La Guerra del Pacífico, que se dio entre 1879 y 1883, fue uno de los conflictos más sangrientos de la historia de América Latina. Durante este tiempo, miles de peruanos lucharon y murieron por su país en el campo de batalla, incluyendo a muchos jóvenes que apenas habían alcanzado la edad adulta. Detrás de las caras conocidas que los historiadores escribieron, se encontraban las madres peruanas, quienes tuvieron que soportar el dolor y la angustia de ver a sus hijos partir a la guerra, sin saber si alguna vez regresarían.
Entre los personajes femeninos que destacan, se encuentran las rabonas, que eran madres de condición humilde que no dudaron en ir a la guerra y ser el sustento esencial para los militares, preparándoles comidas, curando sus heridas, mientras caminaban con sus bebés en la espalda. Pero su trabajo se extendió, ya que la historia nos muestra que también agarraron armas para defender a su patria.
Durante la época de una de las batallas más intensas que tuvo el Perú en el sur, miles de madres abrazaron a sus hijos por una última vez. Lágrimas, dolor en lo más profundo de sus entrañas, con una esperanza casi nula de que volverían a verlos, pero con mucho orgullo son algunas de las maneras en las que miles de madres peruanas se despidieron de sus hijos, quienes se desplazaron a defender su territorio.
¿Cuál fue la participación de las mujeres en la Guerra del Pacífico? El rol que desempeñó cada fémina fue distinto; sin embargo, destaca la participación de las rabonas, quienes acompañaron a los soldados peruanos desde Tarapacá hasta la Campaña de la Breña o Sierra. Eran madres que preparaban las comidas, atendían a los heridos, cargaban todos los utensilios para alimentar a los soldados durante kilómetros enteros, disparaban y de acuerdo a los historiadores, varias de ellas trasladaban a sus pequeños hijos cargados en la espalda.
El explorador y escritor inglés, Clements R. Markham fue testigo del trabajo que realizaban las peruanas en la Guerra del Pacífico y las describió como fieles.
“Cuando asentía la cuesta, era verdaderamente conmovedor el espectáculo que ofrecían unas 300 a 500 rabonas. Descendiendo hacia Tacna con sus hijos en la espalda, sus ollas de comida en las manos, las lágrimas en los ojos y una queja adolorida en los labios”, indica un fragmento de las memorias del capitán argentino, Florencio del Mármol, quien estuvo presente en aquella guerra.
Fue madre de Alfonso Ugarte y a su vez, fue la representación de aquellas mamás que vieron a sus hijos partir hacia la batalla de la Guerra del Pacífico para defender a su patria y nunca más volver. De acuerdo a los cronistas, Rosa Bernal, estaba orgullosa de que su hijo se sume al ejército y al ser cuestionada por otras personas, solía responder “si todas las madres retirasen a sus hijos del ejército ¿quién defenderá la patria?”, según el historiador Fernando Lecaros.
De una familia pudiente, pero con convicción patriota, Rosa apoyaba las decisiones de su hijo. Grande fue su pesar al saber de su muerte en la Batalla de Arica (1880), así que decidió elevar una imagen en la cripta de su hijo. Una mujer llorando de manera inconsolable acompaña los restos del héroe de guerra peruano. La imagen es una representación de Rosa Bernal, quien acompaña todos los días la tumba de su hijo en el cementerio Presbítero Maestro.
Aunque poco conocida en la historia, debido a la poca información que hay sobre ella, Antonia Moreno de Cáceres, apellido que adoptó al contraer matrimonio con el militar y político, Andrés Avelino Cáceres.
Cuando los militares chilenos lograron ingresar al corazón del Perú, Lima, el tiempo era el principal enemigo y las decisiones debían de ser rápidas. El país necesitaba ser defendido y la sierra era uno de los lugares que necesitaba defensa. Emprender un viaje hacia un lugar con climas difíciles era la decisión más sensata y así lo hizo Antonia Moreno. Tomó a sus hijos y junto a Cáceres partieron hacia las alturas del país.
Una vez instalados en el lugar, los lugareños comenzaron a llamarla ‘mamacha Antonia’. Dicha palabra es otorgada a una persona mayor o a la que se le respeta por su sabiduría y fuerza. Y eso fue lo que reconocieron en Moreno Leyva, sacrificio y valentía.
Al fallecer su cuerpo fue enterrado en la cripta donde descansa su esposo, algo poco común para la época.