Sin imaginarlo, el destino de un grupo de trabajadores de la empresa Cálidda les tenía reservado un encuentro con el pasado enterrado. Al hacer excavaciones, de la tierra surgió una tumba prehispánica, revelando los vestigios de un personaje de la sociedad Ychsma, cuya influencia se remontaba a siglos atrás. En su interior reposaba un fardo funerario, delicadamente preservado a lo largo del inexorable paso del tiempo, acompañado por valiosas ofrendas de vasijas de mate y cerámica.
Este hallazgo se suma a la enigmática colección de tesoros arqueológicos que la compañía ha desenterrado en Lima y Callao, una fascinante galería de más de mil testimonios ancestrales que emanan misterio y esplendor. Lo hallado se describe como un fardo funerario, que se encontraba atado a través de delicadas soguillas, entrelazadas en un diseño geométrico, y resguardado por esterillas protectoras que milagrosamente habían preservado su esencia íntegra.
Unidos con un propósito compartido, colaboraron estrechamente con el Ministerio de Cultura para rescatar y conservar estos hallazgos arqueológicos, auténticos tesoros de nuestra historia.
¿Qué es la cultura Ychsma?
En tiempos antiguos, los valles de Lima fueron habitados por los Ychsma, una sociedad autónoma que floreció entre los años 1000 y 1532 d. C. Mientras los Incas aún no habían llegado a la región, establecieron su identidad cultural distintiva, diferenciándose de las culturas vecinas como los Chancay, Chincha y Chimú. Durante los Estados Regionales, llevaron a cabo importantes transformaciones urbanas, hidráulicas y paisajísticas en los valles de Rímac y Lurín.
Poseían un eficiente sistema hidráulico que regaba sus tierras agrícolas y conectaba sus asentamientos urbanos. En ese período, la deidad Pachacamac gozaba de un prestigio religioso regional, atrayendo así el interés del Imperio Inca, que buscaba expandir su dominio desde la sierra sur del Perú.
Cuando los Ychsma fueron integrados en la esfera de gobierno incaico, lo hicieron en una posición ventajosa gracias al prestigio de su dios. El centro de Pachacamac se convirtió entonces en la sede de gobierno inca más importante en Lima, atrayendo peregrinos de todo el Tawantinsuyo. Sin embargo, con la llegada de los españoles en el siglo XVI, esta comunidad experimentó una reorganización territorial bajo el dominio hispano.
Sumergirse en su historia nos acerca a nuestras raíces y nos ayuda a comprender cómo los antiguos habitantes de Lima transformaron y se relacionaron con los valles que ahora llamamos hogar. Estuvo compuesta por diferentes curacazgos asentados en los valles bajos de los ríos Rímac y Lurín.
El territorio de la cultura Ychsma
Gran parte de la actual capital se superpone al territorio ocupado por estos antiguos habitantes costeros. Experimentaron la conquista inca y la anexión al sistema político y económico del Tawantinsuyo entre 1450 y 1470 d. C., y luego presenciaron la conquista hispana y la llegada de Hernando Pizarro en 1533, quien se dirigió al gran oráculo de Pachacamac con veinticinco hombres a través del Qhapaq Ñan.
Bajo el dominio político hispano, las comunidades locales Ychsma fueron reorganizadas territorialmente, lo que provocó una desestructuración social sin precedentes, ya que el nuevo orden se basaba en una concepción no andina.
El término “ychsma” hacía referencia originalmente al señorío y su capital, pero fue reemplazado por “Pachacamac” después de la conquista inca. En quechua, significa “el hacedor” o “creador del mundo”, destacando la cualidad creadora atribuida a esta deidad venerada por habitantes de la costa y otros grupos extranjeros.
Cuando el Inca Topa conquistó el centro ceremonial de Pachacamac, se realizaron grandes sacrificios en honor a la deidad, resaltando su importancia política y religiosa. Antes de la unión de “Las Cuatro Regiones Juntas”, es posible que tanto la divinidad como el señorío tuvieran nombres como “irma” o “ichma”.
En el territorio gobernado, existen pruebas de una arquitectura monumental y patrones funerarios que indican la existencia de una zona central definida por el centro ceremonial de Pachacamac y los centros urbanos de Armatambo, Mateo Salado y Maranga en el litoral.
Hacia el este, se extiende hasta La Rinconada Alta en La Molina y Panquilma, pasando por Pampa de Flores en el distrito de Pachacamac. La periferia abarcaría el valle medio del Rímac, representado por sitios como El Sauce, Huaca Granados, La Rinconada Alta, Puruchuco y Cajamarquilla. Por otro lado, la quebrada de Chilca y el valle de Mala parecen formar otra esfera periférica ychsma.
¿Qué se sabe sobre sus entierros?
Su formación es abundante, pero incompleta debido a la conservación de las tumbas y la actividad de profanación, una práctica vigente desde la época colonial hasta la actualidad. El estudio de las prácticas mortuorias en la arqueología permite conocer aspectos sociales, creencias, organización de la sociedad y contacto con otros pueblos. Las identidades funerarias revelan la etnicidad, diferencias sociales, género y ocupaciones de los individuos enterrados.
Se diferenciaban por las formas de las tumbas, la preparación de los cuerpos, las posturas corporales y el ajuar funerario. Las tumbas individuales eran hoyos circulares u ovalados, mientras que los cadáveres se preparan en fardos con telas de algodón.