Lidia (52) se esfuerza a fin de que le alcancen 300 soles durante todo el mes para comprar alimentos para ella, su pareja y sus dos hijos. Planifica, hace listas, cuenta cada billete y moneda. Entre su menú integra insumos básicos y compra ingredientes semanalmente para que el dinero le rinda más. Y claro que ha eliminado la carne, los huevos e incluso la fruta de la dieta familiar, estos se consumen solo de manera ocasional, al menos desde la época más crítica de la pandemia por la COVID-19, según recuerda.
“No pasamos hambre, pero tampoco podemos comer como quisiera darle a mis hijos. El varoncito se queda con hambre en las noches porque la mayoría de veces ya no alcanza para darles de cenar. Trato de usar muchas verduras y menestras para que no estén desnutridos o les de anemia a mis hijos. Vivo estresada pensando en cómo hacer alcanzar el poco dinero que me da el papá de mis hijos, pero tampoco le puedo exigir tanto porque no hay trabajo como antes”, señala con pesar la madre que habita en un barrio de Ventanilla, en el Callao.
Luisa y sus hijos forman parte de los 9.1 millones de peruanos que viven en la pobreza y la pobreza extrema, con apenas 415 y 226 soles mensuales por persona, respectivamente. Esto según el último informe sobre la ‘Evolución de la Pobreza Monetaria 2021-2022′, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).
Estos montos mínimos significan que hay niños, niñas, mujeres, adultos y adultos mayores sobreviviendo con apenas 13 soles y 7.5 soles diarios para cubrir sus diferentes necesidades.
Esto significa que al menos el 27% de peruanos padecen los golpes de la pobreza en sus vidas.
Esto, a su vez, alarma debido a que representa un ascenso del nivel de pobreza en 1.5% con respecto al año anterior, pues el número se ha incrementado en 628 mil personas más tan solo en el último año.
Por otra parte, el 5% de los peruanos se encuentra en situación de pobreza extrema, lo que supone un aumento de 0,9 puntos porcentuales respecto a 2021 y de 2,5 en comparación con 2019.
Esto significa un retroceso de al menos 10 años, según especialistas.
El golpe de la inflación al costo de la canasta básica
El INEI precisó que, la línea de pobreza es el equivalente monetario al costo de una canasta básica de consumo de alimentos y no alimentos, que para el año 2021 asciende a S/ 378 mensuales por habitante, es decir, que las persona cuyo gasto mensual es menor a este monto son consideradas pobres.
La institución precisa que el 2022 el costo de la canasta básica familiar incrementó a S/ 415 mensuales por habitante. Esto sucede debido a los altos niveles de inflación registrados tras la pandemia y que impactó principalmente al alza de precios de alimentos.
“Esto no es una hambruna. No es que no haya alimento en los mercados o escasez. Perú está en una crisis alimentaria de acceso económico a los alimentos. A las familias no les alcanza el dinero para comprarlos. Cuando hay alimentos caros, hay un problema alimentario porque a las familias no les va a alcanzar. A la gente no le alcanza y las familias se ven obligadas a tomar acciones para sostener su consumo de alimentos, porque ya no lo pueden hacer como antes ni en cantidad ni en composición: no comen todas la veces que deberían ni la cantidad suficiente, y en las raciones faltan los elementos para tener una alimentación saludable”, explicó a Bloomberg sobre la situación Carolina Trivelli, exministra de Desarrollo e Inclusión Social e investigadora del Instituto de Estudios Peruanos.
La especialista señala que esto también se debe a la pobre recuperación de los mercados laborales después de la pandemia por la COVID-19, pues las personas se ven obligadas a trabajar en entornos precarios, con menor pago y que termina afectando a sus niveles de ingreso, aunque estadísticamente este tenga un ligero incremento, que a su vez impacta en su acceso a la compra de alimentos.
“Hay un nuevo grupo de personas en situación de pobreza a causa de la pandemia que es un perfil mucho más urbano, bastante limeño, que requieren instrumentos distintos a los que ya tenemos en el aparato público para combatir este problema. No es solo cambiar la focalización de lo que se haga o ampliar la cobertura de los programas sociales, sino identificar nuevas intervenciones. Ahí veo un problema, porque las capacidades del sector público están muy debilitadas”, explicó Trivelli.