, nunca terminan de encajar, son extranjeros en su medio.
¿La labor de un escritor en una coyuntura como la nuestra tiene algo de peso o resulta ser más tangencial?
Yo no creo que las novelas deban sustentar a un partido político. Las buenas recuperan la complejidad de los seres humanos. En un mundo donde cada vez es más difícil ponernos en los zapatos del otro, donde cada vez hay más monstruos, palabra que usamos para señalar a los que son diferentes, me gusta pensar que al empatizar con los lectores estos pueden entender mejor a alguien que no piensa como ellos. Eso es mucho en una sociedad cada vez más intolerante y donde nos cuesta más entender a quien no es de nuestra tribu. Siempre me preguntan mis opiniones políticas y las doy, pero en un país donde el nivel de debate es cruel y triste, lo que mejor que puedo hacer es hablar con educación. Eso ya es bastante más de lo que tenemos en el debate público.
Actitud que desde los extremos califican como tibio.
Y yo califico a los extremos como idiotas. Estamos a mano.